Cuadernos del Tábano Nº16

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Ediciones del Tábano c/Pozo 94 (bajo), Alicante c.p.03004 www.eltabano.org SUMARIO puntos. Intersticios. Vi la luna. Un pez baila en mi garganta. Eugenia Coiro (pág. 4)/La tostadora. Una tarde. Paco Granados (pág. 5)/La noche persistente. El tigre. Paco Alonso (págs.6-7)/Como si la tristeza. Nelo Curti (pág 8)/Oración del hereje. Mónika González Ortega (pág. 9)/ Gaviota. Un algo oscuro. Pedro Coiro (pág. 10) Cuento Isidoro. Luis Loitey (págs. 11-12)/Aquél cuento del cigarrillo. Quirón Herrador (pág. 13) Relato Visitas. Nelo Curti (págs.14-15)/Microrelatos. Rolando Revagliatti (pág.16) Ensayo El efecto cómico. Juanma Agulles (págs. 17-18) Nombres propios Giorgio “Il Barbone” Tagliatella: Un primer homenaje (págs. 19-20) Humor Leo Sarralde (pág. 21) Reseña Eric Rohmer. David Barber (pág. 22)/Jorge Ledesma. Diego L. Monachelli (págs. 23-24)/Sobre “El niño puede” y algunos recuerdos. Nelo Curti. Cuento “El niño puede” de Demis Menéndez Sánchez (págs. 25-26) Portada Ilustración de Roderas. Rodolfo Fucile. Frase e ilustración Almafuerte y Gonzalo Núñez (pág. 2) Poesía Inflamables. No Permitir. La llama de los días. Diego Monachelli (pág. 3)/Rima con poesía de El sótano Transpiración, inspiración (una charla con Golucho) (págs. 27-31) Contraportada Ferrán Adriá. Nelo Curti. Redacción: Nelo Curti, Diego L. Monachelli, Juanma Agulles, Paco Alonso, Pedro Coiro, David Barber, Sebastián Miras. La tirada inicial de este número es limitada: guarde celosamente su ejemplar, en el futuro será pieza de coleccionista. Ilustraciones interior: José Manuel Cámara, Leo Sarralde (SAR), Lalo Capelleti, Gonzalo Núñez, Javier Solari. Diseño web e informática: Boris Garcés, José Manuel Cámara, David Vilariño Maquetación y diseño: Nadia Yujnovsky, Pedro Coiro. Las posibles colaboraciones deberán ser enviadas a editabano@hotmail.com, o a la dirección postal C/ del Pozo, 94 (bajo). 03004 Alicante Colabora en este número: Mónika Gónzalez Ortega, Eugenia Coiro, Luis Loitey, Quirón Herrador, Rolando Revagliatti, Paco Granados. Edita:A.J. «El tábano» Depósito Legal: A-571-2004 ISSN: 1698-4706 Imprime: CEE Limencop S.L. Cuadernos del Tábano es una revista independiente. Y, ¿ qué quiere decir eso exactamente?, se preguntará alguien. Pues quiere decir que no respondemos a ningún interés comercial o editorial y que cualquier colaboración en este sentido (venga desde el ámbito público o privado), será exclusivamente como aportación desinteresada al desarrollo de nuestro proyecto. Y punto. Editorial A veces conseguimos una perspectiva crítica a base de calle y pensamiento, que se pierde, que se oxida o queda enquistada vaya uno a saber dónde. La memoria es determinante en estos casos, y recordar algún desacierto puede aliviar el hambre, tanto la del animal como la que nos hace buscar caballos galopando bajo el agua. Esta regla es útil a los individuos, en cambio sólo en contadas ocasiones un grupo arremete contra los verdugos de sus antecesores y es frecuente que sea vencido y caiga olvidado. La genealogía de ese grupo es el hambre de emancipación. La memoria colectiva se construye, no nacemos con ella, hablar de ésta como algo natural es tan falso como pensar en la objetividad de los sentidos: nadie ve lo mismo, ni siquiera cuando es develado el rostro del verdugo; los hombres recuerdan y olvidan de manera desigual porque sus vivencias son distintas, y diversos sus intereses. Somos incapaces de recordar la inquisición, en cambio podemos conciliar nuestras lecturas, y entender una continuidad desde aquellos días hasta hoy; cuando el cura se acerque buscando nuestra ofrenda, cuando se pretenda inocente, deberemos aplicar la crítica y resarcir los desaciertos. Conciliar nuestras lecturas, existe un veredicto que puede llevarse a lo colectivo, sólo habrá que señalar a los culpables y sospechar del que no esté de acuerdo. Tanto por conveniencia propia, como por no interrumpir su acción histórica, como por cierto sentido estético que no debe abandonarte nunca, has de mantenerte a una discreta distancia de las almas enormemente irresponsables, a fin de que ni malogren su misión, ni pierdan la perspectiva, ni te alcance la influencia esclavizadora, y a veces mortal, de su sonambulismo. ( “Para los que no nacimos genios”, Evangélicas, Almafuerte) página 2 poesía Poemas de Diego L. Monachelli Inflamables Perder el sueño por el sueño, abrir fuego sobre la sangre como un albor incontenible, parir a cada segundo la dicha de ser finitos, perecederos, inflamables. Parir a cada segundo el alba. La llama de los días Dibujar con agua la llama de los días. Alguien me soñó... ¿Qué es lo que se extingue y me traviesa? Dibujar con agua la llama de los días. Calla el universo cuando más hambre de voces tengo. ¿Qué es lo que se abandona y me extingue? A lo lejos, naufrago... me alejo. Dibujar con agua la llama de los días. ¿Por qué calla la vida? No permitir El deseo de ser un volcán, una tempestad luminiscente. La voluntad de lograrlo, de no olvidar, de no permitir que siembren niebla sobre las llamas que se alzan en el propio centro de mi vida. página 3 poesía Poemas de Eugenia Coiro Rima con poesía de puntos Un punto rojo busca la justificación de la distancia. Le pregunta a la oscuridad de la noche. Pero la noche no sabe nada. Un punto rojo persigue un punto rojo. Quiere saber la justificación de la distancia. Pero los puntos son mudos y la noche larga. Un punto rojo está triste porque no sabe la justificación de la distancia. Pero sabe que hay tiempo, por eso insiste con calma. Dos puntos rojos se acercan, se juntan, se distancian. Dos puntos rojos se cruzan del otro lado del agua. Intersticios Pequeño Fantasma No digas la palabra Que inutiliza Mis manos No me quemes Perfecto Círculo VI LA LUNA filosa, blanca confundida en la mañana Vi tu voz celeste aletargada acariciándola desde lejos Empalágame Líbame Líbrame Pequeño fantasma Escuché mi pelo enredaba un nombre. UN PEZ BAILA EN MI GARGANTA Te lo digo con los ojos Mientras saludo al tren Me quito los labios Para no llorar Gira el anillo Rompe la taza Un pez fuera del agua No puede respirar Eugenia Coiro, escritora argentina nacida en Buenos Aires. Poemas extraídos de su libro 374, publicado por De los cuatro vientos Editorial, 2007. página 4 poesía Poemas de Paco Granados La tostadora La pesadilla dejó su recuerdo en forma de escarcha, depositada en la trama de la colcha. Una secuencia imaginaria inagotablemente viva me amanece en los párpados por donde se cuela un hilo alternante de luz y silencio; se encuadra vacilante un lago espeso y quebradizo, la densidad de una masa negra, la suficiente fluidez que permite la circulación acuática de un grupo de bestias primitivas. -lo de los seres es una suposición mía, ya que yo no vi animal alguno, sino con toda claridad, el rastro ondulante de un tránsito precario, sigiloso y escurridizo- Ya poco importa, porque ahora sólo puedo hacer lo de todas las mañanas, quiero decir, no puedo irme a un frente y descargar balas de ametralladoras sobre un pueblo enemigo, ni desgarrar