Cuadernos del Tábano Nº 7

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Revista trimestral de literatura Ediciones del Tábano, año II nº7 / PVP: 2.50 euros. Ediciones del Tábano- c/El Pozo nº 94 (bajo)-AlicanteCP:03004 e-mail: editabano@hotmail.com ÍNDICE Cuaderno abierto Benjamín Alvarez San Nicasio Bebedor__________________pág.4 Boris Garcés Juega esta vez_____________pág.10 Metamorfosis______________pág.11 Paco Alonso Canción de la tierra__________pág.12 Taller de textos La panza de las arañas. MeneloCurti__________________pág.24 El verso Menelo Curti_________________pág.25 Preguntar y levantarse. Quirón Herrador______________pág.19 Sección temática La educación____________pág.13 El sótano. Raul Zurita____________pág.26 La tirada inicial de este número es limitada: guarde celosamente su ejemplar; en el futuro será pieza de coleccionista. Redacción: Menelo Curti, Quirón Herrador, Francisco Alonso, Juanma Agulles Ilustración portada: Germán Yujnovsky Ilustraciones interior: Leo Sarralde (SAR), Chema, Germán Yujnovsky Maquetación: Gabriela Jeifetz Apoyo nocturno: Boris Garcés Escritor inaudito: Sebastián Colaboran en este número: Alfonso Sapiña Manuel Parra Edita:A.J. «El tábano» Depósito Legal: A-571-2004 ISSN: 1698-4706 Imprime: CEE Limencop S.L. Las posibles colaboraciones deberán ser enviadas a editabano@hotmail . com , en formato word o a la dirección postal C/ del Pozo, 94 (bajo). 03004-Alicante. Cuadernos del Tábano es una revista independiente. Y , ¿ qué quiere decir eso exactamente?, se preguntará alguien. Pues quiere decir que no respondemos a ningún interés comercial o editorial y que cualquier colaboración en este sentido (venga desde el ámbito público o privado), será exclusivamente como aportación desinteresada al desarrollo de nuestro proyecto. Y punto. En un número anterior decíamos que el mundo, o al menos esa cara del mundo que se asoma cada día a la portada de los periódicos, estaba demencialmente podrido. Hoy el parte es similar: el enfermo no evoluciona. Raúl Zurita, en el Sótano de este séptimo Cuaderno, afirma que vivimos el período más trágico de la historia humana. Y decir vivimos, es decir compartimos, alimentamos de algún modo, por ejemplo callando, o suponiendo que el fogonazo en la pantalla es un efecto más de otra película barata. Nosotros queremos levantar la voz, y, como somos una pandilla de maleducados, hablamos en este número de la “educación” sin respeto por esa diosa postiza y reverencial que es la moderación. Alfonso nos cuenta su paseo por los pasillos de un fantasma lleno de aulas, y la Internacional Situacionista opina con la diplomacia de un león sobre los estudiantes. En fin, que aquí estamos de nuevo, tres meses después del último aguijón, tres meses más viejos, más vivos, tres meses menos blandos, tres meses antes de la próxima aventura. CUADERNO ABIERTO Aviso sobre el cuento que sigue. Cuadernos del Tábano quiere dejar claro que la publicación de “San Nicasio bebedor” se ha realizado sin tener el consentimiento expreso de su autor, Benjamín Álvarez. Hemos tratado por todos los medios a nuestro alcance de ponernos en contacto con él, pero ha sido imposible; quizá por nuestra congénita torpeza a la hora de ejercer funciones detectivescas o policiales. El texto íntegro del cuento ha sido extraído de la revista digital “El mundo del cuento” (www.elcuento.com), y no se ha tocado ni una coma respecto a ese original. Allí figuraba la dirección de correo electrónico del autor, pero “El mundo del cuento” dejó de actualizarse en 2003, por lo que nos ha sido imposible, a través de ese medio, obtener más información sobre el autor de este, a nuestro parecer, gran cuento. Si por una de esas casualidades, por ese azar tortuoso que puebla los rincones de la historia, algún lector conoce al citado autor, por favor que le recomiende, antes de poner el asunto en manos de sus abogados, que hable con nosotros. P.D. Si eres Benjamín Álvarez, lo dicho: que el único afán por publicar tu cuento viene de lo bien que lo pasamos leyéndolo. Como no somos una gran editorial, el pago que podemos realizar es en especias, es decir, con ejemplares de nuestos cuadernos. Así que cuando termines de leer esto, escríbenos para reclamar tus honorarios. El Tábano. El día que la revolución llegó al pueblo a lomos de un caballo, yo había sufrido la última humillación por parte de Don Telmo. Mis arreglos para bajar hasta Villa debieron de llegarle de la misma manera en que se enteraba de todo. De aquel café dependía mi futuro sentimental más inmediato, y cuando vi las pobladas cejas que hacían de alero al inmenso edificio de su cuerpo salir a mi encuentro, sentí que se me escapaba la última oportunidad de ennoviar con aquella maestra. Por razones que no me eran desconocidas había cogido una repentina e inmerecida fama de borracho y bullanguero. A menudo cuchicheaban a mis espaldas la cantinela del palo y la astilla, pero en la triste realidad yo era un tipo de lo más Página 4 moderado. Ocurría que los contempladores de la zona, con su efecto multiplicador, me atribuían poco menos que el milagro del vino: al parecer, no me pregunten cómo, pedía y pagaba un vaso, pero me tomaba cuatro. —Me han traído un nuevo orujo blanco que es una delicia, ya verás —decía don Telmo mientras subíamos las escaleras—. Sólo espero que no sea demasiado fuerte para ti. Su maravilloso licor resultó ser agua, y estoy seguro de que la había bendecido previamente. No recuerdo las veces que tronó aquel horrendo reloj de pared ni el tiempo que me retuvo en el salón de la rectoral. Supongo que siguió instruyéndome sobre los peligros del vino y sobre el rumbo equivocado que llevaba mi vida hasta haberse cerciorado de que ya no llegaría a tiempo de coger el único autobús que pasaba para Villa. Y ni un solo instante dejó de llenarme el vaso con aquel líquido insípido. Salí de allí bien purificado y con la certeza de que me quedaría soltero para siempre. Don Telmo era el último de una estirpe de curas absolutistas, verdaderos virreyes de poblaciones Cuaderno abierto pequeñas y apartadas como Puentecielo. A menudo se vanagloriaba precisamente de eso, de ser único, «un superviviente de la ola de anticlericalismo e inmoralidad que contamina el mundo». No sé si eran sus descomunales dimensiones, su cavernosa voz, o aquel rostro ferozmente severo lo que atemorizaba a la gente, pero lo cierto es que nadie osaba llevarle la contraria; bueno, casi nadie. Llevaba allí poco más de dos años y ya se había adueñado por completo de la voluntad de los más ignorantes, que no eran pocos, para utilizarlos en su cruzada personal contra el vicio. Había conseguido reducir las fiestas del pueblo a los tradicionales actos litúrgicos y procesiones, pues consideraba las verbenas y sus «agarraos» como «una exhibición de la naturaleza libidinosa del hombre». Se había nombrado no sólo fiscal general de las actuaciones de los vecinos, sino también supervisor máximo de sus vestimentas. Cualquier asomo de color era considerado subversivo; tobillos y rodillas desaparecieron para siempre bajo los ropajes y, en el mercado de los jueves en Villa, empezó a criticarse la moda monacal de los puentecielenses. Don Telmo se negaba también en ocasiones a casar a parejas a las que consideraba impuras, que solían coincidir con los casos en los que la novia estaba de muy buen ver. Bajo la apariencia de un simple cura de pueblo se escondía un magistral manipulador de conciencias, un malabarista del miedo: el mismísimo taquillero de la salvación. El único que le hacía frente era mi padre, Nicasio, Casio el chigrero para los amigos. Cuando superaba la docena de copazos de sol y sombra alternaba su horroroso cancionero con las críticas más ácidas contra don Telmo. Si lo veía pasar por la calle, salía como un tiro desde detrás de la barra y decía a gritos: —¡Atención, señores! ¡Por ahí va un viejo cuervo! Con el tiempo, la escasa clientela se había visto forzada a desarrollar una serie de técnicas de disimulo más o menos sofisticadas; los más valientes simplemente miraban para otra parte con gesto pensativo; otros se agachaban a recoger la caja de cerillas que siempre se caía en esos momentos y que parecían no poder levantar; y la mayoría corría al urinario para aliviar sus oportunas urgencias, formando alborotados atascos en la puerta. Pocos meses después de la llegada de don Telmo al pueblo, mi padre decidió modificar, en contra de los consejos de sus incondicionales, el nombre de nuestro negocio. Celebró una especie de comedia de beatificación con una bacinilla y la escobilla del baño y ascendió aquella tiendabar de Casa Nicasio a Casa San Nicasio. Pero sus constantes provocaciones nos estaban costando muy caras. El cuervo se había servido de su palabrería para convencer a medio pueblo de que el chigre era la mismísima morada del demonio y, mi padre, algo así como su embajador en Puentecielo. Las concurridas y violentas tertulias que se formaban a la caída del día y las ruidosas partidas de tute de los domingos habían dejado paso a un triste desfile de los escasos amigos que aún nos quedaban. Los más fieles eran «los doctores», que era como mi padre llamaba a la media docena de octogenarios de vuelta de todo que solían sestear sobre las mesas. Y fue aquel día, cuando me dirigía a casa con el estómago encharcado de agua bendita, maldiciendo a don Telmo y lamentando hasta las lágrimas la ocasión perdida en Villa, cuando me adelantó aquel hombre montado a caballo. En muchos aspectos Puentecielo era una comunidad atrasada, pero hacía mucho tiempo que el automóvil había expulsado al último equino del pueblo. La estampa era novedosa, no sé, tenía algo de esos justicieros de las películas del oeste, con su barba de una semana, su piel acartonada por el sol, y el macuto bien colocado tras la silla. Enseguida se perdió tras unas casas, pero, poco después, al pasar junto a la vieja cuadra que tenemos junto al chigre, pude ver el brillo de los ojos del caballo y la luz palpitante de un cigarrillo sobre un montón de paja: mi padre le había dado alojamiento. —Se quedará poco tiempo, sólo está de paso —me dijo—. Pidió que le dejara dormir en la cuadra y eso no se le niega ni a los perros. —Es un tipo muy extraño —contesté—. Además, estaba fumando allí dentro. Todavía vamos a quemar todos con él. —¿Extraño? ¿Extraño, dices? ¿Y no es extraño un pueblo que se deja envenenar por un... cuervo? Prefiero echarme al monte con un caballo, como él, y que me consideren un chiflado, antes que Página 5 Cuaderno abierto contemplar un día tras otro a ese rebaño de cobardes pasar por delante de mi puerta. Mi padre tenía muy buen concepto de sí mismo; siempre decía que de haber podido estudiar hubiese llegado a ministro. No sé si tan lejos, pero debo reconocer que los mítines que daba desde lo alto de la barra eran muy aplaudidos. Tenía la sensación de que bastaba con que dos o tres personas plantaran cara abiertamente a don Telmo para que el resto del pueblo sacara la cabeza del embozo, pero nadie quería ser el tonto que llevase el primer bofetón. Al día siguiente era Domingo de Ramos y teníamos la obligación ineludible de asistir a la misa de las doce. Al salir de casa comprobé que el jinete misterioso no estaba en la cuadra y que, sobre la gran puerta corredera, colgaba un cartel mal pintado a mano que decía: «HOTEL SAN NICASIO». Si había algo que irritaba a don Telmo el Domingo de Ramos era «que los vecinos convirtieran la casa del Señor en una selva», y por eso había fijado con precisión el tamaño máximo de los ramos: éstos no debían ser mayores que un antebrazo, o mejor dicho, que su antebrazo. Era esperpéntico ver a toda la parroquia esperando para entrar en la iglesia con aquellos ridículos ramitos que apenas semejaban puñados de perejil. Pero nada de risas, nadie se lo tomaba a broma. El año pasado el cuervo había interrumpido la misa para bajar a partir en dos el ramo excesivo y exuberante de un despistado, que a punto estuvo de ser condenado a los infiernos allí mismo. De hecho, ésa era su tortura favorita, abroncar a los pecadores delante de todos sus convecinos. El sermón del día resultó ser, con más o menos guarnición, el mismo de siempre. La doctrina de don Telmo era tan ridícula como poco desarrollada; todo se reducía a llevar una vida a imagen y semejanza de los santos: «Ellos constituyen el modelo que debéis seguir para alcanzar la unión con Dios