Cuadernos del Tábano Nº 11

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c u a d e r n o s d e l Revista trimestral de literatura Año III Nº11 2’50 a Entrevista a Walter Reyno (del Teatro Circular de Montevideo) Bukowsky Charla con el músico Luis Chávez Ediciones del Tábano c/Pozo 94 (bajo), Alicante c.p.03004 e-mail: editabano@hotmail.com Sótano: INDICE Editorial _________________________________________________ Ensayo _________________________________________ _________ Taller ___________________________________________________ Cuento__________________________________________________ A pie de escena ___________________________________________ Cine ____________________________________________________ Cuaderno abierto __________________________________________ Reseñas _________________________________________________ El Sótano: Charles Bukowski _________________________________ pág. 1 págs. 2-4 pág. 5-9 págs.10-14 págs. 15-22 pág. 23-24 págs. 26-35 págs. 36-37 págs. 38-47 La tirada inicial de este número es limitada: guarde celosamente su ejemplar, en el futuro será pieza de coleccionista. Redacción: Nelo Curti, Quirón Herrador, Juanma Agulles, Sebastián Miras, Pedro Coiro, Alfonso Rodríguez, Paco Granados y Paco Alonso Ilustración portada: Lalo Cappelletti Ilustraciones interior: Leo Sarralde (SAR), Quirón Herrador, Lalo Cappelletti, Arancha y Estefanía Maquetación: Maricarmen Grau y Nadia Yujnovsky Traficante de plátanos: Boris Garcés Colaboran en este número: Esteban Janiot Fotografía: Pablo Valero Edita:A.J. «El tábano» Depósito Legal: A-571-2004 ISSN: 1698-4706 Imprime: CEE Limencop S.L. Las posibles colaboraciones deberán ser enviadas a editabano@hotmail.com, en formato word o a la dirección postal C/ del Pozo, 94 (bajo). 03004 Alicante Cuadernos del Tábano es una revista independiente. Y , ¿ qué quiere decir eso exactamente?, se preguntará alguien. Pues quiere decir que no respondemos a ningún interés comercial o editorial y que cualquier colaboración en este sentido (venga desde el ámbito público o privado), será exclusivamente como aportación desinteresada al desarrollo de nuestro proyecto. Y punto. Editorial Breves artificios, claves, piruetas, etc. para la redacción de una nota editorial con título extenso o, no puedo desperdiciar esta metáfora, sombrero de ala ancha Primeramente deberemos tener en cuenta qué tipo de revista nos disponemos a prologar. Si el contenido lo conforman noticias de actualidad política adoptaremos la actitud del analista compungido, irritado ante situaciones escandalosas para todo buen escribidor de pataletas. Es imprescindible mezquinar las claves de las hipotéticas soluciones de los comentados conflictos para evitar contradecir la siguiente premisa: un analista nunca se equivoca, y menos que menos en la primera página de su publicación. Si se trata de un fanzine publicitario nos limitaremos a decir que X es superior a XB, que el director de cierta compañía no es tan crápula como lo pintaban, y que Doña Manolita vende las mejores lechugas. Distintas serán las maneras si nos enfrentamos a una publicación de carácter religioso, ya que no está bien hablar de Dios como de un político ni mucho menos como si del gerente de una empresa se tratase. Diremos para sintetizar que basta con colocar diez veces la palabra paz y nombrar la llave de un cielo que, obviamente, sólo nosotros tenemos, aunque evitando que la oferta de nuestro paraíso se asemeje a la de cualquier chalet en la costa. Ahora bien, si nos proponemos redactar la editorial de una revista literaria, la cosa se complica, ya que no sirve fingirse sabio embistiendo con palabrotas como polisíndeton, anáfora, y demás perversidades. Lo más recomendable será avanzar hacia el final sin decir NADA, para que el lector, siempre distinguido, siempre amable, pase directamente a la siguiente página. ensayo mediablemente, una forma; porque no tenemos otra capacidad de apropiarnos de ese fenómeno visual. Sobre el vocablo forma el Espasa Calpe ofrece, entre otras, esta definición: "1. Figura o determinación exterior de la materia. 2. Disposición o expresión de una potencialidad o facultad de las cosas". Para el semiólogo F. de Saussure “forma” es sinónimo de estructura y se opone a “sustancia”. Se entiende que sustancia es el contenido, aquello que debe ser significado; en cambio la expresión es el significante, o sea, la forma que asume la sustancia. Según Roland Barthes "El significante no puede ser definido más que dentro del proceso de significación, de un modo casi tautológico. Es ese algo que quien emplea el signo entiende como tal". Significado y significante, materia y expresión, no existen como una dicotomía de opuestos, sino como una relación necesaria de distintos. Toda materia, por serlo, asume en nuestra percepción inevitablemente una forma. El informalismo es, pues, filosóficamente, una mentira. En ciertas formas pictóricas, sin embargo, especialmente en el automatismo, se privilegia el gesto por sobre la huella, sin advertir que sólo nos es posible suponer el gesto a través del signo (llámese huella, trazo, mancha o forma, que en este caso son sinónimos). Cuando en el intento de independizarla de lo formal se alude a la "pura expresión de la materia", el intento es inútil, pues sólo se llega a la expresión por la significación, y ésta es finalmente la expresión en la forma percibida. Un contenido como producto expresado nunca podrá ser en sí algo inerte como una materia carente de significación. Ello sería una clara contradicción. La materia asume siempre una apariencia significante concreta: color, valor, densidad, textura, etc., que se incluye en su configuración. La carga significante puede ser aportada por la elección de los elementos, el gesto del ejecutante, el ritmo de la ejecución, etc., o sea, el factor que convierte a la materia en un hecho formal, comunicante, y en consecuencia expresivo. Siempre será el manipulador del material, y no lo manipulable, quien aporte la calidad emocional que distingue al hecho plástico como arte. Me remito a las diferencias, entre otros, de Burri, La forma de lo informal por Esteban Janiot “Siempre será el manipulador del material, y no lo manipulable, quien aporte la calidad emocional que distingue al hecho plástico como arte” Las artes plásticas, la pintura en particular, son acontecimientos que se manifiestan y se perciben visualmente; para comprenderlos adecuadamente es ineludible remitirnos a las condiciones y circunstancias en las cuales funciona nuestra estructura perceptiva visual, dicho esto aún afrontando el pecado de tautología. En un campo visual totalmente homogéneo la percepción de una forma es nula. Es decir, que sólo percibimos algo por la diferencia con el contexto en el cual ese algo está situado. Establecemos diferencias y variantes que necesitamos organizar en la polaridad: "figura-fondo". O sea, que apetecemos ordenar lo ordenado, simplificar lo complejo, dar forma a lo informe. Sin duda todo lo visible, para serlo, asume una forma. En el estudio de pintura, el ensayo, la exploración del color, debe ser paralela a la de la forma, porque aún cuando se pretenda producir una orgía de materia, ello necesariamente adquirirá una forma. Será, en cualquier caso, una forma como significación de lo instintivo, lo casual, lo impersonal (que es lo más cercano al primitivismo animal, que nos masifica a todos). Pero es, irre- pagina 2 ensayo Mathieu, Pollock, Soulages o Tobey. Es decir, que no existe la expresión de la materia, sino la expresión de un sentimiento que el artista instala cuando elabora la materia en forma significante. Al pretender atribuir significación a una materia en sí misma, sólo estamos proyectando sobre ella toda una trama de connotaciones y soluciones significantes particulares que cada entidad cultural elabora y enriquece en su devenir y aplicará al hecho inerte de la materia que, así, adquiere entonces la forma de la significación atribuida. Los colores adquieren su significación según el momento histórico y el contexto cultural en que participan. Pueden llegar a ser incluso totalmente opuestos, como por ejemplo el negro, que en nuestra cultura occidental connota sugerencias fúnebres, de tristeza o tragedia. Pero en ocasiones sirve para resaltar sobriedad y elegancia en el vestir. En cambio, en algunas regiones de India el luto de la muerte es representado por el blanco. Asimismo, los símbolos como la cruz, la tina, la media luna con la estrella, la estrella de David o la hoz y el martillo cambian totalmente de sentido fuera de su universo religioso o político. La serpiente como símbolo de poder o sabiduría fue venerada, entre otros, por los aztecas, pero en la actualidad es más fácil que cause repulsa y temor. El águila, como otras aves de rapiña, es un animal predador e inclusive carroñero; sin embargo, figura en muchos escudos de naciones occidentales como representación del poder y la nobleza, que comparte con el león macho, que holgazanea mientras su pareja, la leona, procura el sustento diario. Lo delicado y suave puede ser exquisito y perfecto para algunos, pero en cambio débil y anémico para otros. Lo brutalmente áspero y rugoso como potencia natural puede ser apreciado como grosero e inferior según cambie el contemplador o el contexto. Un brochazo en la tela no transmite lo mismo en una dirección que en otra. No es la materia la que difunde el mensaje (en todo caso a la materia alguien la eligió); es el artista el que transfiere su dinámica sensible para ex-poner lo que él ya tiene im-puesto. Bent Christiansen página 3 ensayo Es que la libertad, como hecho concreto, cerrado, absoluto, no existe en ningún terreno de la vida de los hombres. La única y real forma que tiene el hombre de ser libre es serse en la lucha por conquistarla. La forma concreta de la libertad en esta sociedad no es carecer de dependencias (ello sería una utopía), sino la aptitud para librarse de ellas y, más aún, para elegir aquéllas que uno prefiera. Es el conocimiento el que conduce a la libertad. Cuanto más amplio y profundo sea nuestro panorama de la vida y el arte, más extenso y rico será el espectro de imágenes que podremos elegir. En las artes plásticas, como la pintura, la experiencia y la reflexión nos pueden dar ese conocimiento; y con él, enriquecer nuestra intuición. En la capacidad y perseverancia por conocer se encuentra la posibilidad de formar nuestro propio lenguaje, para integrarlo al sentimiento de la imagen que lo exprese en cualquier modo o escuela o "ismo": figurativo, abstracto, geométrico, automático, etc. Cuando estudiamos pintura ignorando el factor formal en que se nos da estamos escamoteando la realidad, porque no sistematizamos su función como estímulo y parámetro de la educación visual. Debemos aprender a ver en un contexto, tener una visión integradora de un universo espacial donde se relacionan lo formal y lo tonal. La función perceptual se agudiza, se refina en la observación y la evaluación comparativa de las variantes, que le plantea una realidad concreta que debemos interpretar y aún modificar en sus relaciones, con nuestro aporte sensible. Decía el profesor Rubén Rey: "Tener una actitud de acceso al mundo simbólico. Atrapar la imagen de fuerza del modelo. Obligar a esa energía a ser pintura." Es saludable, por fin, lo que manifiesta Rudolf Arnhein en Arte y percepción visual: "Todo acto de percibir es al mismo tiempo pensar; todo acto de razonar, intuición; todo acto de observar, invención. El delicado equilibrio de nuestras potencias es lo único que permite vivir plenamente y trabajar bien. Este equilibrio se altera no sólo cuando el intelecto estorba a la intuición, sino también cuando el sentimiento desaloja a la razón. No tiene por qué ser más productiva una orgiástica autoexpresión que la ciega obediencia a leyes. Un análisis ilimitado del "yo" daña, pero también daña el artificial primitivismo del hombre que rehúsa conocer cómo y por qué trabaja". El arte libre por Esteban Janiot La mancha como un espacio despedazado sólo puede ser un medio plástico para una exploración posterior o paralela al aprendizaje inicial. Puede ser válida en la búsqueda de ciertas síntesis pictóricas, expresivas; pero en el comienzo sólo aparece como el escamoteo de los que no tienen recursos y, sin duda, conducirá al facilismo y la degradación del oficio. La libertad del informalismo es sólo aparente. Muchas veces se desarrolla en el plano de la frivolidad y termina en un grotesco arte libre para el que sólo se requiere la metodología del dejar hacer. Escribe Jean Baudrillar en El otro por sí mismo: "Sin duda existe un vértigo colectivo de huida hacia adelante en la obscenidad de una forma pura y vacía donde a la vez se juegan la desmesura de lo sexual y su descalificación, la desmesura de lo visible y su degradación. Esta fascinación también afecta al arte moderno, cuyo objetivo es ya literalmente no ser contemplable, desafiar toda seducción de la mirada. El arte moderno sólo ejerce la magia de su desaparición. Tanto en la sexualidad como en el arte, la idea de progreso es absurda." El "arte libre" es una metodología que como experiencia docente no conduce a la tan manoseada libertad creadora. Puede llevar al uso anárquico de los recursos, pero no a la creación. Para querer ser libres es necesario liberarse de algo. ¿De qué queremos ser libres?: ¿de la enseñanza de un aprendizaje sistematizado?, ¿de una metodología organizada y ordenadora? Y lo más absurdo es que al formalizar la enseñaza del "arte libre" no hacemos sino establecer otro tipo de enseñanza, o sea, otra forma de dependencia. Porque la libertad "químicamente pura" sería no cursar aprendizaje alguno y dejarse librado a la pura y azarosa vivencia personal. Cambiaríamos el depender de una metodología que nos despierta el deseo de conocer por una sumisión a nuestra ignorancia y limitaciones naturales. pagina 4 Taller Opiniones derivadas de algunos debates surgidos en nuestras reuniones de los viernes, en este caso sobre el cuento Wakelfield, de Nathaniel Hawthorne Nathaniel Hawthorne Biografía Novelista estadounidense, cuyos trabajos muestran una profunda conciencia de los problemas éticos del pecado, el castigo y la expiación. Nació el 4 de julio de 1804, en Salem (Massachussets) en el seno de una familia puritana. Tras graduarse en el Bowdoin College en 1825, retornó a su ciudad natal y allí, en semirretiro, se dedicó a la literatura. Su obra, sin embargo, recibió muy poco reconocimiento por parte del público, por lo que intentó destruir todas las copias de su novela gótica Fanshawe (1828), cuya publicación había financiado él mismo. Durante este periodo escribió también artículos y cuentos breves en distintos periódicos. Algunos de los cuentos se recogieron en Historias dos veces contadas (1837), un libro que, a pesar de no proporcionarle unos excesivos ingresos económicos, le creó un nombre entre la crítica. Estas primeras obras son, en su mayoría, apuntes históricos y cuentos alegóricos, centrados en conflictos