gargantas con las manos hinchadas de sangre, ni blandir mi epopeya afilada y fina en un pecho de carne. No, yo soy, si me lo permiten, un ser civilizado y aquí no hay motivos para tal derroche de impulsos, así es que perdónenme, he de dejarles, porque estoy tostando pan y no quiero que se me queme, esta vez, el desayuno. Una tarde La sombra se desliza como un reptil, entre las tablas que pisamos. Nos hacemos muecas, nos peinamos, tatareamos canciones que nos vienen a la cabeza; comentamos, lo que vimos recientemente. Nos pensamos que nada de esto acabará, que durará, toda la vida, y lo cierto, es que la sombra pasa y me deja un instante la cabeza dolorida; como si el recorrido fuese tan fugaz, que ya te has ido. Un sabor amargo a veneno me recorre la garganta y me gotea las vísceras. Te aprieto más fuerte y tu boca me trae una sensación cansada, deliciosa. Te recojo la sabia dulce que segregan tus caderas, te abrazo, recojo tu espalda como si te rescatase de la ruina del mar, te toco el cabello ondulado, te huelo las algas, te huelo la sangre y reconozco su proveniencia lejana, sultana, milenaria, mora. Me derrumbo entre tus muslos griegos, esgrimo como un ilusionista tu agitación frágil, siento en todo mi cuerpo el suave murmullo que tu movimiento arrastra, inhalo su estela, guardo, en mi puño, una esquirla gemida por tu cuello. Me retiro, del baño de sal que como una marisma sonámbula se derramó en tu ombligo. La muerte se aleja estupefacta; atraída por una nueva visión, esta vez, no vio el miedo, no vio parálisis; algo nuevo (lo sabe) le recorrerá para siempre. Yo te beso, me hipnotizo, regreso al mar donde te encontré y allí te dejo; un beso de buenas noches, me llevo -es lo último- un trocito de arena de tu vientre dormido. Te digo: cada noche es nocturna, y cada día, contiene la mañana. página 5 poesía Poemas de Paco Alonso La noche persistente Pero sigue la noche existiendo, pero sigue la noche (su alma, su pasión, su durable presencia), pero sigue la noche durando, pero sigue la noche. Qué hallazgo el de la noche contra el día (su peso, su rigidez, su uña, su viscosa rugosidad), pero sigue durando y continúa, pero sigue la noche. La noche sí: ¡qué pulso el de sus dedos negros, qué ruido el de sus puertas, qué ventanas de vidrio!... … con qué nostalgia sufre y continúa, pero sigue la noche. Y mancha la vergüenza al hombre, el miedo, y salta y crece el terror y aumenta, pero la noche sigue , y pesa y se desangra interminable, y es ancha de torturas, de gulags y de campos de exterminio, y es áspera de vivos y de muertos, pero la noche sigue y continúa. Hasta donde la muerte . Y el hombre: de qué sangre llega a golpes, desde qué acritud de venas salta y avanza clamoroso el hombre hacia los hombres, pero la noche sigue derramándose y continúa, pero sigue la noche. Y aumenta el llanto, y el rencor y el miedo, y crepitan las cárceles, las tumbas, los manicomios y los hospitales, pero la noche sigue con su lepra… … pero la noche grita en los suburbios, pero la noche de los calabozos… y continúa, pero sigue la noche. Y el ser humano: ¡ de qué dioses sufre, de qué tierra o madre ha nacido! ¿ cómo pueden contarse sus estambres, huesos largos y cortos, o sus venas? pero la noche daña y continúa, pero sigue la noche. página 6 poesía Desde aquí hasta el hueco donde reposa el tigre no hay sino una pared de adobe y de silencio, una noche terrible en el límite oscuro y el infierno que tienen las ignoradas cosas. El tigre El hombre está en un ámbito de locura y de fiebre, que separa sus pasos de la tierra y del cielo. Anda el hombre tocando los misterios profundos, pero siempre se queda dormido con la noche. Qué innumerables huellas deja con sus zapatos en el frío contorno y agudeza de un grito, en la desolación de las murallas rotas, y donde el laberinto promulga el desconcierto. Porque de aquí al hueco donde se escucha al tigre hay un mundo de arañas oníricas y espesas, hay un enjambre áspero de insectos refulgentes, hay todo un paroxismo de vísceras corruptas… Porque el tigre devora tus manos y tus pulsos nunca has de aproximarte al abismo del viento, al pecho o hendidura en que la fiera duerme, al pozo o la caverna que la crueldad habita. página 7 poesía Poemas de Nelo Curti Como si la tristeza no hubiese sembrado nunca su patria en mis cejas te nombro y la luz de la mañana se vuelve un ángel sincero, y salgo y la calle y la ropa de la gente y los mercados tienen presencia de fuga. En los parques pateo las banderas del otoño y dibujo con el humo del cigarro rostros que me miran y se van. La ciudad es como siempre un ajedrez descascarado, con recuerdos al acecho y un mar que me desea, como la tristeza si no estás, cuando te nombro, y algo distinto vaga en las luces de la noche. Ciertos días me escondo atrás de un cigarrillo, son horas en que garúa contra el sol y la tierra es una polilla despistada. Y hay una flor creciendo en la pared, y olor de vos, y tanto que no sé cómo sigo tras una espalda de humo. Son ratos en que los sombreros fundan noches alrededor de mi cabeza y enfrente vos, sentada, contemplás una ausencia que no aprende a llamarte y fuma, fuma y ni siquiera sueña un tango su silbido. Volveré, la distancia es una brasa que se viste de cenizas y delira entre mis dedos, arranco la flor de la pared, sigo tu olor, y somos nacimiento mientras el cigarrillo cae invierno abajo, agujereando la llovizna. Tristeza uña herrumbrada caracol bola de trapo astilla cruz semen podrido carasucia aguja cigarro apolillado moscardón copa vacía esqueleto cárcel hambre sin dientes puta patria corazón destartalado trueno basural luz fusilada cardo tétanos chatarra hoy no te busques en mi cara, tengo el gatillo en tu sien, pensá un llanto para vos. página 8 poesía Poema de Monika González Ortega Oración del hereje Ponte en lugar de mi garganta, Isla: que no duerma nunca al arrullo de vallas cuando asalta en su falsa piedad el insomnio de los viajes; que no merezcan mis versos ningún dios de concreto comparable a la angustia más baldía; que el cortejo de bustos decorados por la inercia no me encubra los deslices, ni ilumine mi sombra a golpe de cinceles sin infancia. Porque yo, sólo espero cuerdas que me aten a la proa del delirio. Salvarme a contratiempo de ese rostro martirio en el espejo que me dice: la memoria es un cáncer indirecto, hace metástasis en la alegría, ¿ alegría? Alegría es ... olvidar. Quiero que nadie me sorprenda recordando. Voz, a la jaula, haz del silencio escudo inmune a talones, héroes que han caído en la trampa de zarpar. Yo también he de embarcarme, que no sea mi cuerpo otra razón para la ausencia. página 9 poesía Poemas de Pedro Coiro el color juega entonces, es jardín liberado, nos hunde, se impone, me dejo a su suerte. IV Yo vi que visitas, te encuentro entre tanto, mezclando tu pecho en la selva. Y siente, no es flaca la excusa, es el vicio más que la alegría. Te atraparon los vientos, gaviota, tanto, lo mismo que hilos. La suerte, ahí arriba, tibia, sin tiempo, pareces lo eterno en tus giros azules. I El pan como vuelo, paraje, del aire ese vientre de acero. Lo que tuerzo es a veces el