Nuestro Señor. Si ellos no bebían, no bebáis vosotros. Si ellos eran castos, huid del fornicio y los pecados de la carne...». Pero claro, ¿de qué santos hablaba? Al principio la gente no conocía otros que los que daban nombre a las fiestas de la zona, y, desde luego, no estaba al corriente de sus avatares Página 6 biográficos. Ante tamaño desconocimiento, el cura había repartido generosamente por el pueblo diversos libros, sufragados por el cepillo obligatorio, que recogían la vida y milagros de algunos de los santos más mentados en los cagamentos. De paso, dejó caer sobre los receptores la amenaza de un examen final a la fecha de devolución. No es extraño pues que, a partir de entonces, Puentecielo se convirtiera en el pueblo más iluminado de las noches de la comarca. Con la madrugada bien avanzada se podía ver luz en las casas de los vecinos más hambrientos de conocimiento, que se afanaban por descubrir qué habían hecho Antonio, Pablo o Mateo para figurar en todos los calendarios. Algunos se sumergieron de tal modo en el aprendizaje que incluso decidieron pasar a la práctica. Así, corrieron rumores sobre Benito Anes, un dinamitero jubilado al que se atribuía la curación de una de sus gallinas a través de una especie de imposición de manos. En unos meses había pasado de figurar entre los seres más asilvestrados y vocingleros del lugar a portar un semblante reflexivo que, de no abrir la boca, le haría pasar por un sabio de la Grecia clásica. Y en ésas estábamos, con el silogismo telmiano «si ellos... nosotros... entonces», cuando, ante el asombro general, se abrió la puerta de la iglesia y entró el extraño. No sé si causó más sorpresa que alguien interrumpiera la misa o que lo hiciera portando un «ramo» de eucalipto de al menos tres metros de altura. Entre los murmullos de la gente vino a sentarse en la última fila junto a nosotros, golpeando sin querer con aquella lanza una de las paredes y provocando una lluvia de trocitos de cal. Don Telmo primero enrojeció y luego ordenó silencio a voces; después continuó titubeante con su monserga. Sin embargo, no se atrevió a dedicar ni una sola palabra al forastero, y mucho menos a tronzarle el ramo. Había algo en la cara de aquel desconocido que aconsejaba tomar ciertas precauciones con él. No era un tipo convencional, y era de esperar que sus reacciones tampoco lo fueran. Mi padre lo contempló lleno de satisfacción; en aquellos momentos estoy seguro de que era feliz como no lo había sido desde la muerte de mi madre: había encontrado al santo al que emular. Durante el resto del día el incidente fue objeto de múltiples comentarios en todo el pueblo. Por Cuaderno abierto la tarde el chigre registró un lleno inusual. La gente venía con la idea de ver más de cerca al temerario, pues a esas alturas todo el mundo sabía ya que se hospedaba en nuestro hotel. No sabíamos ni qué comía ni dónde pasaba todo el día, sólo que la luz de su cigarrillo volvía todas las noches. Debieron de transcurrir veinte o treinta cajetillas cuando, por fin, llegó el día más esperado por mi padre. Se cumplía un año desde la inauguración de la obra que iba a colocar definitivamente a Puentecielo en la modernidad: el sistema de abastecimiento público de agua. La obra había sido realizada por la empresa de un primo de Albino Pistón que había hecho fortuna en la capital gracias a dudosas adjudicaciones. Amante de la juerga como nadie, había enviado varias pipas de la mejor sidra, contratado a un dúo de acordeón y batería y hecho los arreglos necesarios para que se celebrara por todo lo alto el aniversario. Esta vez don Telmo no podría hacer nada para evitarlo, porque el constructor estaba todo lo bien relacionado que están los tiburones como para no consentir que un cura estropeara sus planes: su nombre debería sobrevolar todo el valle entre vítores y aplausos. Casi se podían oír los dientes del cuervo rechinando de rabia mientras contemplaba, torpemente escondido tras las cortinas, los preparativos de la fiesta. Quiero creer que fue casualidad, pero el caso es que apenas había comenzado a correr la sidra y a sonar la primera pieza cuando, en cuestión de segundos, empezó a caer uno de los mayores aguaceros que se recuerdan en Puentecielo. En un momento cesó la música y la gente se lanzó al húmedo rescate de empanadas y tortillas. Luego, unos huyeron hacia sus casas y muchos vinieron a refugiarse al chigre. Llegaban salpicando y corriendo en posición encorvada, como si agachándose fueran a impedir que el agua les alcanzase. La figura del cuervo, henchido de satisfacción, era ahora perfectamente visible en la galería. Incluso me pareció oír el eco de sus carcajadas bajo el crepitar de la lluvia. Mi padre intentó que la fiesta no decayera y sacó de la trastienda unas botellas del vino artesanal que utilizaba para combatir los peores ataques de melancolía. —Esto va de mi cuenta, en honor a San Nicasio —dijo. La gente, sin embargo, no parecía estar muy animada; sólo la lluvia inmisericorde los mantenía allí. Pero el vino comenzó a circular poco a poco, casi con desgana. Justo cuando mi padre se estaba encaramando a la barra para avergonzarnos con una de sus espantosas canciones, sonó la campanilla de la puerta y entró nuestro huésped completamente empapado. Llevaba puesto un viejo abrigo que le llegaba hasta la mitad del muslo y un sombrero de pescador que desentonaba claramente con el resto del conjunto. Desde luego, sus ropas parecían regaladas o robadas más que compradas con cierta intención. Estaba pingando, y enseguida se formó un pequeño charco a su alrededor. —Pase, hombre, tómese un vino revoltoso de éstos, que la casa invita. Que no nos vea el cuervo Página 7 Cuaderno abierto amargados —dijo mi padre, al que tan sólo le faltaban unos sorbos para perder la poca diplomacia que tenía. El hombre se acercó a la barra, cogió su vaso de vino y fue a sentarse en la pequeña mesa en la que el panadero solía dejar los encargos. Ni siquiera se quitó la ropa mojada, ni retiró los restos de harina de la mesa; se limitó a escrutar el vino, como si buscase algo en su interior. Un hilillo de agua caía directamente de su sombrero al vaso. Levantó levemente la cabeza para mirar al personal y rápidamente todas aquellas narices encendidas apuntaron en otra dirección. Esta vez no hubo nadie que pudiera evitarlo; desde lo más alto de la barra empezó a escucharse: «Pa que no nos llamen vagos, hemos salido a pescar, una merluza traemos, pero que no es de la mar, fue pescada sin anzuelo en el chigre del Tronquín, entre botella y botella de sidra y un centollín». Y en el momento en que el solista levantaba su vaso para lanzar sus vivas y mueras habituales, se abrió la puerta con gran estruendo y entró don Telmo. El cuervo nunca había puesto los pies en el chigre desde su llegada al pueblo. Algo raro debía de haber ocurrido para que se atreviese a hacerlo en un día como aquél, con un buen número de puentecielenses envalentonados por el vino. —¿Quién ha sacado las imágenes de la iglesia! ¿Quién! —gritó fuera de sí enfurecido. Parecía haberse arrojado vestido a una piscina. Al subir a la iglesia me he encontrado las imágenes bajo la lluvia en medio del prado. Tendremos suerte si no se estropean y ... ¡Quiero saber inmediatamente quién es el responsable de esta profanación! Los efectos del vino parecieron desaparecer y las miradas se clavaron en lugares inexplorados hasta entonces. Nadie se atrevía a mirar a don Telmo a la cara en aquellas circunstancias, y mucho menos a decir algo. Entonces escuché por primera y única vez la voz del extraño. Sin levantar la vista de las profundidades de su vaso, con tranquilidad, dijo lacónicamente: —Si nosotros nos mojamos, ellos también. Hubo un momento de pánico y hasta la lluvia pareció dejar de escucharse. El cura se quedó allí de pie, mirando al forastero con gesto estólido. Y entonces, desde detrás de la barra, surgió una risa, primero contenida, luego desatada y, finalmente, enfermiza. Al momento se oyó otra, y luego otra, y otra más. En mi vida, ni aún hoy, he visto a nadie reír de aquella manera. Unos caían de rodillas sujetándose la barriga con las manos, como envenenados de risa; otros se retorcían, lloraban y emitían agónicos gemidos; y los menos acostumbrados, simplemente, tan sólo acertaban a abrir la boca para decir entre soplidos: —¡Ay!... ¡Ay, Dios mío! Eran unos famélicos de risa dándose un festín. No recuerdo haber visto salir a don Telmo; sólo sé que desde aquel día las cosas empezaron a cambiar en Puentecielo. Con la llegada del otoño el cuervo voló hacia un nuevo destino y el pueblo comenzó a recuperar poco a poco sus pecados. En cuanto al justiciero, nadie volvió a verlo nunca más, pero todos los viernes brindamos en su honor con aquel vino cantarín. Benjamín Alvarez (2003) Página 8 Cuaderno abierto Página 9 Cuaderno abierto juega esta vez Si sientes que no te queda más remedio que seguir viviendo, que seguir sintiendo esto: canta corazón, no busques más ni a dónde ir ni qué buscar, que la verdad la llevas tú y éste es tu cuento; juega de una vez a ser el rey de tu reino. Y que la calle es una herida abierta bien, bien ya lo sé; un lugar donde todos van hacen lo suyo y una vez que ya están todos con el pecho bien deshecho de girar y transpirar se tragan todo; van aclimatándose a la tempestad, alimentándose de una verdad insípida y mezquina. Mas está bien, ya aprenderemos a sentir sin padecerlo, con todo el polvo y todo aquél que quiera respirar un poco a contratiempos, y amanecer a la deriva luces de la ciudad. Y si sientes que no te queda más remedio que seguir sintiendo entonces ve y tómate el día, o como quieras, ya sabes que el sol vuelve a salir a quemarte en la piel, a quemarte en la piel aunque no quieras. Y sé que cada vez te cuesta más andar con tanto, tanto ruido en la balanza, y que más de una vez ya fuiste a dar tu corazón, mas no diga nada quien me vio llorando. Si sientes que no te queda más remedio que seguir viviendo, que seguir sintiendo esto: canta corazón, no busques más ni a dónde ir ni qué buscar que la verdad la llevas tú y éste es tu cuento; juega de una vez a ser el rey de tu reino. Boris G.V. Página 10 Cuaderno abierto Por los alivios dulces de tu corazón se agita el gesto vago que te di, amor, amor descocido y alado te perdí, y en la metamorfosis de nuestro dolor estalla el vértigo que da sobrevivir, seguir viviendo al borde del estar y sonreír. Llega como la brisa que se va, lanzándolos al viento a los arabescos que de mí, y al viento se van mis penas, al miedo de estar adelgazando así, zozobrando tanto, misterios del cristal, apenas muriendo de sed. Por los alivios dulces de tu corazón se agita el gesto vago que te di, amor, amor, que no guardó rencores para mí, y en la metamorfosis de nuestro dolor estalla el vértigo que da sobrevivir, seguir viviendo al borde del estar y sonreír. METAMORFOSIS Boris G.V. Página 11 Canción de la tierra Cuando hablo de la tierra digo de texturas y de superficies, de sedimentos y espesuras, raíces y asperezas. Cuando hablo de la tierra establezco y afirmo lo que es como órgano y como vientre, como es la tierra en piel y en célula o temblor. Cuando hablo de la tierra estoy tocando sin vergüenza un cuerpo y un alma que se extiende, y una noche que ahora oscurece los recovecos que quedan en la orilla. Cuando, más allá de donde chocan las piedras con el agua, aumentan las simientes su incesante equilibrio, hay la respiración del cuerpo físico y el resuello de alma, y un transcurso de tiempo. Cuando entreveo la tierra pienso en un mar temible, en una circunstancia que salta y estalla con el ojo o la mano o la vértebra. Cuando en la tierra respiro aún sé que hay árboles con hojas y pájaros y peces, o sobresaltos de lluvia detrás o por encima de las noches de frío plenilunio. Si a mi pulso o mi pierna y a mi corazón se le aproxima el cúmulo de la hojarasca, o la sombra o el polvo, reconozco las físicas membranas con interés de hombre, y soy de barro definitivo cuando sueño o duermo en la tierra. Paco Alonso. Página 12 t e m a la educación "Los exámenes distraen a los estudiantes de sus verdaderos intereses. Éstos no deberían tener más de dos pruebas durante sus años en el colegio. Yo les daría seminarios y, si de verdad parecen interesados y escuchan, les concedería sus diplomas." Albert Einstein Introducción a una pregunta quemando libros de “Historia”, caminando carreteras, bebiendo