morales y en los efectos del puritanismo en las colonias de Nueva Inglaterra. Incapaz de vivir con los ingresos que le producían sus obras, en 1839 comenzó a trabajar como tasador en la Aduana de Boston. Dos años más tarde retomó la escritura y publicó una serie de apuntes sobre la historia de Nueva Inglaterra, destinada al público infantil, que llevaba como título La silla del abuelo: relatos para los jóvenes (1841). Ese mismo año se unió a la sociedad comunal de la Granja Brook, cerca de Boston, albergando la esperanza de conseguir una estabilidad económica que le permitiera casarse y dedicarse al mismo tiempo a la literatura. Pero el trabajo en la granja era excesivo, y no podía encontrar tiempo para escribir, por lo que a los seis meses abandonó la comunidad. En 1842 se casó con Sophia Amelia Peabody, de Salem, página 5 TALLER y la pareja se estableció en Concord (Massachussets) en una casa llamada Old Manse (la vieja rectoría). Durante los cuatro años que vivieron allí, el autor escribió numerosos cuentos que, más tarde, fueron publicados bajo el título de Musgos de una vieja rectoría (1846). Entre ellos se encuentran El entierro de Roger Malvin, La hija de Rappacini y El joven Goodman Brown, en los que muestra su preocupación por los efectos del orgullo y el pecado, por medio de la alegoría y el simbolismo. Con el fin de subsistir, Hawthorne volvió a trabajar para el gobierno en 1846, como supervisor de la Casa de Aduanas de Boston, aunque en 1849 fue despedido, debido a una reestructuración política. Por entonces ya había comenzado a escribir La letra escarlata (1850), una historia sobre una puritana adúltera, Hester Prynne, que, dando muestras de gran lealtad, se niega a revelar el nombre de su amante. Considerada como su obra maestra, y como uno de los clásicos de la literatura estadounidense, pone de manifiesto tanto la maestría narrativa de su autor como su profundidad psicológica a la hora de describir los sentimientos de culpa que se crean en los seres humanos y la angustia que les producen. En 1850 se trasladó a Lenox (Massachussets), donde gozó de la amistad de uno de sus admiradores, el novelista Herman Melville. Allí escribió La casa de los siete tejados (1851), novela en la cual rastreó la decadencia del puritanismo en el seno de una antigua familia de Nueva Inglaterra, y el Libro de las maravillas para chicas y chicos (1852), en los cuales reelabora leyendas clásicas. Durante una corta estancia en West Newton (Massachussets) escribió La estatua de nieve y otros cuentos contados dos veces (1852), que muestran su constante preocupación por los temas del orgullo y la culpa, y La granja de Blithedale (1852), una novela inspirada en su estancia en la granja Brook. En 1852, regresó a Concord, donde escribió una biografía en compañía de su amigo, el también escritor Franklin Pierce, que llegaría a ser presidente de los Estados Unidos. Tras su elección, Pierce recompensó a Hawthorne con el cargo de cónsul en Liverpool, que mantuvo hasta 1857. Durante los dos años siguientes, vivió en Italia, donde recogió materiales para su novela El fauno de mármol (1860), obra profundamente simbólica. En 1860, en vísperas de la Guerra Civil estadounidense, regresó a su país. Su aislamiento político queda de manifiesto en la dedicatoria de Nuestro viejo hogar (1863) a Pierce, que había perdido popularidad por su apoyo a los propietarios de los esclavos sureños. Hawthorne murió el 19 de mayo de 1864 en Plymouth (New Hampshire) mientras se encontraba de viaje con Pierce, y fue enterrado en Concord. Entre sus libros publicados póstumamente, destacan Septimius Felton o el elixir de la vida (1872), El romance de Dolliver (1876), El secreto del doctor Grimshawe (1883) y sus Cuadernos americanos (1868), Cuadernos ingleses (1870) y Cuadernos franceses e italianos (1871). A través de sus profundas exploraciones psicológicas, Hawthorne descubrió las motivaciones secretas de la conducta humana, y los sentimientos de culpa y angustia que él achacó a los pecados cometidos contra la humanidad, especialmente los debidos al orgullo. Por su preocupación por el pecado, es continuador de sus antepasados puritanos, pero por su concepto de las consecuencias del pecado, así como de los castigos derivados de la falta de humildad y del exceso de orgullo, o de la regeneración a través del amor y la expiación de las culpas, se alejó radicalmente de la idea de destino que mantenían sus hermanos de religión. La utilización frecuente que hace de la alegoría y la simbología presenta a sus personajes, con cierta frecuencia, un tanto difuminados e irreales, aunque manifiestan la ambivalencia emocional y espiritual que el autor consideraba inseparable de la herencia puritana de su país. El escritor Henry James publicó en 1879 un estudio acerca de su vida y obra dentro de la serie Hombres de letras ingleses. página 6 tALLER Wakefield mira por Juanma Agulles La mirada de los demás es nuestra más inmediata condena. Del mismo modo, no hay mayor revelación de nuestra existencia, como cuando nos vemos reflejados en unas pupilas. La superficie esférica, acuosa y brillante, nos ofrece la imagen perfecta de un mundo que nos contiene y que, al mismo tiempo, sabemos, está siendo contenido por un mundo paralelo, también acuoso, tejido de cartílago, que se sitúa justamente bajo nuestras cejas. Sabernos objeto de la mirada de otro, desata una tensión erotizante, no exenta de riesgo, de la sensación de vulnerabilidad. ¿Cómo me ven los demás? Las pupilas del amado reflejan la imagen cóncava del amante, el odio en los ojos del esclavo devuelve deformada la violencia del amo. Y, al devolver la mirada sobre la mirada de otro que pretende contenerme, me rebelo a ser objeto de su observación, me vuelvo parte activa de ese juego, tomo conciencia de ser-mirado que, a su vez, mira, y ahí se empieza a tender un puente que puede llevar al reconocimiento, el odio, el amor, la indiferencia, el deseo, la muerte. Se abre una puerta al peligro. El cruce de dos miradas reproduce toda una estructura de dominación externa, tan antigua como para asomar en cualquier momento. La pugna por no ser objeto de la mirada y convertirse en sujeto, es, de algún modo, la pugna por imponer una visión del mundo. Quienes saben más de esto son los amantes que un día, tras años de convivencia (a veces tan sólo meses), se des- página 7 TALLER cubren mirando a escondidas al otro mientras irremediablemente piensan: "Ése no soy yo". Porque en algún secreto momento, todos hemos tenido la tentación de salir de nuestra vida para verla desde fuera. Cualquier niño ha fantaseado con la idea de asistir a sus funerales. Para mí, Wakefield habla fundamentalmente de eso. Él da dos pasos a un lado para ver su vida. Para acceder a una visión tangente a la esfera de su hogar, de su vida pública en la que no habría de realizar nada extraordinario, nada fuera del campo de visión de una normalidad un tanto ausente, egoísta, segura de sí, que se juzga con benevolencia sumaria. Esos dos pasos que para Wakefield se traducen en una habitación de alquiler a unos metros del hogar que abandona, se convierten de pronto en un mundo. Una brecha abierta en plena cotidianeidad que se agranda a cada minuto. Sin saberlo, desde el día en que abandona su casa, Wakefield se verá obligado a mantener esa distancia con su existencia para poder verla. No habrá plazo para el regreso. Veinte años, una vida, toda una eternidad. No podremos saber nunca qué es lo que mantiene a Wakefield apartado, de dónde le llega esa determinación un tanto absurda y cruel que le permite pasear delante de su casa, observando cómo su vida se va agotando sin él; cómo Mrs. Wakefield se va consumiendo en la espera, aceptando lo inevitable, caminando hacia la sequedad de un corazón suspenso en la duda. No lo sabremos, pero su historia nos despierta una inquietante simpatía. No podemos culpar a Wakefield. Oscuramente intuimos que si, en algún momento, como él, nos permitiésemos dar esos dos pasos a un lado, actuaríamos igual, con la morbosa curiosidad por constatar el sufrimiento de los demás ante nuestra ausencia. Así, sin ser vistos, nos adueñaríamos de todas las miradas. Sustraernos como objeto nos convertiría en un pequeño dios soberbio y maníaco. Wakefield teme que lo descubran, es decir: volver a convertise en objeto de observación. Pero eso no sucede, no puede suceder; él vive en el Londres de mitad del siglo XIX, una ciudad que empieza a fagocitar identidades, en la que se puede perder, desconocerse, frecuentar un mundo distinto cada día. Aquella aglomeración urbana, en su ambigua libertad, somete al mismo tiempo que ofrece múltiples posibilidades de una vida sin sujeciones a la tierra, la comunidad, lo idéntico. La ciudad es un baile de disfraces, una trampa y una coartada al mismo tiempo. Entre la muchedumbre, nadie se ve. Tras veinte años de ausencia, Wakefield regresa al hogar. Hawthorne lo deja ahí, no quiere seguirlo en el momento en que cruzará el umbral de la puerta para reencontrarse con su mujer, con esa Penélope moderna que sufre durante años la absurdidad de un Ulises que libraba su batalla interna contra los demonios. Ha sufrido, pero Wakefield está de vuelta. La moraleja es que, con un simple gesto, un hombre se puede perder. Entonces, la lectura más convencional, nos exhortará a que no sigamos sus pasos, a que no malgastemos una vida por querer apropiarnos de la mirada, por hacernos conscientes, aunque sea por un momento, de nuestra existencia. Y es cierto: puede dar miedo hacerlo. Los hay que no han regresado jamás. Mezclados en el tumulto de la ciudad, atrapados por el ritmo de un ruido de muchedumbre que no cesa, hay quien se desconoce para siempre. No les esperará ninguna Penélope, ninguna abnegada Mrs. Wakefield. Quizá, encuentren la medida de su condena en la mirada de otra criatura que ande perdida del mismo modo. Para mí, Wakefield no regresó jamás. Ya no es posible. Los regresos al "origen" están llenos de silencios que matan. No hay redención que valga. Queda vivir sumergidos en la agitación de unas ciudades que nos crean y nos destruyen constantemente; que creamos y destruimos, también, cada día. Queda la búsqueda implacable de ese mundo acuoso y de cartílago, que nos devuelva nuestra imagen al borde del deseo, de la trampa, el gesto o la palabra. página 8 TALLER Me vi un cabello al doblar la esquina por Sebastián Miras Un joven, llamémoslo Arturo, conduce su carro a través de las góndolas de un supermercado, llamémoslo Armando. Ha depositado en él, en el carro, algunos productos. Seducido por la posibilidad de una nueva elección, se detiene, cuando una señora, cuyo nombre no revelaremos, toma las riendas de su contenedor. Arturo, en pos de recuperar su posesiones, debe llamar la atención de la señora inmediatamente, es una acción que no permite dilaciones. No será posible advertirle a la señora, en la cola de la caja, que ciertos alimentos que subyacen, no le pertenecen. Pocos dejarán de advertir, sin embargo, que esta última posición es la más significativa. Dice Macedonio Fernández en su Crítica del dolor: " Es degradar el tiempo y la realidad imaginar que hay tiempos mejores que otros y que el alma y la vida tengan que esperar perfecciones del futuro". Lo cierto es que vivimos en una permanente espera, y no sólo esperando perfecciones del futuro, sino también del pasado. El retardo es inevitable, en tanto que aumenta el dolor, y su posterior negación. Ahora, si admitimos que la espera de la cosa ya es la cosa, pero que en la realización del hecho se confirma como parte indisoluble, las modificaciones temporales están a la vuelta de la esquina, disfrazadas de hazañas o desgracias pretéritas. Claro que la espera que aquí nos ocupa elude cualquier cotidianeidad, es uno de esos actos que resignifican la vida de un hombre, dignificándola, o tiñéndola de fatalidad, de cobardía; no sé dónde situar a Wakefield, seguramente las dualidades no se apliquen aquí. Nuestro protagonista se ausenta de su mundo durante un tiempo cuya definitud se va diluyendo hasta ser completa- mente incierta; por eso la espera, porque llega un momento en que Wakefield no es capaz de decidir su vuelta, tal vez la desee; el caso es que permanece al margen, aguardando condiciones que, ajenas a su voluntad, favorezcan el fin de la aventura; fin que, por otra parte, sea seguramente la muerte. Ante tal proyecto, la cesación de deseos y dolores no admiten sino toda negación, o tal vez ésta. Papini, en un cuento, enfrenta a dos personajes con opuestos argumentos acerca de la vida de los hombres. Mientras uno alaba el progreso que nos lleva a prever el futuro y consagrarlo, el otro lo mutila advirtiendo que no hay más que espera, proponiendo un momento de fijación del tiempo en que percibamos que todo estaba consagrado a días venideros y que el presente no puede ser más grotesco. Éste es, seguramente, el momento de fijación que sufre Wakefield, cuando ve que todo es y será presente. Afortunadamente para nosotros, el mutilador del momento actual recoge una violeta, la mira, la lleva donde algún otro sentido pueda apreciarla, y su leve olor no le desagrada. página 9 cuento pero con una sensación de que el relato debe ser cierto y con una concepción sobre el carácter de su protagonista. Cuando algún tema afecte con tanto vigor la mente, bien estará dedicar tiempo a pensar en él. Si el lector lo prefiere, que haga su propia meditación, o si prefiere divagar conmigo a través de los veinte años del extravío de Wakefield, le doy la bienvenida, confiando en que habrá allí un sentido general y una moraleja, aunque no consigamos encontrarlos, fijarlos nítidamente y condensarlos en la frase final. El pensamiento tiene siempre su eficacia, y todo incidente llamativo tiene su moraleja. ¿Qué clase de hombre era Wakefield? Estamos en libertad de formarnos nuestra propia idea, y llamarla por su nombre. Estaba en la mitad de su vida; su afecto matrimonial, nunca violento, se había amoldado a un sentimiento calmo, habitual; entre todos los maridos, era probable que fuera el más constante, ya que cierta indolencia ponía su corazón en reposo, dondequiera estuviera situado. Era un intelectual, pero no en forma activa; su mente se ocupaba de largas y perezosas meditaciones que terminaban sin finalidad alguna o carecían de vigor para obtenerla; sus pensamientos rara vez eran tan dinámicos como para atrapar las palabras. La imaginación, en el sentido correcto del término, no integraba los dones de Wakefield. Con un corazón frío pero no depravado ni errático, y con una mente que nunca fue febril en ideas rebeldes, ni afligida por la originalidad, ¿quién pudo prever que nuestro amigo habría de obtener un lugar prominente entre los protagonistas de hechos excéntricos? Si se le hubiera preguntado a sus relaciones quién podía ser en Londres el hombre que con más certeza nada haría hoy que fuera recordado mañana, todos habrían pensado en Wakefield. Sólo su entrañable esposa podría haber vacilado. Sin haber analizado su carácter, ella