hambre, No entiendes, gaviota, un daño te han hecho los vientos. Las tardes son casi relojes, y nos reclaman lugares, de silencio o murmullos lo mismo, los nichos, esta vereda. Qué difusas, gaviota, las líneas. II Un balcón en la esquina, zapatos anclados, los colores advierten el humo, va yerto y ausente, la ciudad es premisa, destruye el asombro. III UN ALGO OSCURO me hace difíciles los días, un pesar indecible, quizás mi alma, que quiere existir y no existe, que busca huecos para ser, y no es. No tengo angustias más que esta, y me divide en dos hastíos: me llena de sed, despierta lo grave, o sacia la voluntad, la ensombrece. Crezco como un silencio, soy porque así me fue dado. Y el recorte de savia, aunque pleno de heridas, empieza una cárcel de cielo, y pasa, se cambia de ropa, página 10 cuento Ahora, mientras viaja, se me ocurre qué puede estar pensando y en realidad no se me ocurre, yo sé qué está pensando. Qué piensa, porque ahora que va a la librería, comienza a recordar los libros y termina preguntándose en quién, en quién fue el tipo que dijo ese montón de cosas y todas esas frases hechas que no hacen más que joder y nos dan vueltas en la cabeza. Como "esa boludez de que el amor remedia todas las cosas" y se repregunta sin decirlo, quién. Y quién fue que dijo "atmósfera pesada" o "un sólo día entero de paz". Y trata de responderse pero con las respuestas le viene un miedo que sabe a duda y un poco a misterio, un miedo a no saber, porque ahora sigue pensando en por qué estas obsesiones, esta perversa manía de las frases hechas. Y claro, lo piensa y de nuevo las frases: "Siempre llegando tarde a todas partes" o "la puntualidad es la cortesía de los reyes" Pero quién, se dice; quién fue el que las tomó y las hizo suyas, las inmortalizó. Las respuestas quedan varadas junto a él porque ya no es tiempo de respuestas. Ahora que escapa a los consejos y prende su primer cigarrillo, allí, parado frente a la librería donde permanecerá el resto de la tarde y serán otras vaguedades las que atrapen su día. Claro, cuando digo vaguedades sólo me limito a pensar en sus gustos, no en sus rechazos. Yo comparto algunos de esos gustos pero son sus rechazos los que me acercan y me ligan a él, y aunque parezca algo simbiótico, nos unimos en esa franca diferencia vital por la cual transitamos. Diferencia vital que nos arrima cuando llega la noche y el misterio y la escritura. "Las voces en la noche" - dice. Toma el libro de extrañas figuras y lo abre en la página marcada, la misma página que marcó hoy a la tarde, sentado en la butaca alta de la librería. "Las voces en la noche" - repite, y comienza a leer el párrafo del arte Zen en el libro de extrañas figuras en la tapa. “Si se siente irresistiblemente impulsado hacia esa meta tiene que encaminarse una vez más por el sendero del arte sin artificio...” Isidoro Luis Loitey La primera hoja, la primera página, la comenzó el viernes a la noche y la terminó el sábado a la madrugada. Nada sospechó de la liviandad que experimentó al escribirla. "Demasiado fácil" se dijo, porque no sintió el esfuerzo, al contrario, se habían desgajado fluidas las palabras que alguna vez le fueron demoradas. Pensaba, y eso sí, fue estricto con su pensamiento; principalmente con ése que le permitía convencerse que a la noche las voces lo asaltaban con su mejor literatura. "Las voces en la noche" - decía, y así, siendo estricto y consecuente con esa rigidez, se negaba a escribir durante la luz del día el resto de la novela. A esta página, algo confusa en las ideas pero clara y sensible a la hora de los sentimientos, la vio musical, afinada "como un violín, violín de tango" que le soplaba la música de la siguiente partitura. Y le siguió otra. Otra página donde un nuevo episodio se abría y cerraba tomando la forma de capítulo. "Muy acelerado" pensó- mientras dejaba el borrador sobre su mesa de trabajo. Se levantó y escuchó el gemido de la despanzurrada poltrona y cuántos años, cuántos años ya que lo acompaña en las largas noches de escritura, cuando llegan las sombras y los ángeles, cuando "las voces en la noche" lo atrapan y lo iluminan y él trasciende y se vitaliza. El día es otra cosa. Dormir, dormir cuando todos se levantan y eso sí, prepararse un buen mate a las once de la mañana. A las once, ni más ni menos: a las once porque a las doce y media correrá (una forma de decir porque ya no corre) a la calle en busca de un taxi. El taxi que lo llevará hasta San Juan y Esmeralda. ¿Es ahí no? No, no es ahí. San Juan y Boedo, adónde si no. Dónde si no es a la vieja librería en la que comparte las horas con sus amigos. Cierra el libro y queda dormitando un rato, allí, recostado en la poltrona, pero no duerme, yo sé que no duerme. Piensa. Piensa y otra vez piensa sobre frases y obsesiones. Y las frases, que de nuevo retumban en la cabeza, frases sueltas como la que le quedó del libro de extrañas figuras en la tapa. Y en ese confuso vaivén de imágenes y frases página 11 cuento hechas comienza a escribir: “Anselmi acababa de salvarse por un pelo. Mejor dicho, por una palabra, unas cuantas palabras”. Y sigue pero él ya no es él y las voces en la noche lo atrapan y lo iluminan, y él trasciende y se vitaliza. Y por qué, se pregunta mirando la cantidad de hojas que llevaba escritas. Por qué tanta prisa, tanta celeridad en la vida de ese personaje del cual todavía no sabe el nombre. Ese personaje del cual él nunca sabrá el nombre. Y las frases. “Tiene que dar el salto hacia el origen para que viva desde la Verdad como quien se ha identificado íntegramente con ella...” Detiene su atención en ella y la repite, intuye que algo hay en esa frase que le pertenece como si fuera propia pero no acierta en la conclusión de ese pensamiento. Salta del "salto al origen" hacia la "Verdad" señalada con mayúscula, pero la frase sigue, sigue enlazando palabras y más palabras y se le hace imposible elucidar la Verdad en esta frase. En esta frase y otras que le asoman "así como así, de la nada" cuando decide contarle a alguien qué le sucede, y esas perversas obsesiones, esa manía de las frases hechas, que le traen un mensaje cifrado que él debe descubrir. Cuando llegó a las trescientas páginas tuvo una sensación de angustia. Poco esfuerzo le había costado resumir la vida de ese personaje un tanto chiflado, que deambulaba por la ciudad con algo de veneno para dárselo al hombre que pretende matar la literatura. Poco esfuerzo le costó ese personaje del cual ni siquiera sabía el nombre, pero que, íntimamente, sentía la necesidad de tenerlo cerca. De tenerlo muy cerca. Y la angustia. La angustia de no saber por qué. dijo divertite, “que el amor remedia todas las cosas” o las palabras que escuchó en la presentación del libro, esas palabras que se le mezclaban, confusas, y ya no recordaba si era “tarde pero seguro” o “siempre llegando tarde a todas partes”. Algo sabía, aunque no era puro ni algo cognitivo, no. Todas las vaguedades recorrían su cuerpo como siempre lo habían hecho, pero algo lo hizo sentirse distinto. Eran las mismas frases que ahora sonaban diferente. Y fue esa noche, esa noche en la que él presentía que