una cerveza junto al verso que me desvirgó. Voy a equivocarme, dejando por un No descubren tampoco que si para algo momento a un lado están las “grandes la literatura. verdades” y los ""Debido a su situación de extrema pobreza, el Llevo años, (y las tipos serios que las estudiante está condenado a un cierto modo de paredes llevarán vociferan es para supervivencia muy poco envidiable. Pero, siempre siglos), escuchando contento con su papel, convierte su trivial miseria que cualquiera se a los estudiantes de en "estilo de vida" original: el miserabilismo y la adjudique el todo tipo de bohemia. Ahora bien, "la bohemia", lejos ya de placer de enviarlos ser una solución original, nunca es vivida “carreras” renegar a la mierda y decir auténticamente sin haber roto de forma completa de sus profesores y que no, que este e irreversible con el medio universitario. Sus universidades y planeta gira y partidarios entre los estudiantes (y todos se jactan rutinas. de serlo un poco) no hacen más que aferrarse a una porque gira Parece algo versión artificial y degradada de lo que, en el mejor cambia y porque innato a este tipo de los casos, no es más que una mediocre solución cambia de gente criticar lo individual. Merecen hasta el desprecio de las desobedece lo ancianas de campo." que se tragan, absoluto. maldecir el dedo en Por eso, porque (Sobre la miseria en la vida estudiantil. que se sientan. este globo Internationale Situationniste) Uno se encuentra misterioso con ellos y por modificándose nos alecciona, me inercia pregunta: “¿cómo va?”, y la cara de desconcierta que alguien diga “esto es hastío es automática; la cabeza se les basura” y minutos después se mate (en el desorbita y de la boca sale un “¡puaf!” que te sentido más trágico de la palabra) por despeina. conseguir la aprobación de esa inmundicia. Muy seguido se extrañan: “¿dejaste de Nos queda (menos mal) la suerte de que los estudiar a los catorce años?”. Parece como si árboles repiten su mensaje y la ciudad su queja, una pirámide se moviera, como si reverdeciera nos queda el pataleo del océano, la luna como un hombre muerto. una seña intacta, la muerte permitiendo que Lo que no descubren es que entonces nada se termine; nos queda un “basta” debajo verdaderamente comencé a aprender; de la manga. fumándome un cigarro con el vendedor de Este prólogo a la duda es una pista; la diarios y discutiendo con el hijo del soldado, pregunta no la escribo: es tarea de “otros” exponer la digestión de lo “pensado”. Menelo Curti. Página 13 La educación SOBRE LOS ESTUDIANTES Hay algo que se omite sistemáticamente cuando se habla de la educación: la condición ilusa de los estudiantes. La discusión, en casi todos los ámbitos, se centra en la oposición educación pública / educación privada, o educación laica / educación religiosa, sin llegar a cuestionar los términos previos en los que tendríamos que centrar la crítica. Es decir, habría que cuestionar, de entrada, la condición del estudiante, su estulticia y colaboración con las instituciones que van a definir su tránsito hacia un mercado de trabajo que espera con las manos abiertas para echárselas al cuello. El estudiante en este país (suponemos que en otros también) sufre la endeblez mental suficiente como para tragarse la fórmula básica de economía política educacional: a una mayor inversión en estudios (carreras, posgrados y masters) le sigue una mejor inserción laboral (y, por tanto, categoría salarial). Quizá esta supuesta ley se cumpla cuando previamente se cuenta con la posibilidad de una inversión en estudios duradera, y de los contactos necesarios como para hacer valer los títulos conseguidos. La operación mental que un estudiante consecuente realiza cuando intuye las dificultades para conseguir un empleo se resume en una conclusión: seguiré estudiando hasta encontrar un trabajo acorde con mi categoría. Primer error: «seguirá estudiando» siempre que sus condiciones económicas lo permitan y, en eso, los ahorros y la cuenta corriente de los papás (a veces también sus incursiones en trabajos precarios y temporales), influirá definitivamente en sus opciones de perpetuarse como eterno estudiante. Segundo error: la «categoría» de los trabajos no se define por la pericia o los conocimientos atesorados: ver si no la cantidad de estúpidos y estúpidas que ostentan cargos de responsabilidad muy bien pagados. Evidentemente hay otras variables en juego que al estudiante no se le escapan, pero que evita mencionar, a modo de tabú, para conjurar los fantasmas de su futura proletarización. El estudiante parte de una premisa fundamental que es la observancia del sistema educativo. Puede ser crítico con algunas estructuras y políticas educativas, incluso con algunos conocimientos que tratan de transmitirle, pero sin cuestionar jamás aquello que funda su condición de «estudiante»; es decir, el papel de trabajador a tiempo Página 14 completo (sin salarios conocidos) para la reproducción de determinados conocimientos y el mantenimiento de una burocracia de la educación. Conocimientos y burocracia que, cada vez más, están dirigidos hacia la consecución de herramientas útiles para la inserción estudiantil en el mundo del trabajo asalariado. El estudiante es un trabajador miserable que cree ser otra cosa que un trabajador y vive en la ilusión de no serlo en absoluto, amparado en un paréntesis mitológico que toma el nombre de «periodo de formación». En esa ilusión de primaveral presente, la crítica siempre cabe en sus formas más triviales, y no como cuestionamiento integral de un conjunto de relaciones sociales que relegan al estudiante a la categoría de mono de feria, que aprende trucos por repetición antes de saltar a la pista central. El individualismo asocial ha calado profundamente en el cálculo de las posibilidades que ofrece la llamada formación, y así el cuestionamiento colectivo —que tendería a poner a todo estudiante a un lado u otro del conflicto capital/ trabajo— se diluye en un magma de opciones personales y diversificaciones curriculares. La supresión de este cuestionamiento previo es un primer paso para adquirir una habilidad considerable en omitir cualquier tipo de cuestionamiento. El adiestramiento en la adquisición silenciosa de supuestos conocimientos o en la crítica superficial, es parte fundamental de la formación de una futura fuerza de trabajo «creativa», «flexible» y sumisa. En algunos casos, el advenimiento de cierta lucidez, la entrevisión de estas contradicciones, lleva al postramiento del estudiante, a la aparición de actitudes depresivas y negadoras. Pierde el sentido de lo que hace pero no puede dejar de ser lo que hace. Doble explotación mental y corporal que tiene su espacio privilegiado en las aulas. El progresivo vaciamiento de éstas en el ámbito universitario, por ejemplo, ha llevado a experiencias policiales irrisorias que tratan de hacer obligatoria la asistencia física a las clases (con recogida de firmas y fichas con fotografías incluidas). Los gabinetes psicológicos y las oficinas de colocación laboral son, como el «poli bueno», una vía de normalización para los desequilibrios y tensiones que surgen de esta situación. Entonces, ¿por qué seguir estudiando? Quizá, para explicar esta deriva, habría que añadir a las burbujas financiera e inmobiliaria otra más: la burbuja educacional. La sobrevaloración durante los años 80 de las bondades de una educación universitaria que llegaría hasta los más recónditos lugares de las llamadas clases trabajadoras, fue acompañada en este país por el acometimiento de la reconversión industrial y la progresiva precarización del mercado de trabajo con la colaboración inestimable de los sindicatos mayoritarios. Así, se producía una tensión constante La educación entre las espectativas de promoción social a través de mano de obra inmigrante en edad escolar, junto con una formación superior generalizada y las el aumento de la población carcelaria inmigrante en transformaciones en el mundo laboral que requerían la edad productiva, nos da pistas en cuanto al corte de una mano de obra educada en los valores burgueses reaccionario que han tomado las discusiones y y sometida. Poco a poco, y presionada por las continuas prácticas en torno a la educación. Sumisión de la fuerza de trabajo a las nuevas crisis, la ilusión se fue diluyendo, y las distintas variantes de la Formación Profesional vinieron a decir condiciones de explotación o encarcelamiento, éste parece ser el a los estudiantes progr ama provinientes de "...el estudiante no deja de ser parte fundamental en el ámbito educativo a las clases de la producción en cuanto futuro obrero sin conciencia" seguir y para el trabajadoras: que la masa «dejaos de universidades y estudiad un oficio si queréis salvaros». estudiantil reserva (cuando lo hace) una crítica tibia, Sin embargo, las clases medias y las clases trabajadoras penetrada por multitud de oposiciones o resistencias aburguesadas siguieron pensando que la F.P. destilaba parciales y fragmentadas, que no terminan de alcanzar cierto tufillo a derrota y que sería, en todo caso, para el problema central de las condiciones de vida aquellos que por alguna malformación congénita se existentes y el potencial de cambio que tiene su puesta apartaban del itinerario educativo que debía culminar en claro. Los estudiantes tienen que profundizar en las con un título universitario. A través de esta visión y la paulatina contradicciones a que les lleva la imposición de unas privatización de la educación, se ha ido formando en determinadas relaciones sociales y una economía este país una subclase estudiantil, esencialmente política concreta. La premisa que debemos tener en conservadora en sus planteamientos, atenazada por cuenta es que el estudiante no deja de ser parte un futuro que rara vez los contempla como otra cosa fundamental en el ámbito de la producción en cuanto que no sea carne de cañón para el mercado de trabajo futuro obrero sin conciencia; y es parte esencial del flexible. Por otro lado, rara vez se muestran de otra ámbito de la reproducción como consumidor de forma. Carecen de conciencia y su práctica colectiva conocimientos e ideología disfrazada de ciencia que más generalizada se da en el ámbito de la reproducción perpetúa a toda una clase intelectual en sus cómodas más sumisa que fundamenta simbólicamente su cátedras. Los estudiantes, además, saben perfectamente condición de estudiantes necesitados de recreo. Sus fiestas universitarias, su candidez y su epicureismo mal cuáles son las contradicciones que surgen en su entendido, son el síntoma del desarme de cualquier práctica cotidiana. Sus problemas económicos de potencial crítico que residiese en el medio estudiantil. supervivencia, la dependencia enfermiza del poder Este desarme de la crítica es, además, muy paterno, la negación como recurso ante la propuesta propicio para la aplicación sin apenas resistencias de de un escenario donde habrán de finalizar sus las políticas más punitivas en el amplio espectro de estudios, la pobreza de sus relaciones personales y el las «edades escolares». Recientemente las nuevas leyes desplazamiento de la sexualidad hacia las imágenes a aplicar en los reformatorios de menores contemplan mediatizadas de un sexo utilizado como mercancía, la medidas de castigos corporales, aislamiento e pérdida de sentido —por convertirese en un gesto incomunicación que, en algunos casos, superan en maquinal y acrítico— de asisitir a las clases para dureza a las de los centros penitenciarios «para escuchar lo que alguien dice que otro dijo que dijeron adultos». El sobrante de la masa estudiantil, desviada que uno escribió. Todo esto, por lo que se refiere a los de los objetivos prefijados para su proletarización (en el caso de la F.P.) o su participación en el sistema como estudiantes, que son una parte de la educación. Habría cuadros medios y gestores (en caso de las titulaciones que tomar ahora la otra, la de los profesores, y realizar universitarias), tiene reservado el reformatorio y la un análisis similar. Pero no me compete. Quizá lo haga cárcel como espacios de absorción. La tendencia algún estudiante. segregadora de los centros educativos hacia la futura Juanma Agulles Página 15 La educación Preguntar y levantarnos A levantar las mentes, a levantar las mentes. A enseñar, que no es enseñar, sino decir en voz alta: «mirad» y que entonces miren, —que entonces cada