estaba parcialmente al tanto de un tranquilo egoísmo que se había volcado en su mente inactiva; al tanto de una peculiar clase de vanidad, su atributo más incómodo; al tanto de cierta inclinación a la astucia, que rara vez había producido efectos más positivos que guardar mezquinos secretos, que no valía la pena revelar; al tanto, finalmente, de lo que ella denominaba una pequeña rareza, alguna vez, en el buen hombre. Esta última cualidad es indefinible, y quizás inexistente. Imaginemos ahora a Wakefield diciendo adiós “Wakefield” Nathaniel Hawthorne De alguna vieja revista o periódico recuerdo una historia, contada como cierta, respecto a un hombre -llamémosle Wakefield- que se ausentó durante un largo tiempo del hogar que compartía con su esposa. El hecho, dicho así en abstracto, no es muy raro, ni tampoco -sin la debida consideración de las circunstancias- debe ser condenado como malo o insensato. Sin embargo, aunque haya estado lejos de ser el caso más grave, es quizás el más extraño que se haya registrado sobre la inconducta marital, y además uno de los fenómenos más notables que se pueden encontrar en toda la lista de las rarezas humanas. La pareja vivía en Londres. Con el pretexto de un viaje, el hombre alquiló otra vivienda en una calle cercana a su propia casa, y allí, sin que lo supieran esposa o amigos, y sin la sombra de un motivo para ese auto-exilio, permaneció durante veinte años. Durante ese período, vigiló cada día su hogar y frecuentemente a la abandonada Mrs. Wakefield. Y tras un intervalo tan prolongado en su situación matrimonial -cuando su muerte ya fue presumida como cierta, su herencia arreglada, su nombre suprimido del recuerdo, y su esposa ya resignada al cabo de mucho tiempo a su viudez otoñalentró por la puerta una tarde, silenciosamente, como tras un solo día de ausencia, y se convirtió en un amante esposo hasta su muerte. Este resumen es todo lo que recuerdo. Pero el episodio, siendo de la más para originalidad, sin precedente, y probablemente nunca repetido, llama a la generosa simpatía de la humanidad. Sabemos, y cada uno lo sabe por sí mismo, que ninguno de nosotros habría de perpetrar tal locura, pero pensamos que otro podría hacerlo. En mis propias divagaciones, por lo menos, ha resurgido a menudo, siempre provocando el asombro, página 10 cuento a su esposa. Es el crepúsculo en una tarde de octubre. Su equipo es un viejo abrigo, un sombrero recubierto de hule, botas altas, un paraguas en una mano, una pequeña maleta en la otra. Ha informado a Mrs. Wakefield que deberá tomar un carruaje nocturno hacia el campo. Ella de buena gana le preguntaría por la duración del viaje, su finalidad, la fecha posible de regreso; pero, indulgente con su inofensivo amor por el ministerio, sólo le interroga con una mirada. Él le dice que con certeza no le espere en el carruaje de retorno, y que no se alarme si llega a demorarse tres o cuatro días, pero, en todo caso, que le espere para cenar al viernes siguiente. El mismo Wakefield, hay que considerarlo, no sospecha lo que tiene por delante. Le extiende la mano, ella extiende la suya, y responde a su beso de despedida en el estilo rutinario de diez años de matrimonio; y allí se va este Mr. Wakefield de edad mediana, casi resuelto a afligir a su dama con la ausencia de toda una semana. Cuando la puerta se ha cerrado, ella advierte que ha quedado una rendija, y tiene una visión del rostro de su marido, a través de la apertura, sonriéndole, y desapareciendo en un momento. Por ahora, este pequeño incidente queda descartado sin pensarlo. Pero mucho después, cuando ella ha sido ya durante más años una viuda que una esposa, esa sonrisa reaparece y titila entre todos sus recuerdos sobre el rostro de Wakefield. En sus muchas meditaciones, ella rodea la sonrisa original con una multitud de fantasías, haciéndola extraña y atroz: como, por ejemplo, si le imagina en un ataúd, esa mirada de despedida ha quedado congelada entre sus rasgos pálidos; o, si le sueña en el cielo, su espíritu bendito luce una sonrisa tranquila y astuta. Por esa sonrisa, empero, cuando los demás le han dado por muerto, ella a veces duda de ser una viuda. Pero nuestro asunto es con el marido. Debemos apresurarnos tras él en la calle, antes de que pierda su individualidad y se confunda con la gran masa de la vida de Londres. Sería vano buscarle allí. Sigamos de cerca sus talones, por tanto, hasta que, tras varios giros y retrocesos superfluos, le encontremos cómodamente instalado junto al fuego de un pequeño apartamento, previamente reservado. Está en la calle inmediata a la suya y ha terminado su viaje. Apenas si puede creer en su buena suerte por haber llegado inadvertido hasta allí, recordando que, en cierto momento, fue entretenido por la multitud, justamente a la luz de una linterna encendida; y, asimismo, que había pasos que parecían seguir los suyos, más nítidos que los de la muchedumbre que le rodea, y, enseguida, que escuchó una voz gritándole desde lejos, e imaginó que pronunciaba su nombre. Sin duda, una docena de entrometidos le habían estado vigilando y le contaron a su esposa todo el asunto. ¡Pobre Wakefield! Poco conoces tu propia insignificancia en este mundo enorme. Ningún ojo mortal te ha seguido hasta allí. Vete tranquilamente a la cama, tonto, y por la mañana, si lo crees sensato, vete a casa, donde está la buena de Mrs. Wakefield, y dile la verdad. No te apartes, ni aun por una semana, de tu sitio en su casto seno. Si ella, por un solo momento, te creyera muerto, o perdido, o duraderamente separado de ella, serías espantosamente consciente del cambio que tu honesta esposa experimentaría para siempre. Es peligroso provocar una grieta en los afectos humanos, no porque se abra tan larga y tan ancha, sino porque se cierra muy rápidamente. Casi arrepentido de su travesura, o de como pueda llamársela, Wakefield se reclina en el lecho, y, desde su primer sueñecillo, extiende sus brazos hasta la extensión amplia y solitaria de la desacostumbrada cama. "No -piensa, reuniendo la ropa de cama a sus costados-, no habré de dormir solo otra noche". A la mañana se levanta más temprano que de costumbre, y se dedica a considerar qué es lo que realmente quiere hacer. Tan inconexos y erráticos son sus modos de pensar, que ha tomado este paso especial con la conciencia de un propósito, en verdad, pero sin ser capaz de definirlo suficientemente para su propia contemplación. La vaguedad del proyecto, y el esfuerzo compulsivo con el que se sumerge en su ejecución, son por igual las características de un hombre vacilante. Wakefield tamiza sus ideas, sin embargo, con tanta minuciosidad como puede, y se descubre curioso por saber cómo están las cosas por casa: cómo su esposa ejemplar soportará la viudez de una semana, y, concisamente, cómo la pequeña esfera de criaturas y de circunstancias, en la que él era objeto central, será afectada por su ausencia. Una vanidad morbosa, por tanto, yace cerca del fondo del asunto. Pero, ¿cómo habrá de conseguir él sus fines? No, ciertamente, encerrándose en página 11 cuento este confortable alojamiento, donde, aunque duerma y despierte a una calle de distancia de su hogar, estaría afuera con la misma eficacia que si hubiera estado en el carruaje durante toda la noche. Pero, si él llegara a reaparecer, todo el proyecto recibiría un duro golpe. Después de que su pobre cerebro quedara desconcertado sin remedio por este dilema, a la larga se aventura a salir, resolviendo en parte que habrá de cruzar por el comienzo de la calle y echar una rápida mirada sobre el domicilio abandonado. La costumbre porque se trata de un hombre de costumbres- le lleva de la mano y le guía, sin que él lo advierta en absoluto, hasta su propia puerta, donde, justo en el momento crítico, se sobresalta por el roce de su pie en el escalón. Wakefield, ¿a dónde vas? En ese instante su destino está pendiente de un punto decisivo. Sin soñar con el destino que le depara el retroceso de su primer paso, se apresura, ya sin aliento, en una agitación nunca antes sentida, y apenas si se atreve a girar la cabeza en la alejada esquina. ¿Puede ser que nadie le haya visto? ¿Es que toda la gente de la casa -la honesta Mrs. Wakefield, la despierta criada, el pequeño y sucio recadero- no armará un alboroto, a través de las calles de Londres, en persecución de su fugitivo amo y señor? Maravillosa huida. Junta el valor de hacer una pausa y mirar hacia el hogar, pero queda perplejo con la sensación de un cambio en el edificio familiar, tal como nos afecta a todos cuando, tras una separación de meses o de años, volvemos a ver cierta colina, cierto lago, cierta obra de arte, que antes nos fueron familiares. En lo común, esta impresión indescriptible está motivada por la comparación y el contraste entre nuestros recuerdos imperfectos y la realidad. En Wakefield, la magia de una sola noche ha forjado una transformación similar, porque en ese breve período se ha producido un gran cambio moral. Pero ése es un secreto personal. Antes de dejar el lugar, obtiene un vistazo lejano y momentáneo de su esposa, que pasa tras la ventana del frente, con la cabeza orientada hacia el comienzo de la calle. El astuto simplón gira sus talones, asustado por la idea de que, entre un millar de similares átomos mortales, el ojo de ella pueda haberle detectado. Contento queda su corazón, aunque su cerebro esté algo confuso, cuando se encuentra junto al fuego de su alojamiento. Esto en cuanto al comienzo de este largo capricho. Tras la concepción inicial, y el revoltijo en el perezoso temperamento del hombre para llevarlo a cabo, todo el asunto se desarrolla por un cauce natural. Podemos suponer que el protagonista, tras el resultado de una profunda deliberación, se ha comprado una nueva peluca, de cabello rojizo, y ha seleccionado en un ropavejero judío algunas nuevas prendas, de moda distinta a la de su traje marrón habitual. Ya está conseguido. Wakefield es un hombre nuevo. Establecido ya el nuevo sistema, un movimiento retrógrado hacia el anterior sería casi tan difícil como el paso que le colocó en esta posición singular. Por otra parte, está cariacontecido por un malhumor que es un rasgo ocasional de su carácter, y que ha sido provocado ahora por la inadecuada sensación que cree se ha producido en Mrs. Wakefield. No volverá hasta que ella no esté atemorizada casi hasta la muerte. Bien, dos o tres veces ella ha pasado frente a su vista, cada vez con paso más pesado, mejillas más pálidas, un ceño más angustiado, ya en la tercera semana de su no-aparición detecta un símbolo del mal que entra a la casa, bajo el disfraz de un boticario. Al día siguiente el aldabón queda almohadillado. Hacia el crepúsculo llega el carruaje de un médico, y deposita su pesada y patilluda carga en la puerta de Wakefield, de donde emerge tras una visita de un cuarto de hora, quizá como el heraldo de un funeral. ¡Mujer querida! ¿Morirá? A estas alturas, Wakefield se siente excitado hacia algo que es como una energía del sentimiento, pero todavía se mantiene lejos del lecho de su esposa, consolando a su conciencia con la idea de que no debe ser molestada en esta emergencia. Si alguna otra cosa le retiene, él no lo sabe. A las pocas semanas ella se recupera gradualmente; la crisis ha pasado; su corazón está quizá triste, pero tranquilo, y, vuelva él tarde o temprano, nunca ese corazón volverá a estar febril por él. Tales ideas se perfilan a través de la neblina en la mente de Wakefield, y le hacen vagamente consciente de que un golfo ya casi imposible de atravesar separa su alojamiento alquilado de su hogar anterior. "Pero si está en la otra calle", se dice a veces. ¡Tonto! Está en otro mundo. Hasta allí, ha postergado su regreso desde un día específico hasta otro; a partir de allí, deja indeterminada la fecha exacta. Mañana no; quizá la próxima semana; muy pronto. Pobre hombre. Los muertos tienen casi tanta oportunidad de revisitar sus página 12 cuento hogares terrenales como la tiene el auto-proscrito Wakefield. Tuviera yo todo un libro para escribir, en lugar de un artículo de unas doce páginas. Entonces podría ejemplificar cómo una influencia que está más allá de nuestro control coloca su pesada mano sobre cada uno de nuestros actos y teje sus consecuencias en esa férrea tela de la necesidad. Wakefield ha quedado hechizado. Debemos dejarle, durante unos diez años, merodeando por las cercanías de su hogar, sin cruzar una sola vez el umbral, siendo fiel a su esposa, con todo el afecto de que su corazón es capaz, mientras a su vez se va esfumando del corazón de ella. Hace ya mucho tiempo, debe señalárselo, que él ha perdido la percepción de la singularidad de su conducta. Y ahora una escena. Entre la multitud de una calle de Londres distinguimos a un hombre que está envejeciendo y que posee pocas características que atraigan a observadores desatentos, pero que luce, en todo su aspecto, la escritura de su destino poco común, para quienes sepan así leerla. Es un hombre delgado; su frente baja y estrecha está profundamente arrugada; sus ojos, pequeños y opacos, a veces vagan con aprensión en su derredor, pero más a menudo parecen mirar hacia adentro. Inclina su cabeza y se desplaza con una marcha indescriptiblemente oblicua, como si no quisiera exponer toda su parte frontal ante el mundo. Vigiladlo el tiempo suficiente para ver lo que hemos descrito, y comprenderéis que las circunstancias -las que a menudo producen hombres notables entre la tarea común de la naturalezahan producido a uno aquí. Luego, dejándole caminar furtivamente por la acera, posad vuestros ojos en la dirección opuesta, donde una mujer corpulenta, que ha avanzado considerablemente hacia el crepúsculo de la vida, y que lleva en la mano un libro de plegarias, se encamina hacia la iglesia que está más allá. Tiene ya el semblante plácido de la viudez estable. Sus lamentos se han esfumado o se han convertido en tan esenciales dentro de su corazón, que mal podrían ser cambiados por la alegría. Justo cuando el hombre delgado y la mujer corpulenta están pasando, se produce una ligera obstrucción, lo que lleva a ambas figuras a un contacto directo. Sus manos se tocan; la presión de la multitud fuerza al pecho de ella contra el hombro de él; ambos están de pie, cara a cara, mirándose a los ojos. Tras una separación de diez años, así reencuentra Wakefield a su esposa. La multitud sigue en marcha y arrastra a ambos. La sobria viuda retomando su paso anterior, se encamina hacia la iglesia, pero hace una pausa en el portal y echa una mirada perpleja a lo largo de la calle. Entra, sin embargo, abriendo al tiempo el libro de plegarias. ¡Y el hombre! Con una cara tan extraña que el Londres ocupado y egoísta se detiene a contemplarlo, se apresura a llegar a su alojamiento, cierra de un portazo y se arroja sobre la cama. Los sentimientos latentes durante años ahora irrumpen; su mente endeble adquiere con ellos una breve energía; toda la rareza miserable de su vida se le revela de un vistazo: y llora, apasionadamente, "Wakefield, Wakefield. ¡Estás