estaría solo, repasando los haikus y el libro de extrañas figuras en la tapa, esa noche en que esperó en vano y las voces se demoraron, esa noche en que su personaje dejó de deambular por Buenos Aires buscando al ignoto asesino de la literatura. Fue esa noche cuando recordó que “la puntualidad es la cortesía de los reyes”. Y por qué la recuerda ahora se dice, y se hunde en la poltrona como hundiéndose en el barro, pero despacio, con armonía “como un violín, violín de fango” piensa- y se sumerge en el libro del arte Zen y entonces ve que “su destino se consumará en el enfrentamiento con la Verdad no refractada, la Verdad que está por encima de todas las verdades, el amorfo origen de todos los orígenes: la Nada que lo es todo, la Nada que le devorará y de la cual volverá a nacer.” “Vean a qué cosas se aferran los seres humanos” – dice. Y recuerda: “Un solo día entero de paz” Y las frases siguen y siguen. Y seguirán, porque ellas son eternas. Él no lo sabe, pero yo sí lo sé. Lo sé porque luego (y cuando digo luego me refiero a unos tantos días), él percibirá un cúmulo de intuiciones, como un puñado de agua fría que recorre su piel y se sentirá desnudo, indefenso. A la rapidez con que escribió la novela le siguieron días de incertidumbre, de cierta soledad. Sólo la demora inesperada de la publicación, le permitió la gracia de esa vigilia. Porque él nada supo de su propia angustia, pero sí de algo que había detrás de las percepciones que experimentaba, como ese sentir de la humedad, del aire de Buenos Aires como una "atmósfera pesada", un encierro en el cual iba cayendo "demasiado fácil" y "muy acelerado". O también esa campana de alerta que sonó en su cabeza cuando contando su tristeza, alguien le página 12 cuento Aquel cuento del cigarrillo Quirón Herrador Ayer me preguntaron por aquel cuento. Uno que escribí hace años, casi al principio. Un amigo se lo mencionaba a otro amigo, después de todo este tiempo, hablando de que yo escribía y todo eso, porque teníamos un poemario mío sobre la mesa. «¿Y aquel cuento —decía—, aquél del cigarrillo? ¿No te dieron un premio?». Lo triste es que él lo recordaba sólo porque por aquel cuento me habían dado un premio: dinero. Yo lo escribí con el poco amor que tenía, que por aquel entonces aún era mucho; lo escribí con la pasión del incauto, con la inmediatez del desesperado. Y a cambio recibí eso: un premio en metálico, dinero; no lectores, sino dinero. Amor, pasión, inmediatez, a cambio de dinero; creo que ese digno oficio ya tiene un nombre, y además muy antiguo. El cuento era sobre un cigarrillo que tenía miedo al fuego; y, supongo que en un arrebato de originalidad, decidí titularlo «El cigarrillo que tenía miedo al fuego». El narrador era un cigarrillo que se pasaba todo el cuento, desde el primer hasta el penúltimo párrafo, viendo cómo van desapareciendo uno por uno los otros diecinueve cigarrillos para ser entregados al fuego, mientras en él van creciendo el temor y la histeria ante un destino que —vete tú a saber por qué— no acepta a pesar de saber que él es un cigarrillo y que está ahí por y para eso: concederle a alguien el pequeño placer de una pausa, el continuado vicio de llenarse los pulmones con algo sucio, siete u ocho minutos que lo empujen un poco más hacia la muerte pero que, a cambio, le concedan el beneficio de trazar breves laberintos de humo en los que ausentarse por un instante, detener la mirada y dedicarla únicamente a contemplar la propia respiración. Qué estupidez, ¿no? En realidad no hacía falta recurrir a un cigarrillo; bastaba con hablar sobre cualquier hombre ante la ineludible amenaza de la muerte, o sobre cualquier niño o adolescente ante las futuribles trampas de amor que ya lo acechan. Al final del cuento, en el último párrafo, una joven lo coge y se lo fuma. Y nuestro patético y pasivo narrador, en cuanto la chica lo enciende y se lo pone en los labios y sale de ahí la primera calada de humo, de pronto se da cuenta de cuán equivocado estaba y prácticamente se pierde a sí mismo en el éxtasis de esa última y reveladora experiencia que lo redime. Sin que quepa duda alguna: qué estupidez. Lo peor de todo es que el cuento estaba muy mal escrito y que, además, no contaba nada. Hablaba del amor y del deseo pero no contenía ni amor ni deseo en el lenguaje. Hablaba de la muerte pero no moría ahí nada, ni siquiera el que escribía el cuento, que era yo, y que es el primero que ha de dejar caer la propia vida en lo que escribe. A fin de cuentas, aquel cuento sólo me reportó algo de dinero. Muy poco dinero, porque el dinero siempre es poco. Desapareció en un par de meses; lo fui perdiendo a cambio de café, cigarrillos, cervezas, y algunos libros que me fui encontrando en librerías (lugares en donde, además de libros, si se busca bien, puede uno encontrar algo de literatura). En fin, que el dinero me duró en las manos lo mismo que me dura un cigarrillo. El cuento duró aún menos: en cuanto se me acabó el dinero lo releí y me di cuenta de que era una porquería; y es que, a lo largo de todo este tiempo, he leído cosas gracias a las cuales he descubierto que no es suficiente sólo con escribir. Me quejaba antes de que como premio me dieron dinero, no lectores. Santa suerte. Yo leí aquel cuento; y si a algún lector le gustó, yo a ese lector no lo quiero para mí ni se lo deseo a nadie. Tengo que asumir que lo escribí (de eso soy culpable), y supongo que esto es una manera de pedir disculpas. Mi única excusa es que por aquel entonces yo no era del todo consciente de lo que hacía, de la extrema gravedad del asunto, pues cada palabra que uno escribe puede darle al lector otra oportunidad o puede condenarlo para siempre. Escribiré de nuevo el cuento. Me veo en la obligación de hacerlo. Pero, esta vez, no como yo quise escribirlo, sino como el propio cuento desee ser escrito. Creo que aquel cigarrillo merecía ser salvado. página 13 relato por Nelo Curti Visitas Para Demis y Claudia, que en este momento estarán escapando de una fiesta. El juego no tenía nombre, sólo finalidad: quedar mal. Éramos visitadores que únicamente abandonábamos un lugar cuando el golpe de puerta a nuestra espalda sonaba definitivo. En cuanto conocíamos a alguien enredábamos la charla hasta verla caer en la pregunta: ¿Dónde estás viviendo? Entonces ya todo era más fácil; comprábamos unas botellas y nos dirigíamos sin aviso a la dirección indicada. Cuando abrían, uno, sin darle mucha importancia, explicaba que “veníamos paseando y al darnos cuenta de que ésta era tu calle se nos ocurrió sorprenderte con un poco de ron para animar la fiesta”, y el pobre diablo, más desconcertado que feliz, movía la cabeza para invitaros a pasar. Debíamos prepararlo, lograr que se creyese con viento a favor, entre espumas, confiado. Cualquiera elogiaba uno de esos cuadros espantosos que hay en casi todas las casas, pintado por algún familiar, atribuyéndole influencias de Renoir, o, en un exceso un tanto peligroso, descubriendo una línea directa desde Velázquez a esa tela. El color de las paredes era siempre el más indicado para el tipo de salón en el que conversábamos, y las cortinas, por