uno vuelva los ojos para un lado y asista a cualquiera de los espectáculos del mundo, —que entonces cada uno sepa admitir que lo que mira es lo de siempre, lo que tantos otros miraron y seguirán mirando los que vienen; —pero que entonces cada uno sepa que el punto de llegada es siempre el mismo, y que el punto de partida nunca se repite, nunca se repite, que nunca se repite, que el punto de partida no se repite nunca. A levantar las mentes, a lanzarle palabras a ese silencio tan dormido que no tiene apenas nombre ni voluntad de ser nombrado. A ensembrar, a decir «levántate Lázaro y aprende», a decir «levántate Palabra y asómate a los dientes», a decir ... ... ... «levántate». A levantarse, a levantar al tiempo que nos levantamos, a levantar las mentes a tales preguntas que el cuerpo no tenga más remedio que seguirnos. Página 16 La educación Preguntar y levantarnos, arrancar del suelo estos pupitres en que no somos más que escuchacopiadoras de la historia de cómo sodomizaron al que ahora te está sodomizando. Mejor será levantarse y preguntar en otros lugares, en otros cuerpos donde poder desnudarse por completo sin el miedo recíproco al contagio de una ignorancia mal curada. Además, es tan absurdo venir a preguntar aquí, a estos prostíbulos, de dónde vienen los niños; todo queda siempre en los plásticos. Mejor será levantarse y aprender como se aprende del deseo: dudando. Mejor será levantarnos más allá de las mentes, y que las uñas puedan y deban abrirnos el cráneo con sus cantos, y que la imaginación pueda y quiera palparse el laberinto de los sesos, buscar su origen incierto entre esos amasijos del corazón en tripas. Así que a levantarse: que aprender sea aprender a levantarse; que enseñar sea aprender también a levantarse; que levantarse sea cuestión de vida o nunca, o cosa de escupir de vez en cuando y saludar sin método. Quirón Herrador Página 17 La educación LA IMPORTANCIA DE LA CALLE No quisiera exagerar, pero me da la impresión de que hemos llegado al punto ya definitivo de la decadencia de la calle. Quiero decir: de la “calle” como espacio de convivencia. Cada día que pasa, parece más claro. El fenómeno es, sin duda, más evidente en las grandes ciudades, pero también afecta a las poblaciones medianas, e incluso a las subalternas. Cuando yo era pequeño… Me da la impresión de que lo explicaré mejor con un planteamiento anecdótico. Cuando yo era pequeño, solo paraba en casa las horas imprescindibles de comer y de dormir: iba a la escuela, y al salir, mi mundo era la calle. Debía tener cinco o seis años, como mucho, y ya me dejaban correr. En la calle, jugábamos, reñíamos, aprendíamos malas palabras y secretos increíbles.Aquello era otra escuela: puede que no muy selecta; bien útil, sin embargo. Los niños actuales de mi pueblo todavía conservan esta opción. Aunque en Sueca, como en todos lados, las calles tienden a convertirse en carreteras, los padres todavía no imponen restricciones a las criaturas. La influencia del hogar y del aula, generalmente oclusiva, tenía y tiene este contrapeso. Lo he podido observar, y muy a menudo, por ejemplo, con la cuestión del idioma. Al extenderse la moda castellanizante a las familias acomodadas del mundo rural, los niños víctimas de la maniobra eran, y son, reabsorvidos por el vernáculo rutinario en las reuniones de la calle. Si ciudades del tamaño de Valencia presentan desde hace un tiempo la superficie grotesca de una casi absoluta dimisión lingüística, se debe, en buena parte, al hecho de que los niños salen poco, o no salen nada, a la calle. De casa al colegio, del colegio a casa, y entretanto, la televisión o cualquier otro trámite vigilado: éste es el itinerario. A veces -¡qué, “a veces”!: a menudo, dramáticamente-, el niño no oye hablar más que en castellano, el castellano de los papás, de los maestros y de los locutores. Sus amiguitos están en las mismas condiciones. Los niños de ahora, ¡ay! Tienen unas posibilidades de amistad muy reducidas, en los centros urbanos… Y lo que digo de la lengua puede servir para todo lo demás: nociones, preferencias, sentido moral. La chiquillería que crece está destinada a ser tremendamente conservadora, dócil y estúpida. Para paliar el mal, y dicen que para traducir el mal en bien –los pedagogos “progresistas” tampoco son partidarios Página 18 de la calle-, se han inventado instituciones docentes alegres y un poco “libertarias”. Puede que sí, que sean eficaces. Pero sólo se beneficia de ellas un sector cuantitativamente mediocre de criaturas. Otros sustitutivos –campamentos, centros de postulación diversa- no son una alternativa sana. Los niños de ahora crecen en pisos cerrados. Únicamente en la barriadas inferiores y desasistidas subsiste un poco la calle. Basta con pasear por Barcelona para darse cuenta. La Barcelona céntrica, y la Barcelona de vecindado opulente, y la Barcelona burocrática y de la lumpenmesocracia, no tienen calles para los niños: los niños, los encontraréis, si los encontráis, en las zonas más “populares”… Y el problema continúa a nivel de adolescentes. El adolescente se desplaza con una cierta inquietud, como a reacción. Descubre la calle. Pero no la calle “antigua” –un lugar de coincidencia, de encuentro o de pelea-, sino una vaga oportunidad de deambular. De hecho, se limita enseguida: sus trayectos suelen ser breves y fijos, cafetería, discoteca, centro deportivo o cine. Son las opciones del festejo o de la simple conexión furtiva, para beber, fornicar o hablar de política, o sencillamente para pasar el rato. No existe la calle, para ellos, en realidad. Y para los mayores… Las personas adultas, por poco involucradas que estén en alguna faena –o en alguna diversión-, se ven forzadas a eludir la calle. Conozco mucha gente que pasa meses y meses, en Barcelona, sin caminar por la calle. No saben qué es una calle, ni qué pasa en la calle, en la hipótesis de que ahí pueda pasar algo. Aquello del poeta: «y bajamos a la calle», ya es sólo una eventualidad premeditada, por una cita excepcional de manifestación o de fiesta. No pensamos en «bajar a la calle» cada día, aunque sólo sea para ir y venir… y claro: todo esto es fatal, inevitable. Los nenes no pueden salir a la calle sin riesgo; los adolescentes no saben qué hacer en la calle; los grandes no tienen tiempo de poner los pies en ella, y transitan con el coche propio, o el metro, o la tartana colectiva. La calle no existe. Objetivamente, ha dejado de ser la calle que era. Hay demasiados coches, demasiada prisa, demasiadas distancias para que una calle de ciudad —y, en particular, de una gran ciudad— continúe siendo una calle como Dios manda. Esto se ha acabado, y para siempre. Nos guste o no, ya sea lamentable o vete a saber qué. Ahora: las consecuencias «sociales» que se derivan de esto, enormes, merecen ser reflexionadas. De momento, son consecuencias escasamente afables. De La educación momento, hay una novedad histórica curiosa: la calle está vacía. Políticamente, y no políticamente, las formas tradicionales de contraste y de conocimiento han desaparecido. La ignorancia mutua es el pan de cada día, y todos quedan a merced de las abstracciones establecidas: estadística, eslóganes, sermones televisivos, organigramas. Una especie de endogamia mental aflige a cada grupo de individuos. Nunca estuvo tan «estrecho» el horizonte que creíamos tener delante: ni el cateto más arcaico había llegado a tal extremo, contra nuestras eufóricas pretensiones cosmopolitas… Yo no sé si esto tiene remedio o no. En todo caso, hemos de afrontarlo, y no esconder la cabeza bajo el ala, como el avestruz proverbial… algunos urbanistas hablan de ello de cuándo en cuándo, y planean soluciones animosas, para ricos, habitualmente, o para pobres, en un arranque de paternalismo emocionante. Los urbanistas pertenecen al grupo de los que nunca pisan la calle, en este último residuo de calle que todavía perdura… en fin… Octubre 1972. Ser Joan Fuster. Antología de textos fusterians. Col. Els nostres autors. Edicions Bromera, 1991. Traducción original para Cuadernos del Tábano: Mª Carmen Grau. Página 19 La educación SEPTIEMBRE (VUELTA AL COLEGIO) Esa extraña intuición del día trece o el quince a las ocho y media, por la mañana. El estado es de extraña excitación. Adormecido rojizo cielo. Caravanas de coches y mi hermano sintiendo por mí extrañado. A siete kilómetros de tres meses. Daremos algún día marcha atrás, al mismo sitio, mismo lugar, pero ya no será verano fatídico. Pego mi cara al frío cristal y miro el espectro medio rural medio urbano que es mi casa estival. ¡Quién diría que siento rabia ahora! ¡cuánta rabia no poder volver al tiempo en que podía sentir esa intuición tan extraña de septiembre! ¡sería otra vez niño sólo para ver septiembre desde allí, con la misma piel velluda, con las mismas orejas atentas al escalofrío de la mañana! IES HERMENEJILDO LANZ, GRANADA Caminando por sus pasillos, recorro un instituto fantasma. Aquí y allá veo fotos de alumnos que se desvanecen. Recojo un lápiz: “LAURA”. La busco por las clases. Vitrinas. Trofeos de ganadores y perdedores... perdidos. Aquí y allá un trozo de vida. Búsquedas vanas, inútiles... perdidas. Detrás de mí: ¿no es ése mi nombre? Quiero girarme pero algo me dice que eche a correr. Caigo. Todo está oscuro. Me levanto. Tanteo. Toco piernas, caras, cuerpos. Manos me tocan. Miles.“¿Quiénes sois?” Doy con un interruptor. Luz. Ni un alma. Sólo mi nombre escrito en la pared. Una mano en mi hombro. “¿Quién eres? ¿Laura?”. Y (SIGUE LA SUERTE) El chulo, el pringao, los que defienden al pringao y los callados. Todos ellos se miraban y se preguntaban si de repente no podían ser el otro. Me pregunto si el chulo quería pegarle el navajazo, me pregunto si el pringao quería sentirlo, me pregunto si los que defienden al pringao han llorado alguna vez, me pregunto en fin si los callados hablarán de una vez. Y mientras paso de uno a ser otro respondo: más vale que no me den un navajazo. Y se lo doy yo. Los institutos son ahora peligrosos, exageradamente peligrosos. Página 20 IRONÍAS DEL SISTEMA EDUCATIVO “Todos los profesores están contentos con sus alumnos”. Por eso van al psicólogo. Todos los psicólogos les recomiendan que eliminen su “felicidad”. Como el uso de armas está muy jodío pues piden reformas educativas que es un cambio pero, probablemente, sin sangre. “Todos los alumnos están contentos con sus profesores”. Por eso van al papá o a la mamá y les dicen “me han aprobado”. A veces incluso van a un psicólogo y dicen que han suspendido ellos por sus “propios méritos”. Ningún psicólogo puede recomendar el uso de armas a un menor. No obstante, como la rebeldía es casi obligatoria a estas edades y estando todos lo alumnos contentos con sus profesores optan bien por el suicidio, bien por matar al psicólogo... o ambas cosas. A veces incluso piden en su testamento una refor ma educativa. En el sistema educativo español nada de esto pasa, y si ocurre, nos da lo mismo porque a los españoles nos gusta el esperpento y mirarnos deformados en el espejo. Alfonso Rodríguez Sapiña. La educación ¿EDUCACIÓN PARA QUÉ? "yo sueño con un país y con una América Latina donde se organicen muchas marchas: la de los sin tierra, y también la de los que no pueden ir a la escuela y la marcha de los que fueron a la escuela y fueron reprobados. La marcha de los discriminados, la de los que intentaron amar y no pudieron. La marcha de los que intentaron ser y no lo consiguieron». Paulo Freire en la última entrevista que concedió a la TV Comunitaria de la Universidad Católica de San Pablo A primera vista podría decirse que la pregunta no resulta éticamente correcta. Que la educación es un derecho (sin cuestionar su naturaleza) que cualquier democracia formal debería garantizar a través de sus instituciones. Y de ser así, tal vez sea ese tipo de ética el equívoco, e insistiendo en la interrogación acometería la siguiente pregunta: ¿es un derecho el pasar buena parte de nuestra vida en un lugar en el que se verifican procesos tendientes a la reproducción del orden de cosas?, ¿es un derecho el ser objetos de proyectos ajenos que construyen y reproducen las relaciones de poder instituidas y normalizadas? En Educación para la libertad, Paulo Freire plantea una respuesta que ha servido de guía para distintos procesos sociales que hicieron de la enseñanza un camino de lucha como el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, que