loco!". Quizá lo estaba. La singularidad de su situación debe habérsele moldeado en tal forma que, considerado en relación con sus semejantes y con el quehacer de la vida, no podría decirse que estuviera sano. Consiguió, o quizá le ocurrió, segregarse del mundo, desaparecer, abandonar su sitio y los privilegios de los hombres vivos, sin ser admitido entre los muertos. La vida de un ermitaño no llega a ser paralela a la suya. Estaba en el bullicio de la ciudad, como siempre, pero la multitud pasaba a su lado y no le veía; podemos decir figuradamente que estuvo siempre junto a su mujer y de su hogar, pero sin poder nunca sentir la calidez de una ni el afecto del otro. El destino sin precedentes de Wakefield fue retener su cuota original de simpatías humanas, y estar aún inmiscuido en los intereses humanos, al tiempo que perdía su influencia recíproca sobre ellos. Sería una curiosa especulación: la de trazar el efecto de tales circunstancias en su corazón y en su intelecto, separadamente y al unísono. Pero, cambiado como estaba, rara vez sería consciente de ello, sino que se creería el mismo hombre de siempre; algunos fulgores de la verdad aparecerían, por cierto, pero sólo por un momento, y todavía seguiría diciendo: "¡Pronto volveré!", sin reflexionar que lo estuvo diciendo durante veinte años. Concibo, asimismo, que, en visión retrospectiva, esos veinte años parecerían escasamente más largos que la semana a la que primero Wakefield limitó su ausencia. Miraría en todo el asunto como sólo un intervalo en la ocupación central de página 13 cuento su vida. Cuando, tras un poco más, creyera oportuno volver a entrar en la sala, su esposa batiría palmas de alegría, al retener al Mr. Wakefield de edad mediana. ¡Caramba, qué error! Si el Tiempo esperara hasta el fin de nuestras locuras favoritas, seríamos hombres jóvenes, todos nosotros, hasta el Día del Juicio. Una noche, en el vigésimo año de su desaparición, Wakefield da su acostumbrado paseo hacia la morada que todavía llama propia. Es una borrascosa noche de otoño, con lluvias frecuentes que resbalan sobre el pavimento y que cesan antes de que un hombre pueda abrir su paraguas. Deteniéndose cerca de la casa, Wakefield advierte, tras las ventanas de la sala en la segunda planta, el brillo rojo, el parpadeo y el relampaguear vacilante de un fuego confortable. Sobre el techo aparece la sombra grotesca de la buena Mrs. Wakefield. La cofia, la nariz, el mentón, la ancha cintura, forman una admirable caricatura, que además baila con la vivacidad y la disminución de la llama, casi demasiado alegremente para ser la sombra de una viuda madura. En ese instante comienza a caer un chubasco, llevado plenamente y con malos modales al rostro y el pecho de Wakefield. Éste queda penetrado por el frío otoñal. ¿Se quedará aquí, húmedo y temblando, cuando su propio hogar tiene un buen fuego para calentarse, y donde su propia esposa correrá a buscarle el abrigo gris y la ropa interior que sin duda ha guardado en el armario de la alcoba? ¡No! Wakefield no es tan tonto. Asciende las escaleras pesadamente, porque veinte años han endurecido sus piernas desde que las bajó, pero no lo sabe. Quédate, Wakefield. ¿Irías al único hogar que te han dejado? Entonces entra en tu tumba. La puerta se abre. Cuando él entra, tenemos un vistazo final de su rostro, y recordamos la sonrisa astuta que fue precursora de la pequeña broma jugada desde entonces a expensas de su esposa. Con cuánta crueldad ha preocupado a la pobre mujer. Bien, una buena noche de descanso para Wakefield. Este feliz suceso -suponiendo que así lo seasólo pudo ocurrir en un momento imprevisto. No seguiremos a nuestro amigo más allá del umbral. Nos ha dejado mucho material para la reflexión, una porción de la cual prestará su sabiduría a una moraleja y será moldeada en una figura. Entre la aparente confusión de nuestro misterioso mundo, los individuos están bien ajustados a un sistema, y los sistemas a otros sistemas y a un conjunto, en el que, por apartarse un momento, un hombre corre el riesgo de perder su sitio para siempre. Igual que Wakefield, puede convertirse en algo así como en el Paria del Universo. página 14 Entrevista más con el apoyo de la comunidad de Paraná y los medios gráficos de la cuidad. C. del T: ¿Y en lo que respecta a tu trabajo como guitarrista? L. CH: En cuanto a mi quehacer con el instrumento, soy guitarrista de un perfil más bien popular, tengo algunas pocas composiciones, y estoy abocado a explorar todo lo que es música con raíz latinoamericana, arreglos sobre música popular chilena, argentina, y el resto de esta parte del continente, sin dejar de lado el tango y otro tipo de expresiones. Próximamente tengo uno de mis principales compromisos en el marco del Festival Guitarras del Mundo en el teatro General San Martín, en Buenos Aires. También me he presentado junto a Juan Falú en tres recitales en Chile, que organicé con el apoyo de instituciones de mi país para poder llevar al maestro a las ciudades de Valdivia y Puerto Mont; y he compartido escenario algunas veces con el maestro Walter Hinze y Carlos Aguirre. C. del T: ¿Por qué te viniste a trabajar a la Argentina? L. CH: Me vine de allí porque la educación no es para la gente que no tiene recursos, y como yo no tengo dinero... Afortunadamente, como soy un poco aventurero y he tenido algo de suerte, encontré semejante Escuela de Música, con una impresionante tradición guitarrística, donde estudia gente de muchos lugares del mundo. He tenido compañeros cubanos como Edel Muñoz González que está viviendo actualmente en Charla con Luis Chávez Chávez Cuadernos del Tábano: Coméntanos algunos de los proyectos que en los que estás volcado en este momento. Luis Chávez Chávez: Ahora mismo estoy terminando mis estudios de guitarra con Eduardo Isaac. Antes he estudiado con el ya desaparecido guitarrista y compositor Walter Heinze, con Silvina López, Ernesto Méndez y otros. Desarrollo también una actividad acá, en la ciudad de Paraná, como productor de un Ciclo con cuerdas que se realiza desde hace cuatro años. En principio surgió como una manera de difusión del Auditorio de la Escuela de Música, que cuenta con más de setenta años de trayectoria, en el anfiteatro Constancio Carmiño. Entre los participantes podemos mencionar artistas de fama internacional como Juan Falú, Eduardo Isaac, Carlos Aguirre, Nora Pushman una guitarrista alemana y el más variado crisol de artistas del medio local, tanto en el género popular como en el clásico. Hemos editado de manera muy austera nuestro primer disco compacto y tenemos un master del segundo, el cual no pudimos editar aún por razones económicas. Todos los conciertos los grabamos y contamos ade- pagina 15 Entrevista España , un importantísimo músico que ganó el Festival de Guitarra de la Habana, y es actual integrante del grupo Confluencia de Cuba. C. del T: ¿Y qué te mueve a organizar un Ciclo como el que nos comentabas al empezar? L. CH: Sobre todo por una necesidad de ofrecer un escenario, o un lugar de encuentro, que tenga continuidad en el tiempo; y casi sin proponérnoslo hemos ido consolidando esta actividad. La otra razón es porque como músico necesito disponer de un escenario donde mostrar mi trabajo, y al brindarles a su vez el espacio a otros músicos se generan vínculos que no se hubieran logrado de otra manera. C. del T: ¿Qué respuesta recibiste del público de Paraná? L. CH: Es relativo, porque a acá en Sudamérica la música no es un bien de consumo masivo. En Europa existe una tradición de pagar la música como un elemento estético, artístico, donde se sabe y entiende que eso tiene un coste; acá muchas veces las necesidades inmediatas son las que obligan en muchos casos a no tener dinero para asistir a un concierto, por lo que hemos tenido que trabajar al comienzo con entradas muy baratas, a razón de lo que es la moneda europea cobramos 2 euros por un concierto de una calidad artística impresionante. Queda claro que esto no persigue un afán de lucro, sino de desarrollar un trabajo y mostrarlo. C. del T: Volviendo a tu tarea individual, ¿cómo llegaste a la música? L. CH: Yo soy músico más bien tardío, comencé a tocar la guitarra a los 17 años, y eso para la música es muy tarde. Afortunadamente desde que comencé con el instrumento siempre estuve estudiando, para mí el hecho de estudiar con gente de la talla de quienes te comentaba antes y ser invitado a festivales como el de Guitarras del Mundo es un sueño, ya que es un evento muy importante, con más de trescientos guitarristas que vienen de distintas latitudes. Yo no soy un músico virtuoso, el trabajo que desarrollo con el instrumento es algo que tiene que ver esencialmente con la constancia, durante años he tocado en la calle para poder sustentarme: cuando vuelvo a la ciudad de Valdivia me encuentro con una frase que acuñé feliz o infelizmente y con la cual todavía la gente me relaciona: "Coopere con la música". Yo salía con mi guitarrita, luchando contra la lluvia, entraba en una farmacia y entonces ése era mi slogan, porque era tal la indiferencia de la gente que no bastaba con el hecho de que vos te pongas a tocar, sino que había que encararlos con un slogan de ese tipo. Cuando llegué a Paraná comprobé que sólo con el hecho de estar parado tocando la gente misma se detenía y no era necesario ese viejo slo- gan que yo traía de mi pago. He viajado en barcos por Chile tocando para turistas, viví temporadas largas en lugares como la isla de Chiloé tocando en Pubs; era mi manera de buscarme la vida. Así que encontrar una Escuela como ésta donde se puede estudiar de manera gratuita con músicos importantísimos, es realmente para mí un premio que no me esperaba, y ahora compartir el escenario con mi maestro Eduardo Isaac es un mérito y un desafío, que me obliga a tratar de estar a la altura de las circunstancias. pagina 16 Entrevista C. del T: Hablabas de tu manera de buscarte la vida, ¿cómo te la "buscás" ahora? L. CH: Uno acá en Sudamérica tiene, casi continuamente, que proveerse de los recursos necesarios para subsistir: yo doy clases, organizo este Ciclo. Tocamos con Fernando Silva en algunos restaurantes durante una temporada, improvisando y haciendo lo posible por entretener a la gente... es un trabajo muy desagradable tener que actuar en este tipo de lugares donde la gente no tiene respeto ni interés. Para mí es como que se bastardea el trabajo que uno realiza, es muy desagradable que vos estés tocando y venga un tipo con un vaso en la mano y te diga "tocate un taaaaaaango", cantate esta o la otra. Aparte vos sabés que no lo podés echar a la mierda porque te están pagando por estar en ese lugar, entonces ja, ja, jo, jo: tenés que tratar de ser simpático... aunque a mí me cuesta mucho porque no soy una persona de carácter tan sencillo. Pero también es cierto que cuando logras encontrar esa veta de conexión con la música no importa nada más, lo único que vale en ese momento es ese sentimiento, ese sonido, esa vibración que te traslada a un lugar que está más allá de las mezquindades y de la necesidad del hereje. Es eso ¿no? C. del T: Estás haciendo algunas cosas en radio. L. CH: Sí, pero no soy ni periodista ni conductor de radio. Lo que siento es un amor con la radio que tiene que ver con mi faceta visual; soy una persona que vibró con los sonidos y mi principal sentido es el oído, no sólo por la música sino también por mi ceguera. Yo si pasa un camión por la calle lo primero que hago no es verlo, sino escucharlo. Cuando iba a la secundaria no hacía música, era optativo, y elegí dibujo; una cosa rarísima, porque no veo un pomelo, veo para el culo. Tenía miedo con la música, me parecía que era más difícil, si bien para mí dibujar no era nada sencillo. Una vez me peleé tanto con la profesora porque era tan malo que me tuve que cambiar a la música, y en el último semestre me encontré con el taller de guitarra y desde aquel momento no dejé más el instrumento. Me obsesioné un tiempo con el tema de hacer canciones, cantaba al amor, los pajaritos, las novias, y también la protesta, porque ese tiempo era el de la dictadura en Chile, canciones en las que protestaba solo... era como decía un amigo mío: soy solista: toco solo, me escucho solo, y me aplaudo solo. Después, de a poco, la música fue ganado un espacio en mi vida y ahora estoy en un estadio que jamás me lo hubiese esperado... ni siquiera me lo imaginé, y creo que eso es lo más maravilloso; el premio al esfuerzo, tal vez sin merecérmelo, sin pretenderlo. C. del T: ¿Cuál te parece la mayor diferencia a la hora de encarar un proyecto a un lado u otro del océano? L. CH: En particular destacaría el esfuerzo que hay que hacer acá para sostener una actividad, me parece que es mucho más difícil, porque acá las cosas son muy frágiles, desde el punto de vista gubernamental hay muy poco apoyo, no generan recursos... no generan nada. Yo trataría de transmitir a la gente del viejo continente el hecho de que cuando a uno más le cuesta lograr sus objetivos, el sabor de éstos es mucho más grande, el saber que no contás más que con tu propio esfuerzo y vocación. Acá hay una enorme calidad artística, pero faltan apoyo y recursos. pagina 17 A pie de escena “Como suena”, Ana y Habib El viernes nueve de Diciembre , a las veintitrés y pico, en el barrio de San Antón, en la ciudad de Alicante, antes Akra, antes Medina (nosequé), antes Lucentum, a un tipo más o menos alto, acompañado de una mujer con los brazos y las piernas en sus respectivos lugares, se le salieron las manos y se fueron a caer en una guitarra; de esta forma, no de otra, acaecieron fenómenos poco singulares que paso a relatar: A una señora de contextura opaca se le erizó un pelo que hasta entonces no imaginaba poseer. Una pareja estuvo algunas horas sin respirar: ni azules se pusieron. Ciento ochenta y cuatro guitarristas se quitaron la vida con métodos diversos pero todos indignados. Los teléfonos perdieron la señal: de insoportables a inaudibles. Un presunto bebedor de fermentados creyó ver cómo los cuerpos se desdoblaban para poder danzar y cantar al mismo tiempo. Los testigos repiten al unísono como posesos: "Puede volver a ocurrir en cualquier momento", al tiempo que son menos las personas que creen en la música ligera. Pedro Coiro (tlf. de contacto: 651630841 Ana) pagina 18 A pie de escena El posible Cíclope, por Nelo Curti A yer, en la honorable ciudad de Barcelona, a las 22:00 horas y 30 minutos, tuvo lugar la representación de "Onetti en el espejo", a cargo del Teatro Circular de Montevideo. El distinguido público barcelonés... -¡Un orujo, por favor! -Aquí tiene. -Gracias... Disculpe, tengo una duda, ¿en Barcelona aún hay cíclopes? - (...) Lo encontré sentado en una plaza; cundo bajó el periódico para darme fuego, pensé: "caramba, cuánto tiempo sin ver a un cíclope". - ¿Quiere? murmuré, ofreciéndole tabaco. - No, gracias m'hijo: sólo fumo héroes. Charlamos un rato. Dijo estar cansado de las grandes ciudades, donde nunca llegan náufragos, y lo más parecido a un aventurero son los vendedores ambulantes. Le pregunté por un tal Onetti, y aseguró verlo cada tanto, asomándose a la ventana para pedir a gritos que lo dejen en paz, que devoraría a quienes se acercasen a su gruta. - Eso no se lo cree ni... - ¿Qué año es? - Dos mil cinco. - Tengo que irme, se me hizo tarde. Adiós. - ¡Se olvida el...! Mi grito cayó a unos metros de su nuca. S emanario "L a Gaceta" Música, teatro, danza y literatura La pianista francesa Berthe Trépat deja la ciudad Condal ONETTI EN EL ESPEJO Una compañía del Nuevo Mundo visitó nuestra ciudad para representar una obra inspirada en las entrevistas que Doña María Esther Gilio realizara a lo largo de treinta y cinco años al célebre escritor uruguayo.