supuesto, nunca podían haber sido mejor escogidas. Después adjudicábamos a su particular sensibilidad aquella armonía sin fisuras. Cuando el anfitrión bajaba la guardia, chapoteando en una charca de orgullo y alcohol, entrábamos en la segunda etapa, la premeditada espina que haría estallar el globo de colores. “¿Dónde está el baño?” preguntaba uno, y al seguir las indicaciones tropezaba con la pata de un armario o directamente en la estatuilla de porcelana que recordaba algún aniversario. Los tres entonces nos lanzábamos sobre los restos y maldecíamos, pedíamos perdón, y hasta nos peleábamos mientras fingíamos reconstruir el recuerdo evaporado. Por lo general sobrevenía el indulto, “no se preocu- pen, ya estaba medio rota, no la tirábamos porque era de mi abuela, en la esquina venden una parecida, la puedo cambiar sin que mi madre se dé cuenta”. Mientras la calma volvía a su cauce nos abocábamos a acabar la bebida, para poder después ir dirigiendo gradualmente las miradas hacia la estantería donde casi siempre había por error algún añejo. “¿Quedó algún peso?” preguntaba uno, y los otros “no, qué va a quedar, si emborracharse en este país cada vez cuesta más caro”, y en los rostros la tristeza a goterones, muecas, manchas sin fondo. Entonces el pobre tipo no podía salvar su botella sin sentirse cruel. “No, por favor, no hace falta, si ya tomamos suficiente, no, no, en serio” mentíamos, recuperando los vasos. A esa altura la premisa era clara: tirar la piedra y huir con la botella. Cualquiera se levantaba y recorriendo los infaltables retratos preguntaba por alguna prima de su edad, dispuesta a ir a los museos, algún concierto, y después de cenar... ya se vería. “No le hagas caso, está borracho, dejemos que hable solo, dentro de un rato vomita y se le pasa.” “Siempre y cuando no le den los espasmos” soltaba otro, señalando el tocadiscos para poner cualquier cosa que hiciese palidecer los altavoces. La alegría del anfitrión comenzaba a incinerar sus ángeles. Comentarios parcos, sonrisas abreviadas, reiteradas consultas al reloj, intentos “siempre interrumpidos” de poner en la balanza la siesta y el volumen de la música, síntomas inequívocos de que el procedimiento funcionaba y en cuestión de minutos ganaríamos la calle. “Perdonen que insista, pero si no es una prima, con una tía me las arreglo, a mi la edad...” “Lo que te digo, tomó demasiado, en cuanto vacíe el estómago vuelve a ser un caballero.” “Siempre y cuando los espasmos no lo hagan saltar por las paredes.” En ese momento se nos resbalaba un vaso junto a página 14 relato las piernas de la víctima, que solía salpicar su delicada manera de suspender la velada. Ahí correspondía a quien estuviese más cerca de la botella agradecer el obsequio y rescatarla de la mesa. Ya en la puerta, alguno opinaba: “Creo que la estatuilla, con paciencia y pegamento, puede quedar decente.” Después nos íbamos, sin disimular las carcajadas, a terminar de emborracharnos, sepultando en la primera papelera el retrato que el “acosador de parientes” había robado. Lo hicimos muchas veces, no sé cuántas, la noche de mi partida nos echaron a patadas de un caserón. Quizás ellos sigan jugando, aunque ahora, con el tiempo, pienso que detrás de aquella finalidad concreta, burlona, había otra, algo más trágica, que nunca nos atrevimos a confesarnos: ir matando lugares, como quien marca casillas para hundir el barco, hasta lograr que la ciudad fuese, al acabar el juego, un fósil enorme, un circo sin payasos del que tener irremediablemente que huir. página 15 relato Microrelatos de Rolando Revagliatti Me cuenta mi señora A mediodía los obreros y los jubilados arrasaban con el menú fijo en el ya derruido barsucho donde él hacía de mozo. Yo iba con frecuencia por mi trabajo, para rellenar planillas, y leer el diario. Ahora es el repartidor de una tintorería. Ayer, casi de noche, fue a mi departamento en misión repartidora. A mi regreso, hoy, después de una gira que me mantuvo alejado por esos caminos polvorientos, me cuenta mi señora, esa falsa e indómita pelirroja suculenta y estéril, que me extrañaba terriblemente, y que el jovencito irrumpió en su anhelo de mí con nuestra colcha lila, y que lo condujo al dormitorio para constatar sobre nuestra cama con baldaquín la correcta limpieza de la colcha, y que una vez situado el pichón de playboy, y asaltado, se entregó a la bacanal que desde mi señora, mi esposa, me estuviera —irremediable, inconteniblemente— dedicada. Se portó bien, muy bien, aseguró; fantasioso e incansable; remató, relajada: excelente. Sé absorber los más impresionantes uppercuts del destino. Pocos, sí, pocos como yo. Este servidor. Estoy hecho de una extraña pasta. Sí que tuvo novios la señorita Calistri: cuantiosas simpatías. Pero, a menudo, cuando le atraía el fondo humanitario del candidato, no se sentía conmovida por lo físico o lo facial. Y, si llegado el caso, el pretendiente respondía a mis cánones de presencia varonil, aparecíanle desdibujadas las facetas espirituales. Enamoradísima de Juan Mateo Ovalle, resistía sus ímpetus pasionales, el vigor de sus instintos. La señorita Calistri valoriza sin énfasis: Nadie obtuvo lo que tantos ansiaban. Ella es hoy la fraseología con la que rememora: Yo no carecía de una límpida mirada; Mis atributos no pasaban inadvertidos; Papá vaticinó mi futuro; Me consagré a mis arraigadas convicciones; Destilé coraje en los tiempos duros, en la tiranía; Nunca estimé en Nené sus propensiones afectivas; Es que todo ha sido tan fugaz... Algún día, próxima a expirar, quizá consigne: En aquella desfloración infausta de mil novecientos cincuenta y uno, otoño, creí morir: repugnante, bajo, indigno: única vez, última vez. Señorita En marzo evalué el veraneo de febrero. En junio, en el mismo junio, el crimen. En septiembre me torné sombrío. Y en pleno diciembre treinta y uno, intento recapacitar. En abril le di forma al plan que ejecuté en junio. En septiembre encontraron el cadáver. Que no me agredas, me desconcierta: ella no te era indiferente. Además, te amaba. No toleré que no se quedase conmigo quedándose a mi lado. Se reía. Todos sabían en el barrio. De mí, de mi inocuidad. Habrá un feliz año nuevo. Porque confieso: la estrangulé. Le pegué después de muerta, lo hice. La desnudé y le pegué. Se termina, viejo. Hoy, por fin, me siento equidistante, sincero. Confieso página 16 ensayo El efecto cómico Juanma Agulles 2 Sucede que el verdadero efecto cómico surge de una existencia desgarrada y de la sublimación de lo trágico; algo que no se advierte en el humor actual, que trata de eludir lo más duro no por su transformación en arte, sino por su omisión. Tan suave y laxo resulta a ojos de lo reflexivo que cuesta entender el chiste si no se asume una angustia insoslayable del auditorio, siempre presto a descargar su risa sin consecuencias y muchas veces sin sentido. En todo caso, es más fácil provocar la carcajada que la sonrisa cómplice. Y resulta más cómoda la ridiculización de lo ya ridículo que la destilación cómica de lo terrible. Sospecho que nuestros cómicos están acomodados y eso le hace un flaco favor a su humor. Se podría decir que lo tienen demasiado bueno. Porque la risa es algo muy serio. El objeto de la burla tiene que merecer el esfuerzo del cómico, pues en toda sátira hay un reconocimiento de la grandeza de aquello que se quiere ridiculizar. No pasa así con las gracias chocarreras dirigidas hacia intrascendencias que, por efecto de la chacota, cobran una importancia que en realidad no tienen. Es el signo de la cultura en este país: los asuntos importantes se dejan en manos de especialistas sin sentido del humor y el arte queda reducido a un ámbito marginal de reproducción inconsciente; a la repetición de lugares comunes y a la épica de la mediocridad. 