reconoció que el camino de la transformación social debe acompañarse de una pedagogía propia. Propia en diversos sentidos. En el sentido de que una forma de enseñanza-aprendizaje que no se imbrinque en las culturas que la requieren, no será una pedagogía para la transformación personal ni social, sino, por el contrario, para la adaptación de quien resulte ser objeto de ella. "La integración resulta de la capacidad de ajustarse a la realidad más la de transformarla, que se une a la capacidad de optar, cuya nota fundamental es la crítica. En la medida en que el hombre pierde la capacidad de optar y se somete a prescripciones ajenas que lo minimizan sus decisiones ya no son propias, porque resultan de mandatos extraños, ya no se integra. Se acomoda, se ajusta. El hombre integrado es el hombre sujeto. La adaptación es así un concepto pasivo, la integración o comunión es un concepto activo. (…) De ahí que al hombre indócil, con ánimo revolucionario, se le llame subversivo, inadaptado.”1 Los métodos de aprendizaje deben responder a la realidad del grupo, correspondiéndose con su visión del mundo (la del más acá y también del más allá), con sus necesidades y no con las de cazadores de eslabones para la máquina de explotación y acumulación. Propias en el sentido de que no sólo se troquen contenidos e interpretaciones de la historia. No serían propias metodologías que reprodujeran los cómo cambiando únicamente los qué. Esta escisión puramente formal esconde aquello que trasciende la elección de la historia que contar. Oculta la posibilidad de cuestionamiento del lugar que ocupa cada quién en su relación con los demás. Dice Marçia Ramos, dirigente nacional del área educación del MST en una entrevista: “Construimos una pedagogía diferente a partir de nuestra historia. Somos un movimiento pedagógico porque el solo hecho de confrontar el latifundio produce una ruptura en la concepción más profunda de cada persona. Romper el cerco del latifundio es un acto pedagógico por excelencia"2 Evidentemente, la concepción de un sin tierra acerca de las matemáticas, de los números, del trabajo, de la tierra, tendrá bastante poco que ver con lo que puede representar para el hijo de un latifundista. La realidad del campo en Brasil hace de las matemáticas simples herramientas con las que calcular los gastos cotidianos del asentamiento al que se pertenece y, por ejemplo, los insumos necesarios para levantar la Escuela Paulo Freire Página 21 La educación Nacional de Formación Política Florestan Fernandes (ENFF) que inauguró el MST en enero del 2005 en la ciudad de Guararema (a 60 km de San Pablo). Una vez aprehendidas estas herramientas, se podrán conocer las cuentas globales o los números de los que manejan la economía de la gran mayoría. El resultado distintivo de este proceso: haber realizado una ruptura con la visión del mundo que impone cuáles son las cuentas importantes y cuáles no. En este sentido, no es trivial nombrar de manera distinta a quienes intervienen en el proceso educativo. Paulo Freire deja de lado las voces profesores y alumnos para dar lugar a nuevas palabras que designen nuevas formas de construir relaciones, nuevas formas educativas: educardor/educando y educando/educador. Estas palabras nos hacen pensar en el sentido y dimensión que toma para este pensador la educación. “Nadie sabe todo y todos saben algo” es una frase recurrente para el sentido común y que hace referencia al tipo de proceso que busca construir Freire. Los límites entre quien enseña y quien aprende se desdibujan para dar lugar a una nueva relación dialéctica. ¿Para qué, entonces, preguntarnos sobre el lugar de la educación? Porque, como se desprende de la filosofía que sostiene el edificio de Freire, entiendo que no existe educación aséptica y que su camino es el de una toma de partido por uno de los sitios posibles: el de la crítica, la reflexión y el permanente cuestionamiento a lo instituido y, consecuentemente, normalizado. Porque, alguna vez, y no hace tanto, me encontré con mis compañeros de clase preguntándonos por qué teníamos que aceptar medidas disciplinarias provenientes de un sistema del que sólo formábamos parte como potenciales sancionados. Porque entiendo que la educación esconde un para qué (más o menos explícito, más o menos consciente) al que se oponen experiencias como las del MST con sus escuelas de formación. Experiencias de las que debiéramos aprehender herramientas si lo que buscamos es una educación para la transformación, si lo que queremos es preguntarnos y que de ese “¿por qué?” surja una respuesta que se oponga a lo que nos “sanciona” y a su vez subraye o renueve la dimensión, la necesidad de cuestionar. Gabriela Jeifetz Notas Paulo Freire. La Educación como práctica de la libertad. Siglo XXI editores. 1982. Pág. 31 2 http://www.gvom.ch/info_esp/e_bresil/e138.html ACTORES DE UNA PEDAGOGIA DE LA TIERRA.Por Sergio Ferrari 1 Inauguración de la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) Página 22 La educación ¿Es educar igual que humanizar? Manuel Parra Pozuelo Hace mucho dijimos:"La letra con sangre entra" Estábamos entonces más cerca de lo que hoy entendemos por domesticación que del actual concepto de educación. Desde Juan Jacobo Rousseau muchos hemos pensado que educar no es reprimir, sino que dentro de cada uno de nosotros existen factores o tendencias que pueden conducir a una humanización , por lo que el proceso educativo debe consistir fundamentalmente en permitir que estas tendencias positivas afloren hasta que formen parte de nuestra personalidad. Desde esta perspectiva es desde la que parece procedente interrogarse sobre cuáles son los modelos éticos que han mostrarse a los alumnos. Ya en la noche de los tiempos, el descubrimiento de la palabra, el instrumento humano dotado de expresión y contenido, permitió que, además del código genético que llevaba impreso el instinto que definía y caracterizaba a las especies, una especial categoría animal que ha sido denominada de los hominidos imprimiese en su sistema neuronal conexiones que hiciesen posible asimilar nuevos modos de comprensión y actuación que no viniesen dados por el código genético de su especie. No tuvimos, por tanto, los descendientes de aquellos primitivos homínidos como norma de conducta y como instrumentos de conocimiento sólo lo instintivo, por lo que nuestra cultura no ha sido estática, sino que siempre ha estado en constante evolución, y somos, en consecuencia, el resultado de un imparable caminar, aunque lamentablemente con sangre , en ocasiones se hayan introducido las renuncias y las normas impuestas por estructuras sociales, muchas veces injustas, de ahí la permanente disputa, el inacabable debate sobre el sentido de la educación, es decir, sobre el predominio en la misma de sus aspectos represivos o meramente estimulantes y descubridores de los factores positivos, presentes en los hombres y mujeres desde su nacimiento. Asimismo no podemos olvidar que las sociedades intentan conseguir su permanencia mediante el proceso educativo, ya que cada momento histórico se caracteriza por la pretensión de garantizar la continuidad de sus estructuras mediante la formación de sus cachorros de acuerdo con las ideologías que las hacen posibles, del mismo modo que los que aspiran a su cambio y luchan por subvertirlas también propugnan alterar sus estructuras educativas. En nuestro país, el nacionalcatolicismo, que fue instaurado a sangre y fuego por la dictadura franquista, tuvo su reflejo en el mundo educativo de los años cuarenta y cincuenta, en los que nuestros alumnos y alumnas rezaban el rosario y cantaban el "cara al sol" en busca del imperio, y aunque en años posteriores se ocultaron sus aspectos más impresentables mantuvo sus esencias hasta tal punto que incluso hoy permanecen y se prolongan en un dilatadísimo y enconado debate. De modo personal y casi intransferible pienso que pocos principios pueden y deben trasmitirse a los alumnos más allá de aquellos que, a mi entender, se hallan inscritos en la que quiero imaginar natural bondad del ser humano, sobre todo los que se basan en la solidaridad ingénita de nuestra especie. El resto deberá ser encontrado por cada uno de nosotros, en definitiva, pienso que se ha de educar en la libertad y para la libertad. La sangre no debe ser derramada jamás como consecuencia del proceso educativo que precisamente debe servir para que nunca un ser humano vierta la de ninguno de sus semejantes. Página 23 La educación Encuentro con María Noguera* Ayer Murcia quedaba al suroeste. Siempre sucede lo mismo cuando uno va desde este punto hacia aquel, por curioso que resulte. El sol era el mismo aventurero que todos, (unos más, otros menos),conocemos de vista. Mientras nosotros llegábamos, el huía. En consecuencia, la noche se acomodaba su sombrero y bajaba de su tren. Todo podría haber seguido de ese modo, tan lógico y absurdo como siempre, pero de pronto estuvimos sentados debajo de unos árboles, con algo de cerveza, y ella dijo que a partir de los cuarenta cada uno tiene la cara que merece; nos habló después de una tía que se le cayó en la sombra y de una abuela centenaria que reclamó, dichosa, un vestido para irse. Y así las horas, como de costumbre, obedecieron su ruleta; como casi siempre, al llegar la medianoche refrescó. Pero entre el viento, los relojes y la voz crocante de unas ranas que nadaban por allí, tuve una sensación de revancha, regocijo, la certeza de que algo atrás era distinto, una gota del pasado que dejaba de insistir, de repicar monótona y filosa: nunca había oído dudar a un profesor; jamás vi a alguno creer. Y esa noche, ayer, allá en el suroeste, ella, entre esperanzada y triste, dijo unas cuantas verdades con el coraje de quien cree: algunas se publican debajo de estas líneas; otras me las guardo como la recompensa que merece quien se abre un tiempo en la noche para hablar. Menelo Curti E N T R E V I S TA “Para educar a un niño hace falta un pueblo” Cuadernos del Tábano: ¿Cómo ves el panorama actual de la educación? María Noguera: Yo considero que en la educación todavía hay esperanza, por eso sigo trabajando en esto. Lo que pasa es los profesores de enseñanza media estamos quemados porque nos han maltratado mucho. En España tenemos la tradición de que cada gobierno que entra cambia la ley de enseñanza, desde la LOGSE llevamos ya cuatro reformas: la reforma, la contrarreforma, la ley de calidad y la que nos viene ahora, y todo esto son pasos hacia delante y hacia atrás. Las autoridades piensan que la calidad de la enseñanza depende del papeleo que haga un profesor. A nosotros nos obligan a hacer informes de los alumnos que tienen dificultades, y estos informes no sirven para nada, de hecho no los mira nadie, se mueren de risa en los estantes. Ni los profesores, ni los padres, ni la administración están dispuestos a echar pie a tierra y ponérnoslo fácil para que hagamos bien nuestra tarea. Pero yo siempre digo que los “pura Página 24 sangre” enseñaremos con LOGSE o sin ella. C.T: Todas estas reformas ¿en qué te determinan a la hora de enseñar? M.N.: Te mentiría si te dijera que en algo, porque yo cuando cierro la puerta de mi aula soy dueña absoluta de lo que hago dentro de ella. Ignoro las leyes y las reformas, y mi objetivo es que mis alumnos, depende del nivel, aprendan no sólo un temario, que yo cumplo, sino también a leer y a escribir correctamente. Si ya están capacitados para ello, deben aprender la belleza de las palabras, y su importancia en la vida de las personas. A partir de ahí trabajo yo para generar alumnos preparados y capaces en mi especialidad. C.T: ¿Y los temarios, los han modificado? M.N.: No, siguen siendo los mismos, lo que han hecho es confundir a los alumnos. Por ejemplo, en Lengua han aumentado las horas, pero han eliminado asignaturas como “Literatura del Siglo XX”, y han unido lengua y literatura en una misma asignatura, entonces los temarios se han mezclado a todos los niveles, estudian todo junto y mezclado, y el resultado es que los alumnos no tienen conocimiento, no saben ni lo que han estudiado, no son conscientes de que la Historia de la Literatura tiene una secuenciación por La educación épocas y que en cada época hay una serie de autores y una serie de obras, tampoco tienen una idea clara de la morfología, ni de la sintaxis. También eliminaron el latín, el griego y la filosofía. La filosofía la han convertido en