-Por Constante Paz Ayer, en la honorable ciudad de Barcelona, a las 22:00 horas y 30 minutos, tuvo lugar la representación de "Onetti en el espejo", a cargo del Teatro Circular de Montevideo. El distinguido público barcelonés disfrutó de la puesta en escena de aquellas conversaciones que la periodista Doña María Esther Gilio y el Premio Cervantes de Literatura Juan Carlos Onetti mantuvieran a lo largo de cinco lustros, premiando la labor de Don Walter Reyno -en el personaje del literato- y Dña Paola Venditto -interpretando a la entrevistadora- con una calurosa ovación. Variopintas botellas, cigarros esparcidos por el suelo, y abundantes libros, decoraban las habitaciones en que los personajes conversaban, pendulando entre la ironía y la tragedia, la seducción y el llanto. Los protagonistas chocan repetidas veces, ya que la provocación es el único medio para traspasar la reserva fronteriza de un Onetti tan distante como escalofriantemente sincero: "mi literatura es una literatura de bondad, y el que no lo vea así es un burro", afirma en un momento de la obra, que finaliza con el escritor recluido en su cama, negándose a abandonarla, sin motivos para celebrar nada ni otra cosa por compartir que su mutismo. Al acabar la representación, un grupo de jóvenes artistas entrevistaron a Don Walter Reyno, quien respondió amablemente a sus preguntas. La Compañía tiene previsto... .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. .............................. "Qué cosas extrañas leen estos cíclopes". Pensé, tirando el periódico al paso de un carruaje, viendo cómo un tipo de anteojos turbios fumaba un cigarrillo, o tal vez un héroe, en la fotografía que estrujaron los veinticuatro pisotones de los seis caballos. pagina 19 A pie de escena Entrevista a Walter Reyno ¡Osvaaaldo!, ¡Osvaaaldo! El público restante distrajo su concierto de palmas; girar y jóvenes encima de butacas revoleando folletos. Un teatro susurrando incomprensión ante los muchachos que, ni sobrios ni deslumbrados, homenajeaban a tan estimado escenógrafo. Yo mismo admitiría una reacción similar, un elevar de ojos, antebrazos que olvidan funciones de sostenedor. Pero todo esto fue después. Antes, que botellas vacías o casi, que inventarse una ciudad, alguna indagación: No señor, olvide el dibujo, ahora el arte lo entendemos de esta otra manera, puede llorar en ese cuartito. No, no se moleste, el error es mío; ché atorrantes, a que ese vino les salió menos de cinco guitas. Lo de inventarse una ciudad no nos quedó tan mal; tuvimos un barrio de balcones que nunca se rozan, o apenas, si ayudados por el desfile de ropas; tiendas ofreciendo con tiza en pizarrón; recovecos de cemento que propician sueños de dudosa profundidad; y al fondo verlo al Cíclope, al Juan Carlos. Pero todo esto fue antes. En el medio dispusimos de una plaza, farolito de luz escasa, banco de madera, tierrita y nosotros sin canicas, esperando el encuentro con el montador de paisajes. -¿El señor Osvaldo? - Efectivamente. Muchachos, ¿les parece si hacemos la entrevista ahora? - Mejor la dejamos para después de la obra, tenemos que arreglar cuentas con el cordón de la vereda, no para de moverse y casi mata al Vecino. - No se preocupen, y denle duro, anoche se las agarró con Walter. Sebastián Miras Cuadernos del Tábano: ¿Cómo surge la idea de teatralizar estas entrevistas?. Porque se hacen muchas adaptaciones de novelas o cuentos, pero esto resulta muy original. Walter Reyno: La treatalización la hizo Hiber Contreris, un dramaturgo uruguayo, que vive en Estados Unidos. Estuvo recogiendo el material de María Esther Gillio, periodista uruguaya, que entrevista a Onetti durante 30 años. De aquí se publica el libro Construcciones en la noche, sobre estas entrevistas, que eran entrevistas mucho más largas. Sobre esto se le ocurre hacer a él una obra de teatro. A esa obra de teatro que él escribió, nosotros la trabajamos, con la directora Patricia Rossi; entonces esa obra que era un poco larga, 64 páginas, la redujo a 32. La teatralizó más todavía, le puso algunas cosas para darle más vida. Porque las entrevistas eran muy literarias. ¿Qué piensa?, ¿qué piensa?. La parte humana se la agregó casi toda Patricia. Un poco así, nos gustó la idea. Somos un grupo independiente de 30 integrantes, donde a alguien le interesa un proyecto, se lee, y se le da para adelante. Cdel T: ¿Es así como se aceptan las propuestas en el Teatro Circular? W.R: Sí, sí, se lee en grupo. Hay una comisión de lectura que filtra un poco, y se levanta la mano, si el grupo dice que sí se elige el director, es algo muy simple, y muy democrático. Todos tenemos un voto, así los viejos de cincuenta año en teatro como los jóvenes con cinco. CdelT: La gira, ¿cómo surge? W.R: La gira fue invitación del Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz, nosotros ya habíamos venido cuatro o cinco veces. Sabían que era sobre Onetti, les interesaba el escritor, nos invitaron, pagaban el pasaje y vinimos, ¿qué más queremos?. CdelT: ¿La preparación en referencia al personaje Onetti? W.R: Hay mucho material, yo no lo conocí a Onetti, él vivió exiliado en España los últimos veinte años de su vida. Pero hay mucho reportaje hecho, ¿viste a Onetti hablando en la cama?, eso está tomado de reportajes hechos por la televisión francesa. Y todo lo que se dice en la obra está publicado, no hay nada inventado. CdelT: Es decir, no hay nada que se haya agrega- pagina 20 A pie de escena do en favor de la teatralización. W.R: No, no, se sacaron cosas y se pusieron otras que él dijo en otra entrevista, pero no se le puso una cosa que él no haya dicho. CdelT: En el final hay una parte que es del Decálogo. W.R: Seguro, la parte final está justamente hecha para terminar un poco el espectáculo pero es también el final de uno de sus mejores libros. CdelT: ¿María Esther Gillio asesoró continuamente la obra? W.R: Claro. Vino con nosotros a España, ella se fue a Madrid, y la encontraremos en París que es donde actuamos ahora. María Esther es una persona mayor, a la que, como buena dama, no se le dice la edad, pero tiene unos cuántos. Es un encanto de persona. La conocemos de hace muchos años, es amiga nuestra. Colaboró también reescribiendo escenas, teatralmente, nosotros ensayábamos y no funcionaba, y ahí era que ella veía y decía: bueno, esto lo podríamos hacer así o asá; porque lo que había era demasiado material. Como buen escritor Onetti hablaba mucho de literatura, y eso para el teatro muchas veces aburre, en el teatro no puede perderse el interés. Nunca lo habíamos hecho en este tipo de teatro, nosotros lo hacemos en un teatro circular, el espectador que está más lejos está a cuatro metros, y eso da una cosa muy íntima, acá los actores tenemos que proyectar, hacer otro trabajo, que a mí no me gusta hacer. CdelT: ¿Esa dificultad la encuentran ahora en Barcelona o también en Cádiz? W.R: No, no, en Cádiz no porque era una sala chiquita. Nosotros trabajamos si es una sala frontal, con cuatro filas de butacas, ésta es un monstruo de grande. Las salas grandes no son para nosotros porque hacemos siempre un teatro muy intimista, de medios tonos, de gestos chicos. Pero bueno, hay que adaptarse, si es este teatro, que así sea. CdelT: ¿No saben previamente las condiciones del teatro? W.R: A veces, pero no exactamente hasta verlo; porque te describen un teatro pero hay teatros grandes que igual dan otra impresión. Por ejemplo, en este espectáculo es muy importante ver el piso, y el piso no se ve prácticamente; el piso está lleno de cigarros, el piso es lo que llaman la alfombra, se ve la contracara. En fin, pequeñas cosas nuestras. La música hoy no salió, tiene mucha música el espectáculo, marchaba mal el aparato. Ustedes capaz que lo ven y dicen está bien igual, pero nos queda la impresión de no poderlo redondear. CdelT: Uno ve la obra, dos actores, acá están ahora desmontando la escenografía, ¿cuantas personas hay? W.R: Ninguna más, y yo estoy ahí ayudando. Ahora porque estoy con ustedes, si no estaba también desmontando. CdelT: Te alivianamos el trabajo. W.R: No, si a mí me encanta ordenar la utilería. Todos tenemos otras responsabilidades. La chica, la actriz, es la encargada del vestuario, lavar y planchar es de ella, yo me encargo de la utilería. CdelT: Lo que comentabas con respecto al trabajo crítico, ¿con la escenografía hacen algo similar? W.R: Bueno, nombramos un director y después el que manda es él. Dice: "Yo nombré a tales de colaboradores. Se terminaron las asambleas. Ya no podemos ponernos todos a opinar". Ahí se dice quién se encarga de la escenografía, las luces, la música. CdelT: Leímos en una nota que la gira se extiende por Latinoamérica. pagina 21 A pie de escena W.R: Sí, ya arrancamos. Estuvimos en Porto Alegre. Tenemos invitaciones para ir a Chile, estaremos en Argentina. Aunque yo soy, como rioplatense, muy escéptico. ¿Vas a ir?, bueno, cuando tenga el pasaje en el bolsillo te digo. Hay otros lugares, México, Costa Rica, pero hay que esperar. CdelT: ¿Se puede hablar de una diferencia a la hora de la atracción que genere el personaje Onetti en Europa y en Latinoamérica? W.R: Sí, por supuesto. Para el uruguayo, se habla de problemas que todo el mundo conoce, las críticas políticas son muchas veces relacionadas con personajes locales. Es una obra que tiene mucho gancho político. Se habla de la dictadura, con respecto a su exilio. CdelT: De todas maneras hay cosas sinónimas que permiten la asociación. W.R: Sí, claro. Pero con los nombres, no sucede así. Si yo digo Bordaberry, no se tiene por qué saber quién es, capaz que es un cantante. CdelT: Por cómo lo trata, un cantante malo, ¿no? W.R: Seguro. Pero claro, allá es mucho más calentito. Las reacciones igual son más o menos similares, el público se ríe más o menos en los mismos momentos, algunos son chistes, algunos no... Que es lo que tiene de bueno esta versión, se habla de un tema tan serio, pero tiene humor. Es importante, más que nada por ser un personaje como Onetti, considerado un tipo muy negro. En Uruguay no es muy querido como persona, como escritor sí. En el Río de la Plata son bastante machistas. CdelT: Han hecho hincapié en el lado irónico. W.R: Él era muy irónico. Pero lo lindo de esta versión, me parece, es que muestra cómo un intelectual, que parece un tipo duro, luego rascás un poco y el almita aparece enseguida, el almita tierna, el tipo sensible. CdelT: ¿Nos contás un poco acerca del Teatro Circular? W.R: Es un teatro independiente, es una cosa rarísima, nadie entiende. Fundado hace cincuenta años, el teatro es nuestro, del colectivo de actores, pero que no vivimos del teatro, ninguno vive del teatro. Yo soy jubilado de gerente de banco. Porque no hay público para poder vivir de la profesión. Para sobrevivir sí, pero te obligan a hacer cosas que yo la verdad prefiero laburar en un banco. Y bueno, tenemos dos salas. CdelT: ¿Cómo es la relación con el teatro El Galpón? pagina 22 W.R: Muy buena. Formamos parte de un emprendimiento cultural que se llama Socio Espectacular. Por una cantidad de dinero, muy poca, como si fueran cinco euros mensuales, podés ver toda la Comedia Nacional, todo El Galpón, todo El Circular. Pero eso nos da la base económica para no tener que estar pendientes del pago de la luz, del alquiler. CdelT: ¿Cuánto hace que están desarrollando esto? W.R: Esto hace como seis años, y tiene buena acogida. Te diría que eso nos dio una perspectiva mucho más importante, porque hace que no estemos dependiendo del éxito del espectáculo al momento de votar una obra. Que a veces pasa. Se puede hacer más distendido. Y se ha generado con El Galpón una relación de hermanos. El Galpón tiene 56 años, nosotros 51. Estamos juntos. El Galpón tiene una sala más grande que ésta, una de 300 y una de 100. Nosotros tenemos una de 240, toda circular, y una de 130, que es más frontal, con un espacio que se cambia, con gradas que se mueven, un día el escenario está allá, otro día acá. CdelT: Bueno, lo dejamos que el escenógrafo agarra una botella y viene a intimidar, estará buscando ayuda. W.R.: Sí, sí. Esperemos que sólo sea eso. cine Aquí, de nuevo, da cabida a el existencialismo más extremo, deja a los personajes en filos resquebrajosos que, mediante tragedia unos, y soledad otros, los sortearán así como pueden. Plantan un puente entre pasiones y opciones, la duda puede. Un ambiente nórdico, desolado y de tundra, nos describe sicológicamente a los personajes masculinos, y esta marca registrará el resto de su interpretación: dos estatuas de mármol en un laberinto. Los femeninos, por su parte, se quieren deshacer de ese umbrío y gélido panorama, una viene de fuera y sigue huyendo; la otra desea desvanecerse, buscar refugio en la distancia, dejando las incestuosas y musicales insinuaciones de su padre, y así lo hacen ambas: es la única luz que se ve. Vuelve a utilizar recursos propios, como marca registrada: iglesia, silencios musicales y música celestial (Bach), fiereza, hermetismo y sobre todo, tragedia existencial. David Barber Bergman y el pathos Ahí el tábano. El octogenario no ha resuelto sus problemas, y se lo agradezco. Cámara en ristre y estructura en mano; para esta película, Bergman utiliza un guión de novelista al uso, con prólogo, 10 capítulos y epílogo. De nuevo da vida a personajes atemporales, con dudas trascendentales e irresolubles; ahí está la magia de Zarabanda. Bach y Bergman se entrelazan y acaban en el mismo momento: nunca o cada vez. A modo de manifiesto Juanantonio Ramírez 1976. Montpellier. François Truffaut rueda L'homme qui plaisait aux femmes. Me comenta en el vestíbulo de su hotel, que él escribe los diálogos de sus películas la noche anterior al día del rodaje. La idea que me transmite es la siguiente: escribir contra la idea, rodar contra el guión, montar contra lo rodado. Empiezo a comprender qué me quiso decir. Han pasado casi 20 años. Meses más tarde. París. Antes de ser devorada por el fuego, la Cinemateque française. Un grupo de estudiantes del IDHEC escucha devotamente a Henry Langlois: en CINE la perfección es la muerte. Hoy tengo 20 años más. He viajado, leído, escrito, tenido dos hijos, divorciado y casado unas cuantas veces más. Alguna vez he descendido al infierno; el recuerdo de esas temporadas me da aún pavor. He desistido de cambiar el mundo, el cine y mi propia vida. No creo en el destino. No me resigno. No me rebelo. Hago una apuesta arriesgada. No creo en la suerte. En cine -como casi todo en la vida- sólo caben dos opciones: o te la juegas o te sirves de ello para ganar dinero. No quiero hacer carrera en el cine: quiero hacer películas. Un lugar bajo el sol. pagina 23 cine Maximalista, fanático religioso. Soy un extremista incendiario. Hablo de sentimientos. Sólo puedo hacer una cosa: apostar a una sola carta. Un solo número. Un solo color. Apuesto. Desconozco completamente el mecanismo de las relaciones humanas mesuradas por el listón del Leviatán. No es así con la narración. Con las palabras. Con las imágenes. Apuesto. Han pasado 20 años. Rodar en cualquier formato. En cualquier eslabón. Captar el mundo en cualquier soporte: Vídeo digital. Kinescopar. 