3 Quienes nos tomamos la vida en serio nos reímos mucho, de muchas cosas, pero por lo general no son las mismas que a la gente le hacen gracia. Los cómicos, sin ser muy conscientes de ello, sin respetar su oficio de bufones, se han vetado los lugares del arte por el triunfo fácil de la cuchufleta o el monólogo seudointelectual. Hay pocos que se tomen en serio la responsabilidad de hacer reír. Es necesario un alto criterio de lo que es bueno y 1 El actual humor planea a alturas considerablemente bajas. El recurso a la magnificación de lo pequeño, de lo trivial convertido en trascendente, ofrece un efecto irrisorio que cosecha grandes éxitos en un auditorio acostumbrado a pensar en las grandes cuestiones con muy pequeño esfuerzo y estrechas miras. El procedimiento de hallar en los detalles huellas de dinámicas más amplias, requiere de un fuerte hilo argumental que justifique la extrapolación y la toma de la parte por el todo. El humor más simple prescinde de ese hilo y se contenta con poner lo uno junto a lo otro, dejando planteado el absurdo sin abundar en su potencial crítico. Es en todo caso una distensión, un relajamiento de la intensidad que estalla en la carcajada. La carcajada es una risa incontenible que no suele conocer sus motivos más profundos. Tampoco se aspira a ello cuando se quiere hacer gracia: lo que se pretende es la inconsistencia. Igual sucede con el recurso imitativo y la constante caricatura de personajes, fantoches del éxito social y la política. En su recurrente imitación no dejan de rendirles tributo, tanto más cuanto los originales difícilmente admiten una ridiculización mayor que la que ellos mismos representan a diario. Por eso los cómicos actuales rara vez hacen gracia. Al igual que los payasos muchas veces entristecen. Los humoristas provocan la risa fácil siempre que uno esté dispuesto a no pensar demasiado en el tema de su espectáculo que, en realidad, sólo produce lástima. La condición para sucumbir a este tipo de humor es estar cansado. página 17 ensayo malo para poder jugar con la inversión de los términos y causar el efecto cómico que deja un poso de reflexión, que no estalla para después perderse sin más. Y ese criterio es el que falta a la mayor parte de los humoristas, pues han llegado a cegarse tanto con el espectáculo que ellos mismos creen ser, que la diana de sus dardos es cada vez más pequeña y lejana, y sus lanzamientos no son otra cosa que la imitación infantil e inocua de la pose de un gran francotirador. Al desconocer profundamente el objeto sobre el que trabajarán, no pueden llegar a respetarlo ni concederle la importancia que merece. De modo que su poder de provocación se ha retirado al ámbito de las formas. Cómodamente creen que con un formato determinado de abordar el asunto cualquier cosa es susceptible de generar risa. Así se pretenden diferenciar en la originalidad de las cosas que cuentan cuando, en realidad, todos vienen a decir lo mismo. Es por ello un humor sin riesgo pues, ante la incomprensión del auditorio, siempre puede recurrir a algún estereotipo y lanzarlo con gesto de gran ingenio: eso bastará para que la tensión estalle en risas tan abundantes como huecas. De cualquier modo, mi sentido del humor es muy malo. El mejor chiste para mí es ese que dice que una amiga, declarada solipsista, le confió a Bertrand Rusell el asombro que le producía no conocer a nadie como ella. ¿Se me ha comprendido? Ediciones del Tábano Próximas publicaciones Palabra de barro (Antología poética), Paco Alonso Esta antología reúne muchos de los poemas que Paco Alonso ha ido escribiendo a lo largo de más de 35 años. La soledad y la esperanza mezcladas en las noches de una ciudad que parece desconocerlo, perdido por las calles, preguntándole a los muros por la infancia y el deseo, con la dolorosa libertad de quien se sabe abandonado por los dioses. Las fotografías de Pablo Valero acompañan el viaje del lector por estas páginas que serruchan desde el comienzo cualquier postura indiferente Introducción al fabulismo, Nelo Curti Al leer el título cualquiera se preguntará ¿qué es el fabulismo?, ¿una corriente artística?, ¿otro manifiesto?, ¿un partido político?, y aumentará su desconcierto si continúa interrogándose en ese sentido, ya que no se trata de un esquema a puertas cerradas, sino de un compromiso con el juego, la incertidumbre y el absurdo. Ilustrado por Leo Sarralde, “Introducción al fabulismo” reúne relatos y poemas de Nelo Curti que caminan entre el desconcierto y la ironía sin una meta definida, desertores de la Verdad, abdicando de los maestros sagrados sin dar tiempo a que cante ningún gallo. Non legor, non legar (literatura y subversión), Juanma Agulles El segundo libro del autor en nuestra etditorial recoge los artículos que durante cinco años se han ido publicando en “Cuadernos del Tábano”. Artículos sobre Sartre, Camus, Hawthorne, Bukowski... y ensayos de crítica social que intentan aunar dos términos que actualmente (en el estadio del capitalismo espectacular) están desligados: la literatura y la subversión, la fuerza evocadora de la palabra y el pensamiento crítico sobre los hechos. página 18 nombres propios Giorgio ‘Il Barbone’ Tagliatella un primer homenaje PRESENTADOR. ¡Que vaya menguando la euforia, si hacen el favor! Gracias, muchas gracias. En cuanto el acomodador termine su tarea, subirá y hará lectura del discurso que abre la serie dedicada a homenajear a Giorgio Tagliatella. Sólo espero que sea este y no otro, el motivo que amolda tanta gente a las butacas. ¡Arre! ofrecióme un hueco: “dentre paisano; pero ilumíneme aquí antes”. Leeré a continuación un episodio relatado por su biógrafo, el copista Manuel M. Velloso. (Nota al pie: se reproduce el texto evitando así innecesarios comentarios que empañaron cristales aquella noche). La tragedia del Solís o segunda gambeta a la fatalidad ACOMODADOR. Buenas noches. Escuálido favor haría a mi profesión si no comenzara esta lectura con oportunas denuncias. Como habrá observado el amable público, no tengo otro instrumento que mis manos y mi ingenio para indicar asientos vacíos; usted, presentador, ¿se atrevería a proferir monólogos sin la presencia de un potente amplificador?; entonces, cómo espera que oficie de guía sin ese haz luminoso tan característico; cómo repartir espectadores en diez minutos si el tránsito no es fluido, si los tropezones se suceden y créanme, la vejez esparcida no es buena consejera. Un señor justamente indignado me dijo hace minutos, “antes