ética, y el latín y el griego en una extraña mezcolanza que llaman “cultura clásica”, que es algo etéreo, que no es nada: no les enseñan la lengua. De pronto empiezan a ser enseñanzas poco útiles, las quitan de los programas y las convierten en unas optativas muy elásticas, porque cómo escoge un chaval latín si no sabe lo que es, ni para qué sirve. Y crean, por ejemplo, un bachiller de humanidades donde no enseñan ni latín, ni griego, ni filosofía. Hay una serie de incongruencias. Yo soy tradicional, lo siento, pienso que la LOGSE no benefició en absoluto, la enseñanza media en España necesita un reforma, pero no ésta. Es un texto precioso, pero que sin dinero no se puede aplicar. Se impuso rápidamente, y los que experimentaron con ella dijeron que era maravilloso, cuando luego hemos visto que no es cierto. A la hora de ejecutarla vemos que ni las ratio ni la optatividad son las que tienen que ser, porque tu no puedes ofertar tanto. C.T.: ¿Hay algún método de consulta a los profesores a la hora de aprobar una ley o ver sus resultados en la práctica? M.N.: Hay experiencias pilotos, pero es lo de siempre. Yo sé que es políticamente incorrecto, pero cuando a un profesor que está destinado en Castilla le dan su tierra para que experimente con la nueva ley, va a informar positivamente, porque ya le va en ello ¿no?. Además, un centro piloto es siempre un centro privilegiado, les ponen todos los medios, todos los materiales que solicitan. Y ellos informan de lo que ven. Ahora, si intentas pedir un proyector en un Centro te dicen que no hay presupuesto, y es lógico. La experiencia piloto no se corresponde con la realidad, y yo creo que a los chavales se les engaña, porque se les hace creer que todo es muy fácil. Como quieren eliminar el fracaso escolar crean la promoción automática, una vez que han repetido las veces que tienen que repetir promocionan por edad, pueden pasar sin ir a clase, y en las estadísticas queda muy bien, porque ya no hay fracaso. Cuando tu dices que a un alumno lo tienes que suspender, enseguida tienes una presión muy grande por parte de los padres. Estamos creando analfabetos funcionales, pero no hablo de los Centros de enseñanza sólo, hablo de las casas. Asumo la parte de culpa que tenemos, somos un colectivo conformista, pero los padres, cuando entregan a sus hijos a los Centros de educación, quieren que nosotros los convirtamos en personas de provecho, y eso, para mí, depende en un 70% de las casas. Si tu no atiendes a tu hijo, por muy bueno que sea el colegio al que tu lo mandes, sea público o privado, el niño va a salir en condiciones calamitosas, porque es una tarea que requiere tiempo, esfuerzo, voluntad, y ese peso no puede caer sobre mis hombros. Yo tengo doscientos alumnos y a cada uno de ellos lo veo cuatro horas a la semana, no pueden pretender que en esas cuatro horas les enseñe lengua, literatura, a leer, a escribir, y además, valores, comportamiento, ética... Yo puedo enseñarles lo que me de tiempo y a ellos les de tiempo a aprender, pero evidentemente no sustituyo a ningún padre. Pero, repito, para mí, si hay alguna esperanza en ésta sociedad, está en la enseñanza. Y yo todos los días voy a mi trabajo con ilusión y con energía. C.T.: La esperanza la veo en la gente que la desarrolla, que la imparte. Porque a los sistemas educativos los estructuran para sacar réditos políticos, se trabajan una imagen. M.N.: Sí, y esto que voy a decir es políticamente incorrectísimo. Yo doy clase en un centro de integración, donde los alumnos que están en éste programa, aunque tienen algunas horas con una psicóloga terapéuta, el resto del tiempo están en el aula. Algunos de estos chicos, por su minusvalía, no pueden seguir el ritmo de sus compañeros; los engañan a ellos y a los padres, porque les dicen que están en un ambiente normal que le va a beneficiar, y luego los ves solos en el recreo. Alguien le tendría que decir a esos padres que sus hijos estarían mejor en un sitio donde Página 25 La educación los atendieran especialistas. Yo he tenido alumnos con Síndrome de Dawn, y francamente no me consideraba apta profesionalmente para atenderlos. Se les debería atender como se debe. Pero al Estado parece que le conviene que sea así. Y otra cosa que se ha hecho es aumentar la edad de escolarización hasta los dieciséis años. Vale, yo sé que es una conquista social, pero en la práctica tienes chavales que te dicen que no quieren estudiar, ni lo van a querer nunca, y están ahí, esperando a cumplir los dieciséis para que los dejen trabajar. C.T.: Claro, ahí está la frontera entre la educación como derecho o como obligación. M.N.: Creo que era mejor cuando uno tenía claro que quería trabajar y con catorce años empezaba a aprender un oficio; el sistema del aprendiz y del taller. Mi postura personal es que, una vez cubiertos los mínimos, cuando un chaval tiene claro que quiere desarrollar una profesión, desde el Estado se le procure la mejor formación sobre ese trabajo, desde la enseñanza gratuita. Sigo siendo firme partidaria y defensora de la enseñanza pública, creo que es la mejor, a pesar de todos los intentos de que no sea. Hay compañeros que piensan que en la enseñanza pública, por ser pública, se puede permitir que los alumnos sean maleducados, insolentes, que los padres vengan gritando, o que haya profesores que no trabajen. Justamente porque es pública tiene que funcionar. En España “la cosa pública”, la “res publica” que decían los latinos, está maltratada; porque se piensa que el Estado es como un generador de dinero al que no le importa que eso luego tenga unos rendimientos. Yo pienso que mi empresa es el Estado, y tengo que generar unos rendimientos en forma de alumnos preparados y capaces en mi especialidad. Eso es lo que intento, pero aunque lo consiga no me lo van a reconocer, y eso es desolador. De todas maneras, mi trabajo lo voy a hacer bien mientras pueda, dentro de mis capacidades y de mis inquietudes y de lo que tenga enfrente. Página 26 C.T.: ¿Qué factores crees que inclinan a los padres por un modo de enseñanza u otro? M.N.: Ahora mismo lo que se valora es el dinero, lo que cuesta mucho es lo que vale. De ahí el auge tremendo de los colegios privados. En primer lugar, porque la gente no se cree que lo que no paga valga algo, y en segundo lugar porque vivimos en una sociedad extraña, donde la gente delega todo lo que es educación en el colegio. Entonces piensan que si llevan a su hijo a un colegio religioso ellos no tienen por qué ocuparse de nada, “yo dejo al chaval en la fábrica, y ustedes me lo hacen un hombre de provecho”, y te encuentras casos como universidades privadas donde hay tutorías. Es una aberración que los padres de un universitario vayan a hablar con los tutores: cuando sea médico, qué va a hacer, qué responsabilidad va a tener sobre si mismo. C.T: Quizá sea para que el futuro profesional no pierda la habito de depender. M.N.: Sí, también es eso. Los tutelamos hasta la saciedad, de manera que cuando ya están abocados a la vida no saben qué hacer, son seres a medio construir, porque no tienen ninguna responsabilidad ni con el mundo, ni con sus padres, ni con nadie. A fuerza de tutelarlos les hemos atrofiado las alas, no tienen capacidad de compromiso. C.T.: ¿Crees que se fomenta la creatividad en algún nivel de la enseñanza? M.N.: Yo veo bien que se fomente la creatividad en la Universidad y en determinadas etapas del crecimiento, por ejemplo en un bachiller. Pero a veces se le presta una atención desmesurada a la creatividad. No se le puede pedir a un alumno que genere textos antes de enseñarle morfología y sintaxis. Tiene que aprender sintaxis porque estructura la mente, morfología porque es una manera de conocer su idioma, latín porque es el origen del castellano en un porcentaje elevadísimo, debe saber hablar otra lengua porque le va a hacer falta, y una vez cubierto todo eso, una vez puestos los cimientos de una cultura general, entonces sí, pídele que sea La educación creativo. C.T: Pero a la hora de aprender se le debería inculcar al alumno la capacidad de ver qué puede surgir a partir de eso, de ser participe. M.N.: Si, claro, pero el objetivo de los alumnos es aprobar, son muy prácticos. Éste es el resultado de vivir en una sociedad materialista, ellos te dicen que la literatura y la lengua no sirven para nada. Si tu concepto de utilidad es ganar dinero, efectivamente, no sirven para nada. Son valores ni prácticos ni mensurables. No hay ningún índice que mida lo que te aporta la literatura, ver una película, o leer un libro. La enseñanza se empieza a deteriorar en nuestra sociedad a partir de que se deja de valorar la cultura como algo que hace que las personas sean mejores y más felices. Estamos en un momento extraordinariamente materialista, tenemos una “cultura” infantil y estúpida, simplista, que no permite que nada que no sea mensurable, o nos permita tener más dinero, o consumir más, se valore. C.T: ¿A ti nunca te ha llegado un cuestionario, a nivel estatal, para evaluar el resultado de estos cambios en la enseñanza? M.N.: No, nunca. C.T: ¿Y hay algún medio, ya sea promovido por los profesores, o alguna alternativa de estas que el Estado promueve de una manera escondida, para que éstos puedan elevar una especie de queja o resultado? M.N.: Sí, normalmente toda ley tiene un borrador. Pero como en España eso se hace por mayoría parlamentaria, se convierte en una consulta formal, y acaba siendo política. Si eres del PSOE tienes que defender la LOGSE, si eres del PP tienes que defender la Ley de Calidad. Realmente, a mi lo que me importa, al margen de mi ideología política, es dedicarme a la enseñanza y a los críos. C.T: Y ésta preocupación por la enseñanza, ¿crees que es mayoritaria entre los profesores? M.N: Creo que el 60 o 70% de los profesores, cada uno a su manera, se preocupa por los alumnos. Entre el 30% que resta, habría que distinguir entre los que nunca hicieron nada y los que sí hicieron y están quemados, y esos me duelen. He conocido a excelentes profesionales que han vivido para esto en el trabajo y fuera del trabajo, y se han quemado, y eso es muy difícil de remontar. Siempre intento no entrar en ninguna espiral que me lleve a eso, porque se te puede hacer tan insoportable como estar con una persona a la que has querido mucho y ya no quieres, y en ese momento me dejaré la enseñanza. Llevo trabajando en esto desde el ’89, y mi premio siguen siendo los alumnos. Me considero una aportación mínima en la construcción de una persona, y eso, para mí, es estar en un sitio privilegiado. C.T: Te hace tomar conciencia de la importancia del papel que estás desempeñando, tomártelo en serio. M.N.: Pero muy en serio. Yo todos los días me mancho las manos de tiza, todos los días trabajo, y trabajo a conciencia. Y me siento muy orgullosa. Y esto es todo lo que tengo que decir sobre este tema. *María Noguera da clases de lengua y literatura en el IES Alcántara (Alcantarilla, Murcia) Página 27 Estos trabajos han sido leídos y comentados durante las reuniones literarias de nuestro grupo que tienen lugar los viernes a partir de las 21:30 horas en la calle El Pozo nº94(bajo), Alicante. Aprovechamos para invitarte a compartir con nosotros alguna charla literaria: ven cuando quieras. LA PANZA DE LAS ARAÑAS Hace algunas mañanas me preguntaron qué pretendo decir cuando escribo que mi habitación parece la panza de una araña. La pregunta no fue lo complicado: sino que me la hicieran de mañana, cuando la noche todavía permanece, se empoza debajo de los ojos, cayendo en goterones morados por la cara. Escapé con acrobacias de manual, bosquejando un argumento (llamémoslo excusa… además contradicción) sobre un cristal mugriento: 2+2=4 - 2+2=? / Lógica – Poesía Ése fue el disparate, y el otro regresó al desconcierto que le habían generado las habitaciones arácnidas. Lo difícil, lo casi absurdo, es que desentrañar el significado de la panza de una araña sería como aventurar lo que representa un pájaro. Página 28 Y me extraña que se tenga una idea (siempre torpe, siempre idea) de lo que es un pájaro, y en cambio se desconozca el interior de las arañas, habiendo tantas cosas que se le asemejan. El señor de traje, por ejemplo, que por la acera que se quiera camina, lleva un portafolios que por dentro parece la panza de una araña, se dirige a una oficina que es como la panza de una araña, y su vida, la suma de compromisos, papeles y carreras