35 m/m. No panorámico. 1: 1'33. Sí al color. Lo aristotélico no es un ideal. Una herramienta más. El naturalismo no es un credo. El psicologismo no es siquiera en la vida misma. La fábula tiene sus propias leyes. Importancia del sueño en la vida psíquica. Correspondencia entre lo onírico y la realidad. Universo de la fantasía y la imaginación en lo cotidiano. El texto es la acción. Abaratar costes. No movilizar 4 camiones para un plano-contraplano de 40 segundos. Austeridad económica. Derroche fabulador. Lo políticamente correcto da grima. Decorados naturales. Atrezzo mínimo. No utilizar luz artificial. Cámara en mano. Altura de los ojos. Privilegiar el plano-secuencia. Los actores son personajes. No tienen por qué interpretar. El rostro y la hechura son el método. Voz en off como última respuesta para un cine extremo. Nada de permisos. Nada de "royaltis". Nada de perdón. No cometer más crímenes en nombre del espectador medio. No copiar modelos autoritarios. Las historias, los relatos son el límite. Las vivencias personales son la fuerza motriz. Escribir con el estómago. Dirigir con la cabeza. Llegar al corazón. Arrancarle un trozo a la vida. Madrid, noviembre de 1994 pagina 24 página 25 cuaderno abierto RESPIRA R El común de la gente cree que respirar es necesario, y por eso lo hace sin darse cuenta. Pero es un juego antiguo (y no sé si complicado) cuyo objetivo, por explicarlo de una manera sencilla, consiste en seguir viviendo el mayor tiempo posible. Es obvio que no sólo de respirar vive el hombre, pero, ¿qué duda cabe?: nuestro cuerpo necesita oxígeno, y hay que tomarlo a un ritmo que puede variar en función de lo que se esté haciendo en cada momento (por ejemplo, el compás de la respiración no puede ser el mismo durante el sueño que durante un coito, excepción hecha de algunos sueños). Ahora: no nos confundamos... hay que tomar aire. Existen otros elementos que contienen oxígeno, pero que no están exentos de problemática para estos casos. Vamos a ver: el agua. A los peces les sirve, pero nosotros no somos peces. Si tienes alguna duda, hunde la cabeza bajo el agua; cuando no puedas más, sabrás que lo que tienes que respirar es aire. La respiración consta de dos fases: durante la primera, algo (que es el aire, y no otra cosa) entra dentro del cuerpo; durante la segunda, algo (que es el aire, pero ya distinto, y no otra cosa) sale de ese cuerpo. Y estas dos fases han de repetirse sucesivamente una detrás de la otra (y siempre una detrás de la otra), desde el nacimiento hasta la muerte. Otra cuestión muy importante es que la respiración ha de ser algo total y absolutamente voluntario. Apenas nos vamos a dar cuenta de que estamos respirando; pero tenemos que ser conscientes, al menos dos o tres veces al día, de que estamos respirando voluntariamente. Esto no es un asunto baladí. Te dirás que no puedes dejar de respirar, que es algo instintivo. ¡Claro que puedes! Podrías hacerlo ahora mismo, si quisieras. Pero tenlo claro: si dejas de respirar, dejas de respirar. Por otro lado, esa aparente involuntariedad de la respiración es algo de lo más hermoso; porque respiramos involuntariamente, pero voluntariamente podemos marcar el ritmo de esa respiración (no obstante, no lo hagas demasiado lento, porque, cuando no te des cuenta, habrás dejado de respirar). No hemos elegido jugar a esto, pero podemos elegir cómo jugar. Cualquier aire no sirve. Has de saberlo, o caerás en el error de ser nadie, de no ser tú. Yo -es sólo un ejemplo, que no tienes por qué seguir- suelo respirar cuando tengo fuego y tabaco a mano; entra en mí ese aire, un poco sucio, y lo devuelvo libre pero ya otra cosa: ráfagas de humo, viento aparentemente palpable, pero que también se desvanece. Si respiras un aire que no te conviene entonces todo se va al carajo. Tienes que saber elegir tu aire. Y ahí es donde viene otra de las grandes dificultades. Es algo harto complicado, encontrar cuál es el aire que va contigo: que huela como a ti te gusta; que no te agite demasiado los pelos de la nariz; que le caiga simpático a tu garganta; que sea no tan denso como para atascarte la tráquea, ni tan sutil como para perder la pista de por dónde anda (podrías morir de asfixia, o de incertidumbre); y luego que los dos pulmones se pongan de acuerdo y decidan admitirlo, a un mismo tiempo. Hay quien no encuentra el aire adecuado en toda su vida. Fíjate en lo que es eso. Es como no haberse enamorado nunca y tener ya seiscientos cincuenta y tres años. Respirar no es sólo respirar; es tu manera de comunicarte con el mundo, de estar en el mundo y que el mundo esté en ti; y a ser posible, transformarte tú y transformar el mundo en ese proceso. Pues lo que te digo: busca tu aire, y llénate con él. Pero no dejes que te posea. Tíralo cuando ya no te sirva. Y vuelve a repetir el proceso. Así hasta el infinito. He dicho infinito, pero cuando veas que ya no puedes respirar más procura cerrar la boca y los ojos; que quien te encuentre no quiera despertarte. Hasta entonces, que entre en ti aire, pero que salga viento; y tampoco sería mala idea que entre todo eso aprendieras a silbar. Quirón Herrador pagina 26 cuaderno abierto DESQUITE Qué pasó con ese tipo que te prendía fuego todo el tiempo, qué hiciste con todas las mañanas, con esas horas llenas de carne, húmedas de pupilas; al principio las bebías, querías no dejar ni los huesos de nada; todo era de carne, y qué hiciste: me perdí. Las piedras eran más blandas que nada, la blandura era líquida y exprimía cada brisa. Cada cuerpo que me pedía que lo destroce era voluntad, regalaba todas mis ganas, la fe esclava; el vino y la calle no eran palabras, se incendiaban todas las emociones, las cenizas las guardaba, las prendía, modelaba una balsa y arriba pude galopar en seco, tantas veces, toda la armonía. Pero después el alma, una cerámica una cerámica que explota vaya a saber en qué momento; allá por el edén, ayer, no importa tanto como saber que ya se irá olvidando. Pedro Coiro DESDE LEJOS No adivino si es la mujer o la tierra, desde lejos no advierto más que un cuerpo. No sé si es montaña postrada o rumoroso valle, o un sexo que se abre o una fuente que brota. Lejos estoy de toda su reposada anchura, de su calor de pechos o de montañas. Vientos le recorren su vientre y sus ojos cerrados, con nostalgias o ausencias que sólo en ella existen. No presiento si es la mujer o la tierra, pero la lluvia a veces la bautiza en un íntimo viaje por los recuerdos, hasta donde se agota su pereza o cansancio o tiempo en el que duerme. Yo no sé si ella sabe si soy hombre o un árbol. No sé si ahora me espera o me ignora. El olvido o el desamor existen. Y se está haciendo tarde. Yo no sé si lo sabe o si lo ignora aún. Duerme allá, donde hay pájaros, la mujer o la tierra. Y no sé si acercarme como otra tierra o sombra a su quietud o beso o silencio. No sé si es posible el amor. Paco Alonso pagina 27 cuaderno abierto VI La mujer de vestido rojo tiene la cara picada de viruela, la mirada humeante por el tabaco, las entrañas familiarizadas con el hierro. La mujer de rojo -diapositiva- tiene tres hijos, dos de su segundo marido y el más pequeño nacido de su actual compañero -diapositiva-. Vivían en un piso de la call Las mujeres de vestido rojo contaminan mi esperma. Odio esta inercia. Odio la desidia. Odio a mis futuras amantes La desidia confirma mi mal aliento, hay un ombligo blanco donde dormita el mundo Paco Granados REMINISCENCIAS "Catástrofe en el sentido literal: la inflexión o la curvatura que hace coincidir, en una misma cosa, su origen y su fin, que hace retroceder el fin al origen para anularlo, deja espacio a un evento sin precedentes y sin consecuencias- evento puro". Jean Baudrilla I La mano aglomerada de oscuro pelaje y piel pulsó el botón rojo y sentenció, con una pupila puntiaguda como único ejército, una masacre despiadada. Luego se escuchó un bramido que acaparó barrios y hasta se entrometió en los dormitorios circundantes, si bien allá, quiero decir en las cabezas, se oyó el eco nauseabundo de una pronunciación muy antigua. Era ya de madrugada cuando a borbotones, una cascada de líquido inundó a varios simios de una de las fosas del zoológico. Yo, por mi parte, solo pude despertar, algo cansado. El papel de periódico reposaba sobre el escritorio, informaba. Varios primates erraban extáticos por el cementerio de Yorkshire. Inglaterrra. Jugaban, calculaban, manipulaban con destreza, restos de esqueleto humano. II Aquella tarde los ciudadanos caminaban inquietos de un lado para otro, como si fuesen recorriendo los pasillos interminables de un laberinto imaginario. La cámara del noticiario hizo un barrido pausado: había lluvia, papel mojado en la calzada, dos o tres manzanas de un barrio bien urbanizado y tranquilo. El resto primeros planos, pura obscenidad: alguien se tropieza, cae y trata de vocalizar algo que se queda en un gruñido espeluznante, empuña la mano con una fuerza colosal y comienza a recorrer la acera, saqueando rabioso las cabezas de los sonámbulos -se fragmenta el laberinto-, vidrios rotos sobre el pavimento. Poco a poco se expande la histeria; otros como él caen; se desgarran las camisas que ya no sirven para nada. Paco Granados pagina 28 cuaderno abierto DE LOS V UESTROS Sería injusto negaros que a veces despertáis mi ternura. Sobre todo algunos días de invierno en que corréis con la cabeza hundida entre los hombros -con pasitos cortospara protegeros de la lluvia, para que el cielo no se os caiga encima. No os puedo ocultar mi sorpresa ante vuestra tenaz resistencia a todo lo que se mueve, la determinación de quietud calma silencio que hay en todo lo que hacéis. Casi os diría que puedo llorar al contemplar vuestra inocencia desconcertada quebrarse al contacto con la vida. Sin embargo, por lo general, os detesto. Sobre todo cuando en un ataque de buenos sentimientos me miráis pensando: "qué pena qué pena". o cuando satisfechos hartos de vosotros mismos leéis esto y decís -siempre de boca para adentro-: "La cosa no va conmigo. Es una pataleta. A fin de cuentas, sigue siendo de los nuestros". J. Manuel Agulles pagina 29 cuaderno abierto V ER Veo el mundo empañado. Este planeta borroso suelta su lágrima para pisar las legañas de los tumultos, para observar el humo desarbolador. Toda la podredumbre me saluda, está educada en la pajarita hecha jirones, está educada en el "hola, quédate para siempre". Y pienso, cómo voy a ser mejor que el que no enjabona sus deseos, cómo voy a merecer más que aquel niño al que dejé mi ventanal bicicleta para ver el mundo aumentado, ni más que su madre que le dice que va a caer mientras pedalea a la marcha de este roedor de libros. Pensar es hacer balanza con las lógicas dispares, tanto como ser un bebé y caminar hasta llegar a mis años cumplidos. Pensar no es saborear o no lo es hasta su resultado y ver, ver consiste en dar la mano para que te devuelvan este paisaje. Alfonso Rodriguez Sapiña TOCA R Toco el cabello que enjabono. Blanco cae a las cañerías. Yo recojo con mis manos espuma, otras manos amigas y restos de mi pasado, que yo también merezco. Toco con mis senderos otros laberintos donde se lee algo de futuro: permanecer mojados hasta que el laberinto se resuelva en pupilas dilatadas, músculos empujando otros músculos y agua envolviéndonos, tapando cada poro con su credo, inundando la piel con su manto transparente, rociando a la salida del sendero más jabón para la carne; pues al final sólo hay eso: carne. Y ya nada queda del pecado. Alfonso Rodriguez Sapiña pagina 30 cuaderno abierto A PUNTES SOBRE EL LUGA R La araña está sobre la calavera. El espejo refleja un rostro que no existe. Un cuchillo reposa su filo en el mantel. Hay un silencio inmundo en las paredes. Existe un que atraviesa el patio. Pasa la araña viento por el ojo de la calavera. La puerta se abre y se cierra interminablemente. Se oyen pasos de inquietud y muerte por la casa. El pozo ya hace tiempo que se ha quedado seco. Un cuchillo desliza su angustia en el mantel. Sale la araña por el otro ojo. Todos los ceniceros con ceniza sin lágrimas. El rostro del ausente ya no está en el espejo. Una puerta se abre y se cierra y se abre. Existe un viento que es de tierra y humo. Los vidrios están roncos de suciedad antigua. Se oyen pasos del muerto por la desnuda casa. Ningún rumor de agua ha quedado en el pozo. Sigue el viejo cuchillo oxidado y con sangre. Existe un aire que atraviesa el tiempo. La botella de vino se ha quedado vacía. Hay un silencio oscuro y verde y con cansancio. El árbol se ha quedado sin hojas y sin sombra. Una puerta se abre y se cierra y se abre. Existe un viento que atraviesa el patio. La silla alguna vez conoció que hubo un cuerpo. El cuchillo asesino gotea en el mantel. El rostro del espejo ya es de frío y ausencia. El pozo ya hace tiempo que está gritando muerte. Existe un viento que atraviesa el mundo. La araña está sobre la calavera. Paco Alonso pagina 31 cuaderno abierto I Desde la montaña se aprecian las ruinas, la ciudad amurallada, los ojos de una niña. Atrás, apenas unos metros, hay agua fresca, recién depositada en un recipiente de arcilla. La leña estructura la inmensidad de aquel refugio. Rojo murmullo en las paredes. El fuego está confinado entre dos rocas de caliza y las palabras suenan como si se pronunciase el mar, la teja, el pájaro y el resto de cosas infinitas. La niña descalza sus pies y mira, con su boca, con sus párpados, mira con sus dedos, con el alboroto frágil de sus cabellos, la ciudad en ruinas, la sepultura clara de los siglos. II Desde que aquel pueblo de indígenas sucumbió, ya no se habla de las almas perdidas, no se nombra a los difuntos, ni se les invoca. Los rascacielos de la antigua selva son hieráticos. En la noche dejan las oficinas encendidas para evitar cualquier reflejo que recuerde a la luna. En este escenario -en aquel que fue, y en este que es hoy- es donde se desarrolla el suceso. La mujer camina arrastrando su frente y todo le pesa en los costados. Su recuerdo le advierte la dirección que ella sigue, cerca del arcén de la autovía del sur, la que baja hasta el puerto. Un coche para y sus luces rojas emergen del pecho de Marta en dos punzadas. Una de miedo. Otra de alivio. Un hombre enchaquetado de salud y de corbata muestra gentilmente