se podría ver el fin del mundo que toda esta gente sentada”; y si la respuesta “porqué no se sienta acá”, ofendió, diré a favor de ella que, en tantas ocasiones salió de las fauces de Giorgio, que es imposible pronunciarla sin sentir su aliento. PRESENTADOR. Lamento profundamente esta intervención, si desea despedirse con algo más... ACOMODADOR. Tal vez no exista sala de teatro más agraciada que esta; en ninguna otra Giorgio agració por sorpresa a tanta gente. En aquellos dos rincones iluminados, donde la maleza crece despreocupadamente atendiendo únicamente los imperativos de su raciocinio, un púber Giorgio realizó sendas vejaciones que fueron, no sólo aplaudidas, sino calcadas al terminar los aplausos e incluso intercalando ambas acciones. Mi vocación viene de aquel día en que “Il Barbone”, al verse atrapado entre la oscuridad y unas malas hierbas, Solía nuestro pintor pronunciarse, con fervor anticristiano, en contra de los desprovistos, sobre todo al tratarse de hombres disminuidos físicamente. Débil le resultaba a el Tagliatella resucitar o devolver la vista ya que devuelven a un estadio anterior: “si en el fragor de una comilona un comensal me acusa el extravío de su tenedor, sólo ofreceré al incauto, de manera que pueda verse librado de restos indiscretos, mi babero; así y no de otra manera ha de obrar quien considera en su justa medida cada utensilio de cocina, y así se ha de proceder en todos los órdenes”. Hemos de tener en cuenta que ningún día vio a Giorgio tan completo en sus partes como aquel en que reverenció, en calidad de despedida, a la matriz que tan malintencionadamente lo contuvo. Y es justamente esto lo que nos introduce en la historia del Solís y lo que se piensa una paradoja en el pensamiento giorgiano, dada la consecuencia entre discurso y acción. Tan involucrado con la relación espectador-actor estaba Giorgio, que sugirió cuando la construcción del magnífico aposento de falsedades Solís, el levantamiento de una cerca en el borde del escenario que sugiriera distancia. Aceptado y adjudicado el levantamiento, convocó a los más celosos granjeros; cito a Tagliatella: “me la elevan doce metros, dieciocho varas de madera proporcionales de ser posible y alambres de púa por ahí, nombres propios no, no sé; sí, que no pase un ramo de flores. Hasta luego”. Pero la inutilidad de los granjeros para trabajar en las tablas fue causa de que él mismo levantara la construcción. “Es inútil”, fue lo último que se le escuchó desde aquel momento hasta que su sistema de poleas falló y el vallado se encarnizó con sus piernas, que se vieron aquí desprovistas del resto de masa corporal de artista. forzado; cuando actuemos menos, obligados por un sacerdote que alza el puñal, con todo su filo y mango mientras nos suplica aquel órgano impulsor de sangre esté en la superficie, sus párpados que no entienden no poder apagarlo todo pero allí haremos entender que el impacto bien lo merece y nos extenderemos en la justicia del guión, burlando a los detractores del acto inverosímil y que repiqueteen los órganos y le damos color a las exequias. Extraviadas entre tanta astilla y sangre las piernas, Giorgio aceptó se le hiciera una prótesis. Ambas piernas las encargó a su alumno Giovanni Velloso; quedó tan satisfecho con el trabajo de aquél; una síntesis de alambre y maderas, decoradas exquisitamente en su exterior; que no dudó en rechazar las originales cuando fueron recuperadas: “A no molestarse, con lo lindas que quedaron, y van casi solas”. Pegaría un buen escupitajo para deshacerme de tanta farola. Un gallo, un avestruz, un animal agresivo pero de granja y nos mantenemos en el paisaje bucólico-criador. Faltaría levantar las paredes, entonces sí paisaje bucólico y horizonte y vaca yendo todo atado con alambre de púa. Ya no queda violencia visual de la que provoca vómito; a lo mejor sonora, pero igual es difícil. Disfrazado el campesino soltando un desgarro, pero página 20 reseñas Eric Rohmer “Qui trop parole, il se mesfait” Chétien de Troyes Propuso un cine muy personal y austero, cargado en exceso de literatura. Desproporcionó la carga visual en relación con el texto. Hay texto por todas partes: cada personaje tiene un texto, cada movimiento de cámara tiene un texto, cada pupila tiene un texto, el texto tiene un texto; incluso tú, como espectador, tienes un texto. por David Barber Anoche cené como suelo hacer todas las noches, no era diferente a todas las demás salvo que hice algo totalmente distinto, no dormí. Tenía en la cabeza unas películas que había visto estos últimos días en los Cinemes Méliès de Barcelona. Imposible salir de la sala indiferente, sigues la conversación con los personajes sobre el tema, eso quizá le criticaría. Fuerza mucho las conversaciones, procurando tratar el tema con la mayor fuerza caleidoscópica. Las cámaras siguen la conversación de forma circular. Los diálogos vienen un poco forzados por el tema, no hay nada abierto. Hay momentos en los que te sientes tentado a girarte hacia la butaca de tu lado y preguntarle a él que piensa, pero en ese momento ves el compañero que tienes: pelo revuelto y ausente, gafas de concha, americana de cuadros, cierto aspecto excéntrico, seguro de sí, con una cantidad de opiniones que te puede amargar el resto del día, y sabes que si pestañeas, mueves uno de los nervios de tu cara, te va a abordar y demostrar el conocimiento adquirido durante sus treinta años sin haber pisado un cine comercial…(seguro así comenzaría el monólogo). -Yo llevo más de treinta años sin pisar una sala comercial. -Ah! - A mí Rohmer me parece un poco superficial, no profundiza ontológicamente en los aspectos más radicales del existencialismo… - A ti no te invitan a muchas fiestas, no? Están proyectando en este Cine Club, para conmemorar sus diez años de persistencia, que no es poco, si tenemos en cuenta que se mantiene proyectando películas clásicas y no tan clásicas, ya descatalogadas en los videoclubs convencionales, unos ciclos de alfombra roja. En concreto, el ciclo al que dedica su efeméride es de uno de esos jóvenes que cambiaron el panorama del cine francés e internacional a mediados de los sesenta: Eric Rohmer. Estos jóvenes rebeldes críticos de cine desplumaron al gallo francés vetusto, esbozando unos nuevos presupuestos cinematográficos que impondrían al principio en el plano teórico, criticando lo anterior, y más tarde creando una nueva forma de entender y de crear cine. Esta dialéctica, traería como consecuencia generacional y postefectica la nouvelle vague. Los directores sacarían los rodajes a la calle, evitando los vatios de los focos, lo artificial de las bombillas y sus sombras que salpican los camerinos anejos. Ayudados por la nueva tecnología de 16 y 35mm., consiguieron arrancar ese sabor de postín y peluca trasnochada que proporcionaba el plató. Así, se pusieron las chaquetas, bufandas y cámaras; y fueron en conquista de la ciudad, el campo, la playa, los planos cortos, introduciéndonos en la pantalla y las conversaciones de los personajes. El director que me convoca a la tecla, no fue de los más destacados de este movimiento. Según creo yo, y