desembocando en una cena familiar con crios dando gritos y tías solitarias, su vida, en fin, a qué puede compararse sino a la panza de una araña. Luego hay otras cosas que son pancitas de arañas: el hueco de la mano de una viuda, el bolsillo de cualquier adolescente, las seis en un reloj muerto a las cuatro, un “sí” en la madrugada, la respiración de aquellos trenes, la boca que yo busco humedeciéndose. Taller de textos Pancitas de arañas que, como todas, valen la pena; refugios donde desperezarse sin temor a que se desmoronen los estantes, huecos, brazos tibios, bolsas, estómagos de viento, pedazos de ventanas en la lluvia, lugares donde morir tranquilo, sin temor, sencillamente. Y mi habitación no se parece a otra cosa: la ropa por el suelo, una mesa con libros y un títere destartalado, una canción del año veinte avejentándose, mi cigarro y el gato dando vueltas como si no entendiese, acurrucándose al final entre las sábanas enredadas. No se parece a otra cosa porque yo, como cualquiera, busco tener, irremediablemente, más o menos a mano, mi panza de araña; y cuando todo juega a tambalearse, cuando el hollín impregna las voces y hasta ese cuadro que siempre estuvo indiferente, ahorcado de un clavo, intenta escaparse, cuando todo eso se mueve y quiere irse, entonces me zambullo allá en mi panza y nada es tan inquieto y nadie capaz de entreverarme. Comenzó a llover, saltamontes transparentes golpean el asfalto, rebotan y se apagan, los hombres huyen, desobedecen la estampa que les consintió el espejo; la luz se manchó en el barro, una madre grita y los niños se acaloran en los charcos. -Me voy a pedir otra –afirmó uno a pocos centímetros de la palabra “charcos”, todavía húmeda, azul, pegándose al papel mientras él se dirige hacia la barra con dos dedos en alto y una sonrisa que veo por su nuca. -Dicen que parecemos cada vez más unos borrachos –comenta de regreso, apoyando las copas sobre las huellas mojadas de las anteriores. Contesto cualquier broma y pienso que todo evoluciona; es natural. Charlamos. Los cigarros van del cenicero hacia la boca y de la boca a las cenizas, deteniéndose a medio camino cada tanto para observar el panorama o dibujar una pirueta. Conversamos entre párrafo y párrafo porque es difícil, complicadísimo, porque a él le hicieron un comentario y a mí una pregunta, y él ahora desentraña el desapego y yo las panzas de esos bichos que aplasté toda mi infancia; y es trabado, engorroso, y creo que la gente tendría que medirse a la hora de abrir su santa boca, porque hacerle determinadas preguntas a un tipo que escribe es mostrarle la punta de un ovillo, regalarle a un suicida una azotea. La ciudad es una copa vieja que la lluvia enjuaga; el agua resbala por los edificios y se tiñe, corre por las canaletas sucias de historias, de harapos, de trozos de juguetes. Las rejas de las alcantarillas intentan impedir el robo, el saqueo inevitable, necesario. Todo, absolutamente todo, parece, o es, la panza de una araña. Miren sino las nubes apelmazadas, glotonas, que pierden su botín y gruñen, miren la baldosa más cercana, miren el hocico de los diarios, mírense sin trampa, con certeza y fábula, a la cara. Menelo Curti Página 29 Taller de textos El verso La pregunta surge siempre, como si tuviese un resorte que la propulsara: ¿por qué escribir en verso? Responder no sería complicado si se descontara el hecho de que en los asuntos literarios coexisten (y se reproduce de manera demencial) elementos, verdades abstractas. “Por una necesidad imperiosa”, afirmará cualquier poeta. Pero qué diccionario le dará palabras para definir, o aclarar un poco, esa necesidad. Otro alegará cuestiones rítmicas, y tendrá tanta razón como el anterior, y el mismo inconveniente a la hora de develar lo que su “ritmo” significa. Así hasta lo inefable. Varias veces escuché decir que se trataba de un capricho, de una especie de manía, costumbre, tradición, inmadurez, necedad, coquetería; hasta estupidez. Y me cansé. Aunque quizás sea verdad, y tengan sus elaborados argumentos: se equivocan. Defender el sinsentido del verso sería como asegurar que los puntos y las comas son elementos prescindibles para el desarrollo de un cuento o una novela. Esto no quita que en demasiadas ocasiones se versifique injustificadamente, de manera insustancial. Pero no se puede responsabilizar a la música de que un director desafinado haga sonar los violines como gatos. El verso es eso: un signo de puntuación, tan importante como la coma que acabo de dejar atrás, como el punto que sigue. Cuando Pedro Salinas escribe: “Morirse en la alta confianza de que este vivir mío no era sólo mi vivir” lo hace porque puesto de otra manera (“Morirse en la alta confianza de que este vivir mío no era sólo mi vivir”) es un desperdicio, una gran pérdida, casi un crimen. De la versificación depende una parte muy grande de la fuerza del poema; saber utilizarla es cuestión de manoseo, intrepidez, trabajo. No se trata de sustituir un signo por otro, sino de conseguir que convivan y entre ellos se potencien. Cada uno los adapta a sus formas, su tiempo, su cadencia; ciñéndose a determinadas pautas que pueden modificarse y hasta destruirse, sin nunca dejar de lado ciertas coordenadas que podríamos tildar de elementales. Tal es la importancia de esto que desde afuera pudieran parecer pilas o torres de palabras, que el modo de anudar un verso a otro llega a condicionar a los siguientes. Si escribo: “La noche emborronó los edificios y los cuerpos salieron a encontrarse” estoy encendiendo la mecha de un poema que estallará de una forma muy diferente a la que lo haría si comenzara: “La noche emborronó los edificios, los cuerpos salieron a encontrarse”. Son dos alternativas; habrá quinientas, pero serán semilla de quinientos poemas diferentes. Esa capacidad “condicionante”, “creativa”, del verso, es lo que evidencia su dimensión y fundamenta que se lo necesite para lograr transmitir lo que está más allá, más acá; en otro lugar que las palabras. Menelo Curti Página 30 Taller de textos Propuesta Te proponemos esta página para el juego. A continuación aparece un poema de Oliverio Girondo que hemos llevado a la prosa; seguido de un espacio en blanco destinado a que lo rellenes devolviéndolo, sin titubeos, al verso. A la espalda de la hoja te espera el poema tal y como el poeta lo parió. Juega y compara: tal vez Oliverio estaba equivocado. Debajo de la almohada Debajo de la almohada una mano, mi mano, que se agranda, se agranda inexorablemente, para emerger, de pronto, en la más alta noche, abandonar la cama, traspasar las paredes, mezclarse con las sombras, distenderse en las calles y recubrir los techos de las casas sonámbulas. A través de mis párpados yo contemplo sus dedos, apacibles, tranquilos, de ciclópeas falanges; los millares de ríos zigzagueantes, resecos, que recorren la palma desierta de mi mano, desmesurada, enorme, adherida al insomnio, a mi brazo, a mi cuerpo diminuto, perdido en medio de las sábanas; sin explicarme cómo esa mano es mi mano, ni saber por qué causa se empeña en disminuirme. Página 31 Taller de textos Debajo de la almohada Debajo de la almohada una mano, mi mano, que se agranda, se agranda inexorablemente, para emerger, de pronto, en la más alta noche, abandonar la cama, traspasar las paredes, mezclarse con las sombras, distenderse en las calles y recubrir los techos de las casas sonámbulas. A través de mis párpados yo contemplo sus dedos, apacibles, tranquilos, de ciclópeas falanges; los millares de ríos zigzagueantes, resecos, que recorren la palma reseca de mi mano, desmesurada, enorme, adherida al insomnio, a mi brazo, a mi cuerpo diminuto, perdido en medio de las sábanas; sin explicarme cómo esa mano es mi mano, ni saber por qué causa se empeña en disminuirme. Oliverio Girondo Página 32 Si nadie quiere preguntarle nada... (preliminares a una entrevista) La mayoría de las veces un cartel no dice nada, pero esta vez había un poema y un nombre que valía la pena guardar en la memoria. Uno de nosotros dijo: —He visto un poema pegado en las paredes, en todas partes, al fondo la cara de un hombre con barba, no sé si le conozco o no le conozco, el poema era bárbaro, parecía provenir de todas partes. Otro de nosotros dijo: —Proviene de todas partes. Lo que yo sé es que viene a recitar esta noche; me lo dijo el periódico esta mañana. El «vamos» no sé quién lo propuso. Quizá fue la poesía la que de alguna manera nos estuvo llamando, porque uno de nosotros robó un cartel y otro de nosotros le arrancó al periódico una de sus muchas caras. Página 33 El sótano Llegamos diez minutos tarde y nos sentamos al fondo. Entre nosotros y la primera fila quedaron cinco o seis hileras de butacas, completamente vacías. En primera fila apenas unos pocos profesores de literatura, al acecho de algo memorable que contar en el aula dentro de treinta o cuarenta años. El resto un alumno y dos desconocidos (cuando has ido a más de un recital de poesía en esta ciudad, es agradable notar que hay alguien entre el público a quien no conoces). Por suerte aún no había empezado a recitar cuando entramos. Lo único que interrumpimos fue a un profesor que, a su izquierda, sudaba intentando explicar que Zurita Premio Nacional de Chile en el año 2000, que Zurita poema «La vida nueva» escrito sobre el cielo de Nueva York, que versos Zurita escritos acantilados de Chile vistos desde el mar, que Zurita protesta se quema mejilla izquierda con ácido y él «No, mi mejilla izquierda son las estrellas y lupanares de Chile», que Zurita protesta masturbación en público, que Zurita Zurita Zurita Y cuando desviamos la vista buscando a Raúl Zurita vimos que no estaba, o que trataba de no estar ahí todavía porque hablaban de él como si todo eso fuese lo importante. —Mira, mira a Zurita— cuchicheó uno de nosotros. Ocultaba su rostro tras sus manos enormes y temblorosas como si todo fuera a derrumbarse. Por un momento creímos que se dormía; o que apenas aquel profesor largara algo más sobre la trayectoria de ése que por fuerza era él, se levantaba y se iba sin esperar a los aplausos. Al fin, en un momento que parecía que no iba a llegar nunca, su presentador nos hizo a todos el favor de cederle la palabra. Agradecimos con un aplauso y el ruido de aquellas pocas manos le sirvió a Zurita para salir de su escondite. —Buenas noches— saludó. Negó o quitó importancia a todo lo anterior y empezó a recitar en voz baja, después en voz alta y, después, después no sé cómo decir que fue recitando porque lo hizo de todas las maneras posibles y su voz fue Chile, por momentos las cordilleras, por momentos el mar; por momentos la sala fue el cielo abrasador de Chile que se extiende infinito sobre el desierto. Acabó. Se nos hizo tan corto como corto se lo cuento a ustedes. Entonces el profesorpresentador empezó a sudar de nuevo, a mirar a todos lados y a preguntarse en voz alta: —Bueno, pues... yo no sé qué se hace en estos casos... si alguien quiere preguntar algo... o damos esto ya por finalizado... Todas las cabezas se agacharon, menos la de Zurita, que empezó a escrutar la sala buscando miradas o alguna boca que diera señales de vida. Ninguna pregunta. —¿Ninguna pregunta? Pues... Entonces uno de nosotros, un tábano que se sentaba al fondo, alzó la voz: —Pues, si no hay ninguna pregunta, la Universidad podría invitarse a una cena. Se giraron todas las cabezas y Zurita sonrió aprovechando que nadie le miraba. Silencio. Los cuellos vueltos hacia atrás a punto de quebrarse. Luego hacia delante y también silencio. Cuchicheos, probablemente un «¿a quién se le ocurre?» en cada cabeza y Zurita sonriendo. Por fin alguien dio la cara: —Una cena no, porque la Universidad no tiene dinero y, además, venimos cenados... pero sí que nos podemos tomar unas cervezas en un bar que hay aquí al lado y que... —¡Vamos!— dijo el tábano. —¿Vamos?— dudó aún el que pagaba. —¡Vamos! ¡¡¡Vamos!!!