su mano. Marta mira a Juan y no le da reparo. Al preguntar por su nombre ella pronuncia con sus labios, "Me llamo Marta, soy una casa encantada". La historia tembló hasta en su última década. El rescate, cada vez, estaba más cerca. Las oficinas, de pánico, se incendiaron. Paco Granados Según una vecina del B. San Antón, los viernes, a partir de las 19:00 hs. en el número 94 de la Calle del Pozo, tienen lugar extranos sucesos. Discusiones interminables, canciones intempestivas, y algún libro que se precipita desde una azotea donde muchas veces quedan poetas, botellas, vasos y otros desperdicios tendidos a la intemperie. Esta viñeta es una aproximación bastante fiel al ambiente de nuestras reuniones. Cada viernes, en nuestro local, nos vemos con el fin de sacar adelante esta revista. LLevamos nuestros t r bajos pero a tambien nuestro hastío semanal. Se buscan víctimas propiciatorias o ejecutores resuel- tos. También i n v i tamos a escritores, músicos y dibujantes con ganas de participar en un proyecto t a n descabellado como cierto. pagina 32 cuaderno abierto CONFUSIÓN Tengo tan poco miedo al desorden como a la muerte y no me hago ilusiones con respecto a ninguno de los dos. Henry Miller 1 Los estantes tranquilos: en uno la postal de un pueblo que se perdió por los agujeros de una época de risa y esquinas embarradas; no mucho más arriba los libros de siempre, insoportablemente fieles, visitados en las tardes de lluvia por ojos que ya les descubrieron las virtudes y las mañas; en el último la fotografía de un muchacho huyendo en bicicleta: nubes, silencio, remiendos, camino, soledad: silencio. Espejos falsos, quiero decirme que son ellos los que mienten, que no es esta duda, este cuerpo menos vivo la traición. En un lugar se pierde un pedazo de la sangre, en la ojeras de lo real queda el tal vez y no regresa, un argumento tartamudo nos alivia de la bronca. Habrá que morderse los zapatos. Vi las páginas gastadas, las calles donde supe a una mujer, pagina 33 cuaderno abierto el viento atrapado en un retrato. Quise respirar, y se llenó el aire de agujeros. Uno, dos, cuatro, cien estantes, mil, acomodados, firmes, andamios de una calma que no puede durar bajo mi pelo. Los calendarios palidecen, varias hormigas desfilan por sus fechas, indiferentes, nítidas... salir de esa ignorancia es el error, la manera de acabar colgando lo que fue en una pared. 2 Quebramos la calma; quisimos ver qué palpitaba tras la pared de humo, y nos vimos de pronto ante un imbécil que decía "tú de verde", "más prolijo", "esperarás un tiempo", "cierra el pico de una vez..." Las santísimas barbas de Dios Padre se llenaron de babosas, las catedrales, las escuelas, hornearon espejismos. DIRECTOR CÓNSUL CATEDRÁTICO Golpee antes de entrar (antes de salir... antes de salir...) - Siéntese, enseguida lo atiendo. La lengua pálida del tiempo salivándole la frente. - Qué le trae por aquí. pagina 34 cuaderno abierto -Su mujer. Me aburre. Quisiera que usted se lo dijera. Será menos doloroso. Cierta gente hasta para enviarte al diablo no pierde los modales. Quisimos ver quién respiraba tras el telón de espumas, y acabamos en la cola para oír el mandamiento capital: NO ¿Alguien se detuvo a imaginar cómo se mueve una semilla? -Haga el favor de no volver por aquí. "No defraudarás", "No defraudarás", "No defrau..." Si sigues, encontrarás tu lecho: limpio, confortable y sin horario de visitas. ¿Eterno? Soy biólogo... las semillas bla, bla, bla. - ¡Te dije que cerraras la boca! Quisimos caminar por las espaldas del absurdo pero antes nos exigieron conocer la raíz cuadrada de 1.237. Pobrecito, era tan noble, tan esmerado para todo. ¡57, 890! bla, bla, bla, ¡NO! No defraudarás, no - Irrespetuoso. 35, 17 10 108 ¡Ahora sí, exacto! sigue y... ¿Y el absurdo? encontrarás... No existe. tu lecho. ¿Alguien se detuvo? Nelo Curti pagina 35 Henry Miller Escritor estadounidense, cuyas obras vitalistas, anarcoides y eróticas desencadenaron grandes polémicas y censuras, pero que a la vez sirvieron para que, a partir de él, el sexo se tratara en la literatura con más normalidad. Nació en Nueva York el 26 de diciembre de 1891, ejerció distintos trabajos y asistió al City College de su ciudad natal durante un breve periodo de tiempo, antes de marcharse a París en 1930 huyendo de la Gran Depresión. En aquella ciudad, en la que residió durante diez años, llevó una vida bohemia, que describió en tres novelas eróticas de carácter autobiográfico, Trópico de Cáncer (1934), Primavera negra (1936) y Trópico de Capricornio (1939). Pasó un año en Grecia invitado por Lawrence Durrell y a su regreso en 1940 a los Estados Unidos se instaló en Big Sur, California, desde donde rememoró su estancia helena en El coloso de Marussi (1941) original guía de Grecia, presentada como el lugar donde es posible recuperar lo que de divino tiene el ser humano. También publicó La pesadilla del aire acondicionado (1945-1947); una trilogía, La crucifixión rosada, formada por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960); Big Sur y las naranjas del Bosco (1957); y el estudio literario El mundo de D.H. Lawrence (1980). Por su vida y obras se convirtió en uno de los máximos defensores de la libertad tanto individual como literaria y su búsqueda de la "salvación" a través de experiencias intensas influyó enormemente en las ideas de la llamada Beat Generation. Los "Trópicos" están consideradas sus mejores novelas por su prosa fluida en la que funde obscenidad y espiritualismo, y salta con gran naturalidad del expresionismo más realista al divismo más simbólico. Su obra ha sufrido los ataques de la crítica feminista, debido a su retrato de la potencia masculina frente al masoquismo femenino. Murió el 7 de junio de 1980 en Pacific Palisades (California). pagina 36 La mordedura de los trópicos por Nelo Curti Estaba ensuciando la cama con mis sueños Henry Miller - "Trópico de capricornio" Comencemos por dejar las cosas claras: Henry Miller es uno de los escritores más hondos de la historia de la literatura; y como a todo aventurero, renovador del lenguaje, se lo admira y desprecia a un mismo tiempo, y se lo lee menos (y peor) de lo que merece. "Habla demasiado de sexo", "No se quita el coño de la boca", "Muy sucio", comentan quienes le echaron un vistazo y huyeron con pánico de monjas hacia obras más amaneradas... parece que todavía hay quien se confiesa después de fornicar. Quedarse con los momentos sexuales del señor Miller es tan limitado como recordar únicamente el alcoholismo de sus personajes, que, además de emborracharse, sufren, viajan, visitan a Matisse, discuten sobre los recodos de la miseria que les tocó roer, divagan, huyen, duermen en las plazas de ciudades tan truculentas como mágicas, sueñan con terminar libros que jamás comenzarán, ríen, caen, y, en definitiva, se dejan vivir. Y tal vez es por eso, porque los hombres de Miller se lanzan hacia rumbos que nosotros, desde detrás de una verdad opaca, sólo podemos anhelar, por lo que los amonestamos, y dejando sus aguijones sobre la mesa silbamos un estribillo de reventa y nos decimos que nuestra ventana propone un paisaje mejor. No debemos olvidar en este punto a la "buena educación", ese tumor anciano, mimado hasta lo obsceno desde hace milenios, determinando la maldad o bondad de las palabras, indigestándose con unas y masturbándose con otras, dictaminando: ¡Hay que hablar bien!, para que Miller conteste, refiriéndose a uno de sus personajes: ni una vez le oí hablar. Era tan elegante, quizás se habría imaginado que era de mala educación hablar en público. Y a él, en su época, no se le perdonó su forma de expresarse, y se me ocurre que aún hoy, cuando se habla de la libertad como de un buen pasatiempo, cuando todo el mundo se dice independiente y después salta hacia el aro, cuando se está menos pendiente y más adentro del estercolero, hoy, repito, tampoco se le perdona. Por eso es que a Henry Miller más que leerlo se lo respira, porque aún tropieza con argumentos de algodón, protestas histéricas, quejas de quienes tal vez, en el fondo, no soporten que hace setenta años un tipo haya robado un cuaderno para escribir un anticipo de sus vidas. pagina 37 Charles Bukowsky pagina 38 Los ojos sucios Es lo que tiene Bukowski: parece fácil, hasta el punto de que algunos, él mismo, a veces, lo consideran simplón . Pero resulta que detrás de esa poesía directa, sin adornos retóricos, se agazapa un animal que merodeó un sin fin de obras y estilos antes de llegar a escribir "puta" o "coño" sin que le temblara el pulso. Además, y pongo el acento aquí, al viejo Hank se lo ha leído la mayoría de las veces con un ojo cerrado, y las palabras tildadas hipócritamente de malas fueron el árbol impidiendo ver el bosque. Si cualquiera de nosotros ofreciese una conferencia bien articulada, con argumentos estratégicamente ubicados, y al acabar lo picase un mosquito y recordase a gritos a Dios, la Virgen y su madre, seguramente el público olvidaría lo anterior para grabar en su memoria al hereje medio ebrio que no se supo controlar y asesinó a un mosquito. Lo mismo pasa con Bukowski. Sus insultos, a pesar de lo sano que es putear, borran la huella de lo otro, lo auténtico, descomunal; y quien blasfeme contra su lenguaje sucio debería abrir los ojos y aplaudir la profundidad, el riesgo, la brutal delicadeza con que nos quiso decir esas palabras que rechazamos porque de entrada, el muy cabrón, nos soltó a la cara que le resultábamos una colección de imbéciles. Que cada cual resuelva si tenía o no razón. Nelo Curti De Madrigales de la pensión Esto es todo lo que sé Esto es todo lo que sé: los cuervos buscan mi boca, las venas están aquí enmarañadas, el mar está hecho de sangre. Esto es todo lo que sé: las manos extendidas están buscando algo, mis ojos están cerrados, mis oídos están cerrados, el cielo rechaza mi grito. Esto es todo lo que sé: los orificios de mi nariz chorrean sueños, los perros saltan sobre nosotros, los locos se ríen, el reloj cuenta los muertos con su tic-tac. Esto es todo lo que sé: mis pies sienten dolor aquí, mis palabras son menos que lirios, mis palabras están ahora atascadas: los cuervos besan mi boca. Charles Bukowski pagina 39 Una palabra sobre los fulgurantes y modernos hacedores de poemas Es bastante fácil parecer moderno cuando en realidad se es el mayor imbécil jamás nacido; Lo sé: he salido impune después de hacer cosas horrorosas pero no tan horrorosas como las que leo en las revistas; tengo una honestidad que me viene de las putas y los hospitales que no me permite fingir ser lo que no soy -lo cual supone un doble fracaso: el fracaso de la gente en la poesía, y el fracaso de la gente en la vida, y cuando fracasas en poesía, fracasas en la vida, y cuando fracasas en la vida, es que nunca naciste, digan lo que digan las estadísticas o el nombre que te puso tu madre. las gradas están llenas de muertos que piden a gritos un vencedor, que desean un número que los lleve a la vida, pero no es tan fácil -igual que con el poema: si tú estás muerto más vale que te entierren y tires la máquina de escribir y te dejes de tontear con poemas, con caballos, con mujeres, con la vida: estás taponando la salida, así que sal rápido y desiste de esas pocas y preciosas páginas. Charles Bukowski pagina 40 Nada sutil No hay nada sutil acerca de la muerte o en arrojar basura, o en las arañas ni en este puñado de monedas de cinco centavos ni en el ladrar de los perros esta noche cuando la bestia sorbe cerveza y brilla la luna y pregunta por mi nombre y me agarro a la pared, sin ser suficientemente hombre para llorar mientras la ciudad vierte su pena en botellas de vino y besos revenidos y los grilletes y las muletas y las losas fornican como locos. Charles Bukowski Los sustitutos a Jack London, cuyos personajes eran heroicos e inauditos, lo mató la bebida. a Eugene O`Neill, que componía obras oscuras y poéticas, lo dejaba inconsciente. ahora nuestros modernos dan conferencias en las universidades con traje y corbata, y los jovencitos sobriamente estudiosos y las jovencitas de ojos vidriosos los miran con reverencia. el césped estalla de verdor, los libros resultan muy aburridos y la vida se está muriendo de sed. Charles Bukowski pagina 41 De Poemas de la última noche de la tierra Acechando en la oscuridad Algunas noches no puedo dormir. por supuesto que haya 3 ó 4 gatos en la cama no ayuda. a mi mujer le gusta subirselos, pero no siempre son los gatos, puede ser cualquier cosa, como darle vueltas en la cabeza a nuevas combinaciones de apuestas en los caballos, o una luna fría, un picor en la espalda, pensar que la muerte aguarda detrás de las persianas o cosas agradables de mi mujer: parece tan poca cosa debajo de la manta, un paquetito, nada más (muerte, llévame a mi primero, por favor, esta señora necesita un poco de sosiego sin mí). Luego suena la sirena de un barco en el puerto. estiro el cuello robusto y levanto la cabeza. veo el reloj: 3:36 de la madrugada. Eso siempre funciona: mirar el reloj. a las 3:45 ya estoy dormido, como los gatos, como mi mujer, todos resguadados por las persianas. Charles Bukowski pagina 42 Fragmentos de Bukowski respondiendo a F. Pivano Pivano: ¿Y qué debo pensar que te hace sentir desgraciado? Bukowski: Ah… conceder entrevistas. Infancia "Mi abuela contaba que cuando yo era pequeñísimo se inclinó sobre la cuna para besarme y yo le solté un puñetazo en la nariz. Probablemente aquella era la primera cara humana que yo veía. Así que, como bien sabes, uno contempla a sus padres y se pregunta qué son esas cosas altas, mudas, que tienen poder sobre nosotros." "Luego se va a la escuela primaria y comienza un viaje de completo horror. Porque hay toda esa gente que tiene tus mismas medidas y todos hacen cosas cretinas: echarse balones encima y gritar. Son idiotas. Yo los miraba y decía: "¿Qué es lo que no les funciona?" y ellos me miraban y decían: "Eh, tienes algo que no te funciona." Así que siempre estábamos así: a un lado la multitud y yo al otro, desde el comienzo. No hay salida. Ocurre lo mismo ahora cuando doy una lectura de poemas, vienen a verme, pero yo soy yo y ellos son otros, y todavía seguimos enfrentados. Y ellos lo saben y hay una reacción. Estoy empezando a escribir una novela sobre esta infancia." "Mis padres no eran simpáticos y cuando me llamaban por mi nombre no quería oirlo. Porque me llamaban sólo para ir a comer o para ir a hacer algún recado o porque había hecho algo malo o porque tenían que pegarme." Bebida "Yo durante mucho tiempo he sido un barfly, estaba allí sentado en el taburete de un bar. Entras por la mañana, te sientas y aveces tienes unos centavos para la primera cerveza y esperas a que alguien te invite. Y yo era un tipo de barrio. Era ese muchachito que mientras que todos piensan en hacer dinero, en buscar trabajo, se pasa la vida sentado en el taburete de un bar. Y bebía, bebía, bebía. […] El bar abría a las siete de la mañana y cerraba a las dos de la noche. Quedaban sólo cinco horas, pero yo salía del bar a las dos de la mañana e iba a echarme y regresaba a las cinco de la mañana. Y cuando el portero, que de día hacía de camarero, comenzaba a fregar los suelos, a las cinco de la mañana, yo me levantaba y llamaba a la puerta y él sabía que era yo. Y todo lo que bebía de cinco a siete era gratis, me servía whisky y lo que fuere, así que cuando comenzaba a trabajar de camarero, yo ya estaba colocado. Se lo debía a la casa. Era simpático. Así que mientras él fregaba el suelo, yo estaba allí sentado y nos decíamos gran cosa, sólo alguna que otra palabra, y él seguía sirviendome whisky y luego decía: "Bueno, Hank, ahora tengo que cobrarte, abro la puerta". Y yo decía: "De acuerdo, Jim, gracias." Así que me quedaba en el bar y estas son las experiencias de un barfly, de una persona que vive este tipo de vida. ¿Entiendes?, ocultándome en aquél bar, no tenía que trabajar ocho horas al día. No tenía que conducir el coche hasta el lugar de trabajo, no tenía que fichar, no tenía que mezclarme con la sociedad." "Tampoco puedo prescindir de beber. Moriría si dejara de hacer alguna de las dos cosas, De una u otra manera moriría. ¿Bebo cuando escribo o escribo cuando bebo? Escribir es el noventa por ciento de mi mismo. El otro diez por ciento es esperar a escribir". pagina 43 Literatura "Me convertí en escritor no tanto porque creyera que podría ser escritor sino porque todos los escritores que conocía y que eran famosos me parecía que no valían absolutamente nada." "Si fuera a ver a los psiquiatras y descubriera dónde se cruzan todos mis hilos, enderezase todos mis hilos, bueno, probablemente comenzaría a dar palmaditas en la cabeza a los niños, a sonreir a los manzanos, y subiría arriba a escribir y escribiría porquerías que nadie querría leer, porque sería lo que todos dicen o hacen o finjen decir y hacer. Cuando subo arriba a escribir es lo que soy ahora, icorrupto. Yo mismo." "Mantener el libro sencillo y hacerlo todavía más sencillo y luego hacerlo todavía más sencillo. Es posible que escribiendo así se acabe por dejar de escribir." "La poesía siempre es lo más fácil de escribir, porque se puede escribir cuando uno está completamente borracho o completamente feliz o completamente desgraciado. Siempre se puede escribir un poema. Así que un poema es algo muy cómodo, es una expresión emotiva que salta fuera. La narrativa, o el relato, debe sentir mucho para escribirlo. Si me siento bien puedo escribir narrativa y si me siento bien puedo escribir poesía. Pero si me siento mal, ¿comprendes?, la unica diferencia es que si no me siento muy bien puedo escribir cantidad de poesías. Y en la mayor parte de mi vida he escrito millares de poemas. Así que puedes darte cuenta de cómo me sentía." "Escribo porque me sale y luego porque me pagan. Quiero decir que escribir es como irse a la cama con una mujer guapa, haces el amor y después uno se levanta y alguien te da dinero. Es demasiado. Se entiende que se coja el dinero, porque hace falta. Todo ahí. ¿Qué más?". "Saroyan era demasiado optimista; y el optimismo es algo nauseabundo. Me hubiera gustado verle enfadado o deprimido y utilizar aquel mismo modo de escribir fácil. Y hay otro, John pagina 44 Fante. Nadie piensa en él. Y quizás sea el que ha tenido mayor influencia sobre mí. Siempre lo digo en las entrevistas, sí. Lo leí cuando tenía unos dieciocho años y me dije: "Éste sí que sabe escribir." Y me gustó tanto, que hace poco me puse a hablar de él y ahora John Martin, mi editor, lo ha reeditado." "Bueno, he leído un poco de Miller, pero no consigo entrar en sus libros, es okey cuando escribe de follar, pero cuando se pone filosófico me duermo." "El hijo de Henry Miller quería conocerme. Decía que yo era el mejor escritor del mundo. Y yo le dije: "Mira detrás de tus espaldas mientras estás telefoneando". Y él dijo: "Oh, no, él está acabado ahora, tú eres la novedad". "Yo pensaba en el hombre vulgar que va a trabajar todos los días. Que Hemingway se quede con sus guerras y con su valor. Yo tengo otras cosas que me suceden a mí y a todos los que están a mi alrededor. Millones de hombres y de mujeres que enloquecen y son asesinados centímetro a centímetro cada día. Aquél era el mundo real. Aquello era la muerte. Porque me sucedía a mí, me daba cuenta, y con más frecuencia de la que quería alguien me decía: "Bukowski, te despedimos." Bueno, no porque no hiciera mi trabajo, porque lo hacía, sino porque me comportaba como si mi trabajo no me gustase". "Hay uno homosexual, Walt Withman, era muy bueno. Tenía aquellos versos largos y se limitaba a dejarlos rodar, ¿entiendes? Pero quiero decir que no me interesaba especialmente, me interesaba sólo su energía siempre en marcha. Pero da un poco de sueño leer aquellos versos largos." V ida "Soy muy cauto en eso de amar la vida, porque si comienzo a amarla, puede burlarse de mi. Así que voy con mucho cuidado. Sigo observandolo todo." "No tengo ideas sobre la naturaleza. Quiero decir que la naturaleza no me proporciona emociones, ¿entiendes? Como las flores y los pájaros y las abejas y la magia de las cosas que crecen. Está todo bien, ¿entiendes? O bien cuando la pantera mata algo, no me emociono. Todo este mecanismo de la naturaleza lleva mucho tiempo existiendo, quiero decir que no me excita demasiado. Es algo así como el vecino de casa, vivimos juntos." "Detesto el césped porque lo tiene todo el mundo, de la misma manera que todos escuchan un determinado tipo de música. A veces, cuando entro a comer oigo ese tipo de música que no me permite engullir la comida. La gente tiene los prados delante de las casas porque no tiene otra cosa que hacer. Tiene su trabajo, de modo que deben hacer algo que no les ocupe demasiado. Así que un césped es una costumbre norteamericana. No sé en Europa, pero aquí todos tienen un césped. Y cuando se tiende a hacer las cosas que hacen los demás, se convierte uno en los demás." "Me parece que la vida está totalmente desprovista de interés, y esto sucedía especialmente cuando trabajaba especialmente cuando trabajaba ocho o doce horas al día. Y la mayor parte de los hombres trabajan ocho horas por día un mínimo de cinco días a la semana. Y tampoco ellos aman la vida. No hay ninguna razón para amar la vida para alguien que trabaja ocho horas al día, porque es un derrotado. Duermes ocho horas, trabajas ocho, vas de un lado a otro con todas las tonterías que tienes que hacer. Una vez discutimos esto con un amigo y vimos que uno que trabaja ocho horas al día con todas las restantes cosas que tiene que hacer, recoger el permiso de conducir, comprar neumáticos nuevos para el coche, pelearse con la novia, comprar pagina 45 comida: a alguien que trabaje ocho horas al día le quedan sólo dos horas o una hora y media libres para sí mismo. Puede vivir de veras sólo hora y media al día. ¿Cómo se puede amar la vida si sólo se vive una hora y media por día y se pierden todas las demás horas? Y esto es lo que yo he hecho durante toda la vida. Y no la he amado. Creo que si hay alguien que la ame es un enorme idiota. No hay manera de poder amar este tipo de vida." "Soy indiferente a la destrucción de la raza humana, me da exactamente igual. Si barrieran de La Tierra a toda la humanidad, no se perdería nada". "Es posible que cuando esté en la tumba las cosas sean maravillosas". Bukowski como una especie de metaliteratura por Juanma Agulles Es imposible imitar a Bukowski. Sin embargo, pasa por ser uno de los autores más (y peor) imitados en nuestros días. Su influencia se deja notar en la peor de las narrativas, aquella que opera un procedimiento falaz con la mirada bukowskiana. A saber: si Bukowski era un borracho, trabajaba como cartero, escribía para revistas underground, pasaba el día en el hipódromo y ostentaba una misoginia no exenta de ternura, con contar historias sobre putas, borrachos y trabajos mal pagados estamos en condiciones de pasar a la historia de la literatura. La influencia se vuelve nefasta cuando los imitadores bukowskianos adoptan el anti-intelectualismo de Hank y pretenden que no es necesario leer más (a veces incluso se vuelve accesorio haber leído a Bukowski para hablar de él). Y, sin embargo, olvidan que el viejo indecente detestó casi toda la literatura, pero salvó unos cuantos (ver el poema que dedica al incendio de la biblioteca de su barrio, por ejemplo). Hay quienes han creído encontrar un atajo para escribir adoptando la pose malditista. Se engañan quienes hacen esto y de paso hacen un flaco favor al poeta Bukowski. Es cierto que su poesía se ha conocido mal en España. Anagrama ha ofrecido mayoritariamente su narrativa que, sinceramente, fuera de "Cartero", "Hijo de Satanás", "Música de cañerías" y "Factotum", muchas veces cae en la repetición extenuante de imágenes ya conocidas, lugares visitados más de mil veces. "Hollywood" es tediosa, "La senda del perdedor" no tiene la frescura de otros de sus libros, "Pulp" es obscenamente mala. Vengo sosteniendo desde hace tiempo que gran parte de la narrativa de Bukowski es metaliteratura. Su alter ego, Chinaski, no es más que un escritor que vive para la literatura, obsesionado por vivir de la literatura. Su periplo por el lumpen norteamericano no es un descenso burgués a los infiernos; Hank viene de allí, habita esos lugares del mismo modo en que se recluía en la biblioteca a leer a Tolstoi, Dostoievski, e.e. cummings, Hemingway… etc. No se va a una pensión de mala muerte para escribir sobre ello: está en una pensión de mala muerte, borracho como una cuba, y lo único que le importa es escribir un cuento y enviarlo a una revista. Así pasa la tarde sin pensar por enésima vez en pegarse un tiro y dejarlo todo atrás. Siempre es la literatura la que justifica y condena al mundo que rodea a ese ser volcado sobre las teclas de una máquina sacada de la casa de empeño unas horas antes. Hank habla de literatura, todo el tiempo. Ataca a los autores que detesta, ensalza a aquellos que le sirvieron de faro, y siempre, por encima de todo, trata de salir del infierno a través de lo que escribe. Como llega a decir: "no hay nada que se muera tan despacio y / con tanta dificultad / como un / escritor". Me parece que Bukowski era un gran lector y que seleccionó muy bien aquello que podía utilizar para dar salida al mundo poético que le iba consumiendo. He podido advertir incluso (no hay evidencias que corroboren una tesis filológica al respecto, ni ganas), el gran parecido entre el cuento de Bukowski "No hay trato" y "Una borrachera pertinaz" de Chéjov. Hagan la prueba. Sin estridencias teóricas, Bukowski lleva a la práctica, desde mi punto de vista, una máxima bien conocida: la existencia condiciona la conciencia y no al contrario. Las condiciones de vida, su relación con el trabajo, están en el centro de su poética. Quizá por ello Sartre definió a Bukowski como "el mejor poeta norteamericano de todos los tiempos", y como recompensa Bukowski hacía decir a uno de sus personajes lo siguiente: "¿Qué es el existencialismo? Pedos de Sartre". La lectura de Hank, de su narrativa sobre todo, me queda lejos ahora. Lo añoro como a un viejo pagina 46 amigo que me despertó a los libros, los suyos, pero sobre todo los de los clásicos. Nunca traté de imitar su voz. Contó su infierno y lo hizo de la única forma en que le fue dado. Tuvo una sola fe, la de la escritura, y se salvó con ella. Nunca me dieron ganas de ir al hipódromo, ni de emborracharme, ni de trabajar de cartero por leer sus libros. Sólo me enseñó que escribir es una condena que se abraza para toda una existencia y que se vive y se muere con eso. Lo demás, no importa. Letra muerta, papel mojado. Corresponde a él despedirse: "me he muerto de hambre por escribir, me he muerto de hambre por ganar 5 malditos minutos, 5 horas, 5 días: sólo quería poner las palabras por escrito; la fama y el dinero no me importaban: yo quería poner las palabras por escrito y ellos me querían en una prensa perforadora o en la cadena de montaje de una fábrica, querían que fuese mozo de unos grandes almacenes." La muerte se está fumando mis puros Bukowsky Bibliografía Novelas escritas entre los años 1971 y1994 (Publicadas en castellano) Cartero Factotum Mujeres La senda del perdedor Hollywood Pulp Libros de relatos comprendidos entre 1967 y 1990 (Editados en castellano) Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones La máquina de follar Escritos de un viejo indecente Se busca una mujer Música de cañerías Hijo de Satanás Libros antológicos de textos y poemas autobiográficos Shakespeare nunca lo hizo Peleando a la contra El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco pagina 47 pagina 48 PUNTOS DE VENTA Tetería del Tábano C/Pozo, 94. Barrio San Antón. Alicante Librería Compas Universidad San Vicente Tetería del Zoco C/García Morato, 22 (ruta de la madera). Alicante Kiosco Menchu C/Calderón de la Barca, 18. Alicante Librería del Plá C/Ingeniero Canales, 5. Alicante Consell de la Joventut d’Alacant C/Labradores, 14 (Centro 14) ¿Colaborar con Cuadernos del Táb ano? Consulte antes con su médico o farmacéutico. Literatura de altos vuelos “Acérquese, Carlos; mire a través de la ventana, ahí está su amor, despreocupándose de tanto daño causado por usted; embelleciéndose el cuerpo al permitir que ráfagas de viento alboroten sus telas. Olvide ya las negativas, el crimen. Entienda que el amor que su hija sintió hacia aquel hombre fue mitad su voluntad y mitad el deseo de contrariarlo, de regocijarse entre esa ilusión, de obtener lo carnal. Sus rayos no pueden abarcarlo todo, Carlos; y esto es sólo la historia de la eternidad..." Nota Aclaratoria: el escrito fue encontrado lamentándose en el pavimento junto a La Tempestad, de Juan Manuel de Prada. Estuvimos días arrojando conjeturas inverosímiles hasta dar con este otro, que aún sobrevive en la mesa de cierta asociación. "Veintidós de diciembre. Dedicado como estaba al recuento de gotas, que iban abarcando a otras no tan impacientes por conocer el final de la resbalada, me fue imposible advertir el curioso proceso que ocurría en los anaqueles. Sólo cuando ganó la última impaciencia, descubrir que un libro extrae de sus vecinos lo necesario para gran-volumen-yexquisitas-referencias. Sacudir la mirada y compro- bar la infamia. Entre algunos otros, Graves se quedó sin su pasaje sobre Afrodita; pobre, fue el primero en sufrir el rapto. Y yo meta gotas, qué descuido, y ahora la tarea inevitable de rellenar, no volver al hurto y rescatar algo de la confusión que estará allá, donde la memoria." Frases que nos ayudan a seguir viviendo "Cuando tenés una vida promiscua, tenés una vida estable" (Nelo Curti, analista de estabilidades). "A mí la universidad sí que me aporta algo... ¿no me va a aportar!: estoy haciendo una hora por día de bicicleta" (Sebastián Miras, estudiante pedaleador). "He soñado que el Puncho tenía un libro en el lugar donde debería estar su hígado; pero a todos nos parecía bien, porque cuando le apretábamos un botón él hacía: ¡ring, ring, ring!" (Boris Garcés, trasladando al lenguaje su resaca).

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