— terminó de empujar el tábano, y poco a poco fuimos saliendo, escabulléndonos entre toda aquella incertidumbre de gente poco acostumbrada a hablar en los bares. A la puerta comprábamos un ejemplar de Anteparaíso y comentábamos «Coño, qué bueno; ahora, en el bar, es cuando realmente va a haber algún coloquio». Una mujer no pudo evitar acercarse y preguntar preocupada «¿Cómo se te ocurre, después de lo que ha recitado ese hombre...?». Apenas unos segundos más tarde se nos acercó Zurita, puso su mano sobre los hombros del tábano y, al tiempo que entornaba los párpados, nos confesó solemnemente: —Es lo mejor para estos casos. Quirón Herrador Página 34 El sótano Entrevista a Raúl Zurita “La literatura es un error, una mierda” Raúl Zurita: Leí vuestra revista. Las cosas de Reinaldo Arenas, las de ustedes. Pero escribieron un artículo sobre el soneto; entonces es como si las formas fueran importantes... digamos: soneto o no soneto importa un pepino, verso libre o no. Lo que tiene que expresarse será expresado y encontrará su forma. A nadie se le puede prohibir escribir un soneto y a nadie se le puede obligar a escribirlo. Lo que tiene que ser dicho será dicho. Cuadernos del Tábano: ¿No es parte de la evolución de la literatura modificar esas maneras de expresarse? el fondo, hasta enloquecerla. Vos lees a Neruda, a Whitman, a Rimbaud, y se nota que son obras que encuentran su forma porque son arrasadoras, y pueden a veces exigir el sacrificio a sus escritores. Creo que era tan fuerte lo que estaba Whitman allí diciendo, que tenía conciencia y a la vez no. Era tan impresionante. Se hacía unas críticas firmadas con otro nombre donde decía que América había nacido con Whitman y cosas parecidas... pero resulta que tenía razón. O sea: todo lo que se ha dicho sobre Whitman, es lo que dijo Whitman. Fíjate que se hizo una antología de poesía americana, y están todos, menos Whitman; ahora, ninguno de los otros existe, el único que existe es él. R.Z.: Mira, ahí decías tú o uno de ustedes que el soneto no era actual. Yo más o menos pienso lo C.T.: ¿Esa suerte de mentira hasta dónde debe mismo. Pero no es importante. Es lo mismo que verso llevarse? libre: ¿libre respecto a qué? O sea, ¿qué es más poema, la carta de Reinaldo Arenas que publican R.Z.: Allí está ese poema de Pessoa que dice “el ustedes ahí o su poema del infierno? Es más poema poeta es un fingidor, debe fingir el dolor que de la carta, trágicamente; es mucho más potente. verdad siente”. Entonces, incluso desesperadamente, la poesía va a encontrar su forma, y a lo mejor ese tipo se suicida C.T.: Con respecto al panorama cultural de esta única y exclusivamente porque esa carta exige su ciudad, ¿no resulta preocupante la poca gente que suicidio para ser escrita. Yo siempre he tenido la acude a conferencias o lecturas de poemas como la sensación de que a los sonetos de Shakespeare no le que diste anoche en la universidad? importaban las esperanzas, las miserias, los sueños, los anhelos, los deseos del tal Shakespeare. A los R.Z.: Las dos veces que he venido por acá, lo hice sonetos de Sakespeare lo único que les importaba más que nada por ver a los amigos. Yo no sé cómo era ser los sonetos es Alicante. Por "Lo que tiene que expresarse será expresado y ejemplo, hoy por la de Shakespeare. Entonces, fíjate, y encontrará su forma. A nadie se le puede prohibir noche espero que esto es una teoría escribir un soneto y a nadie se le puede obligar a seamos cuatro, alucinante y escribirlo. Lo que tiene que ser dicho será dicho." cinco... no es que lo terrible, esa carta espere, es que va a de Reinaldo Arenas, por ejemplo, es como el ser así, y yo estaré bien. Por supuesto, no es así en corolario de algo, es una consecuencia final: no es todas partes; en Chile, en México, en Perú, son cosas un tipo que porque se ha matado ha hecho una carta, muy fuertes, muy vivas. Ahora, si tú te refieres a si no que tiene que matarse para que esa carta tenga una respuesta masiva: no pierdas las esperanzas. Pero sentido. eso no significa nada para el poeta. C.T.: Teorizar sobre la literatura es una pérdida de tiempo. R.Z.: También es un asunto de fuerza; si finalmente llevamos esa teorización a la demencia, pero hasta C.T.: Siempre está la discusión sobre por qué y para qué se escribe. ¿Puede ser que se escriba para y por la literatura, y que allí esté el hombre y todo lo que le concierne? Página 35 El sótano R.Z.: Sí, puede ser... y puede ser exactamente lo contrario. C.T.: ¿Qué te parecen los “actos poéticos”, como los que propuso en su momento Jodorowsky, que atravesó con Enrique Lihn Santiago de Chile en línea recta, y cosas similares? R.Z.: Es válido, pero también en situaciones desesperadas se hicieron acciones de arte increíbles. Me cuesta hacer diferencias entre el arte y lo demás. Es tal vez un ejercicio de desborde, de apuesta... pero de apuesta que nunca se va a ganar; a lo más lograrás juntar tres o cuatro palabras que no estaban juntadas, y eso será increíble, alucinante, parece que el cielo se abre. superado todo manifiesto. Muchos empezaron a ser poetas notables cuando dejaron el surrealismo; los mejores poemas de Huidobro son los que superan su teoría del creacionismo. Está bien que los hagan, pero es inútil, a no ser que ese manifiesto sea una obra de arte en sí. C.T.: La manera de escribir, la personalidad del autor sería el manifiesto. R.Z.: En el artista, en el poeta, no hay ningún “deber ser”; pero no debe ser una buena persona, hay una reserva de criminalidad que debe estar siempre viva, una zona oscura. Poeta y académico son términos bastante irreconciliables, porque uno implica subversión total y el otro una domesticación total... C.T.: ¿Se debe plantear aunque hay quien puede como objetivo golpear la hacer las dos cosas a la realidad del lector? vez; pero uno trabaja en zonas oscuras, que ignora, R.Z.: Sí, pero se yerra y sin esa reserva de tanto, y el autor sabe tan Raúl Zurita, de negro, junto a Quirón Herrador. criminalidad, sin un deseo poco. Hay una cierta de que todo estalle, creo dimensión en la que de pronto se puede tener casi la que es difícil lograr algo elocuente. Yo quisiera certeza de que aunque prácticamente nadie te esté abrazar todo esto y al mismo tiempo me gustaría escuchando, es imposible que no seas escuchado. que desaparezca, que no quedara nada. Baudelaire hablaba de Las flores del mal con sus amigos y les decía “esta obra que ya es C.T.: Ayer, escuchándote recitar, tenía la impresión mundialmente famosa entre cuatro personas”. Es así, de que te alejabas; te ibas a tu mundo y desde allí no hay vuelta... no sé qué pasará, pero aquí estoy. volvías más cercano. Entonces remecer al público... bueno, claro, a mí me remecen poemas de tres líneas, me dejan R.Z.: Yo siento eso cuando recito y cuando leo a exhausto de amor. Pero en un sentido muy básico lo otros poetas; y siento que cuando uno conversa es que remece al público no es la poesía. Finalmente la fantástico, pero es otra cosa. Ése es mi gran problema poesía es siempre, pero no el poema. El yo-tú es lo con los poetas españoles actuales: los encuentro, en que me parece bien, el yo-tú y no otro, pero general, muy afectados por la forma, muy con el finalmente la poesía, la poesía está al final de la cosa. Siglo de Oro encima; entonces son tan caballeritos, tan ordenados. Pero es una diferencia casi antológica C.T.: ¿Es posible que el hecho de decir “vamos a entre la poesía latinoamericana y la española. Allá romper con todo” sea una manera de frenar esa es más explosiva, menos cuidadosa de la forma. Creo ruptura, una forma de anticipar el disparo? que es imposible escribir sin una profunda ira, es difícil escribir desde el acomodo. Eso no significa R.Z.: Es la poesía de los manifiestos, de los que los poetas tienen que ser Rimbaud o suicidarse, movimientos vanguardistas. Pero la gran poesía ha para nada. Se puede estar sentado en un banco y Página 36 El sótano desear que ese banco explote, se puede estar en una universidad y desear que esa universidad explote. Pero si estás muy bien ahí es difícil. Siento que este país está muy cómodo y le gusta. C.T.: ¿Las circunstancias históricas condicionan las maneras y lo que se expresa? R.Z.: Hay momentos en que pasa algo: ¿por qué una poesía tan poderosa como la francesa de la primera mitad del siglo veinte de pronto desaparece? Hay algo con el sentirse bien. Lo que pasa es que hoy las cosas están pésimas, horrorosas. Hay un escritor colombiano, Fernando Vallejo, que quiere que pongan la bomba atómica, que vuelen a los árabes... es impresionante, y su obra es fuertísima, pero por lo menos es un extremismo, estalla a su manera. Estamos en una época en que no somos testigos directos, tal vez la peor época de la historia humana. C.T.: ¿Puede ser que lo que llaman la “era de la comunicación” sea justo lo contrario? R.Z.: Son las cosas de siempre: bombardeos, arrasamientos, hambrunas... probablemente en un lugar que no te toca, pero que allí está, permanente. Creo que nunca se ha sido espectador, o partícipe, de una situación tan calamitosa, nunca la vida humana ha sido tan pobre. C.T.: Muchas gracias. R.Z.: Seguimos a la noche. Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) ha publicado una saga de libros de poesía: Purgatorio, Anteparaíso, Canto a su amor desaparecido, El amor de Chile, La vida nueva, Poemas militantes, Inri y el libro de ensayo Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio. Traducido a una decena de idiomas, ha escrito con aviones y letras de humo sobre el cielo (Nueva York, 1982) y el poema "Ni pena ni miedo", grabado sobre el desierto de Atacama (1993). Página 37 PUNTOS DE VENTA Librería Compas Universidad de San Vicente Librería Laos c/Médico Manero Mollá, 5 Tetería del Tábano Calle del Pozo, 94 (San Antón) Tetería del Zoco García Morato, 22 (Ruta de la Madera) Kiosco Menchu Calderón de la Barca, 18 Kiosco de prensa Plaza Santa Teresa (frente al Panteón de Quijano) Don Pincel Plaza Santa Faz, 1 (San Vicente) Tetería Luz de Luna Esquina Calles Diagonal y Jávea BAR La guapa c/Soto Ameno, 23 (San Blas) Librería del Plá Ingeniero Canales, 5 BOLETÍN DE SUSCRIPCIÓN Nombre y apellido:.......................................................................... Dirección:................................................CP:.............Tlf:................. E-mail:.......................................................................................... Usted recibirá el ejemplar en su casa cada tres meses sin gastos de envío. Desde el número:......... Suscripción por un año (4 números)......................................10euros. 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Durante cuatro horas le habíamos estado insistiendo en que sólo ésa era la manera y él al final dijo que para qué, que lo hiciera otro y él miraría desde abajo cómo caía. —Si te quedas abajo mirando como un cobarde, entonces caerá exactamente sobre tu cabeza. Con eso que alguien dijo escogió ir subiendo escalones por el lado angosto, que es el único que hay, con dos delante vela en mano indicando «por aquí» y dos detrás mano a cuchillo repitiendo «ya no te escapas, ya no te escapas»; a él, para que no le temblara el pulso, le dimos un libro al que agarrarse. Una vez en la azotea, al borde de la noche, las velas se alzaron una a cada lado y los dos cuchillos se pusieron de acuerdo a su espalda: —El libro tiene que caer; lanzado por ti o lanzado contigo: decide. —Anillos para una dama, de Antonio Gala. ¡Pero si no lo he leído, ni siquiera sé si es malo! —Yo sufrí las treinta primeras páginas, y te digo que con que leyeras sólo las primeras quince me acompañarías —dijo uno de los de al lado, y en un momento le dio al otro su vela y desapareció de un salto. Con eso que alguien hizo escogió no dudar, y el libro cayó dos pisos sin aletear siquiera. —No. Así no. ¿Tú te crees que ésa es forma de tirar un libro? ¡El de abajo, que suba otra vez al cadáver variopágino! —dijo tras él uno con cuchillo— Con una patada, con una patada vuela mejor. —¡Pero si yo lo que quiero es bajar ya de aquí, Dios mío, con el vértigo que tengo! Por la garganta que da a la escalera reapareció el caído cojeando con otras dos velas, la cabeza abierta y Anillos para una dama entre algunos dientes que le quedaban. Dijo: —O lo tiras bien, o te obligamos a leerlo. Voló lejos y lo escuchamos morir en el asfalto, no sabemos a qué altura de la calle; no quisimos que dijera ni una palabra más. Frases que nos ayudan a seguir viviendo "Llega un momento de la noche en que me tengo que rescatar de mí mismo". (Boris Garcés) "Yo ya no veo cine" ( Juan Antonio Ramirez, Director de la Escuela de cineEUTOPÍA) "Estaba leyendo INRI de Zurita y cuando levanté la vista, te lo juro, ví el aire" (Quirón Herrador, el mejor poeta ilicitano de todos los tiempos). "... ¿ves?, tocame la espalda: ahí tendría que estar la columna". (Yuñoqui)

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