precisamente por eso mismo, por pertenecer a un movimiento, no logró brillar como lo debiera haber hecho. Rohmer, como la mayoría de cineastas franceses del cine sonoro, aquejan en sus películas el gran peso de la literatura e intelectualidad francesa del siglo XIX. Sus películas son muchas veces perladas y versallescas, dejando de lado la imagen; no es que tengan un ritmo lento, sino que no acompaña la imagen a la narración, el texto es mucho más locuaz que la imagen. Los personajes de Rohmer no se desarrollan como tales, sino como tripas que degluten problemas morales, paradojas y proverbios, como él lo llamó. A pesar de ésto y gracias a éllo, es uno de los imprescindibles. página 22 reseñas Jorge Ledesma por Diego L. Monachelli “Los Hermanos Mayores juzgamos con fuerza de sanción: El mismo año en que mueren Luís Cernuda, José María Gatica “El Mono”, Jean Cocteau, C.S. Lewis, Aldous Huxley y J.F. Kennedy es asesinado (estos tres últimos el 22 de Noviembre). El mismo año en que Arturo Humberto Illia da las primeras señales de gobierno, gobierno que sería destituido por el golpe militar a manos de Onganía, y en el que hace aparición el primer Ford Falcon Argentino, emblema de atrocidad. Ese año, en el que nace Fito Páez, los Beatles graban Please Please Me y With The Beatles, y se publica Rayuela, de Julio Cortázar; un hombre, atribulado por las desavenencias de la vida y en protesta hacia ella, se trepa desnudo a un farol en pleno Buenos Aires, en la esquina de la Confitería Ideal, Corrientes y Suipacha. A 1963 sólo le resta un día para agotarse por completo. A aquél 30 de Diciembre, unas horas, y esas horas restantes el hombre desnudo, las pasara en la cárcel. Jorge Ledesma protesta contra la vida y sus desventuras. En 1961 la editorial Myne de Barcelona premia su cuento “La casualidad no teje sola”. Pero el texto es declarado pornográfico por el gobierno de Franco, la obra es destruida, y el autor debe devolver el dinero. La misma casa editora desiste por ello de publicar su novela “Yo destruí el mundo en 1946”. Giácomo Feltrinelli(1) se decide por ese entonces a editarla en Italia pero desgraciadamente muere víctima de una explosión cuando intenta sabotear una torre de alta tensión cerca de Milán. En 1963, la Editorial Kraft galardona esta novela con una recomendación, pero no llega a editarla, la quiebra económica se les adelanta. Casi veinte años después lograría editar su primer libro. “Cartas espantosas a mi maestro” apareció en 1981 y es una singular amalgama de admiración y reconocimiento, destilada con refinada ironía y gran espíritu combativo, hacia Ernesto Sabato. Este, en “Abaddón el exterminador”, incorpora a Ledesma como personaje con sus propios textos que, en su metafísica, en nada difieren con el discurso del propio Sabato. En 1985 Jorge Ledesma recibe, en su propio domicilio, una carta de citación para un juicio en el que él mismo es uno de los acusados. Entre otras argumentaciones la carta decía: Arte: Disciplina de seres desgraciados tendientes a recrear, exaltar y criticar lo que posteriormente comercializan en el mercado. El artista es un comerciante disfrazado. La espiritualidad está regulada por la oferta y una demanda prefabricada. Ciencia: Disciplina de seres desgraciados que no saben lo que hacen. En ella se agrupa el mayor número de ignorantes. La medicina no busca la salud sino la enfermedad controlada, pues la falta de enfermos la haría desaparecer. También la ciencia está regulada por una oferta y una demanda prefabricada, la mayor parte de las veces con fines de exterminio irracional. Religión: Disciplina de seres desgraciados tendientes a crear miedo y culpas para que la gente pague en la tierra su terrenito en el cielo. Dios fue creado por el hombre a su hechura y semejanza, razón por la que no nos hacemos cómplices de semejante hechura y tamaña semejanza. Este era sólo el comienzo de la perplejidad ante “El juicio de los animales”. En el transcurso de dicho juicio, luego de atravesar extraños pasillos y ser conducido a una de las multitudinarias celdas del Palacio de Justicia(2), Ledesma no sólo se encontraría al propio Sabato condenado, sino también a muchas otras personas de renombre mundial, contemporáneos e incluso algunos que debieron ser arrancados de los dominios de la muerte. Estas circunstancias y las que nacerían con el transcurrir de los años, la siguiente sería en 1988 “Acuso al Invasor”, siempre fueron ilustradas por Mildred Burton, una artista plástica nacida en Paraná, Entre Ríos. En 1990, en “Adiós al árbol” Ledesma nos cuenta: “Como periodista del semanario de Villa Tesei La Estrella me encomendaron la tarea de hacer la crónica de lo sucedido en la trágica mañana del 28 de Diciembre de 1988. Dividido en sus opiniones, el barrio justificaba o reprobaba el crimen cometido por la policía y algunos vecinos de la villa. El asunto parecía sencillo y común… Bastaría decir que en forma accidental la policía había dado muerte a un tipo por una disputa entre vecinos… No fue así. Apenas comencé a hurgar en la vida y en los papeles de la víctima, llamada el Indio Jerónimo, fui comprobando que allí, aunque en un Los Hermanos Mayores.” página 23 reseñas plano ecológico, se había cometido algo tan espantoso como la Noche de San Bartolomé. El racismo, la intolerancia y la violencia signaron de sangre el 28 de Diciembre de 1988, igual que aquel lejano 24 de Agosto de 1572 cuando el catolicismo asesinó a cuanto protestante halló a su paso.” En 1997 edita el libro “El hombre zanahoria”. Y es por estos años cuando se le pierde la certeza del rastro. Jorge Ledesma, el hombre que logró verticalizar el horizonte en su despiadada y áspera disconformidad, en su ejercicio mal retribuido de observar el mundo de los hombres tal como es y denunciarlo sin ambages. 1Editor italiano, el mismo que intercedió en Bolivia por la libertad del escritor francés Regis Débray; el mismo que vendió un millón de ejemplares del afiche con la emblemática imagen del Che Guevara, a cinco dólares cada uno, en menos de tres meses e inmediatamente después de su muerte, y de los que Alberto Korda, quien se la había obsequiado a pedido de Feltrinelli, no cobró nunca un centavo por esa foto. 2 El Palacio de Justicia de la ciudad de Buenos Aires es una replica exacta en todos sus detalles de un castillo francés construido por el arquitecto Maillart, pero con una salvedad: El terreno donde fue emplazado sólo tenía la mitad del espacio necesario, por lo cual existen en él pasillos que son callejones sin salida, escaleras que no llevan a ningún sitio y algunos otros detalles menores. página 24 reseñas Sobre “El niño puede” y algunos recuerdos. Por Nelo Curti A Demis lo conocí en La Habana, no recuerdo bien si hace diez años o dos. Me resulta imposible hablar de su libro, de sus múltiples niños, sin reencontrar al amigo. Fue en febrero, tal vez ya marzo; la ciudad era una brasa laberíntica que ardía hasta en la noche –sobre todo en la noche- obligándonos a ir de un lado a otro, ron, cigarro en mano, perdiéndonos entre charlas y suburbios. -Yo no leo mucho-, recuerdo que dijo la primera vez que hablamos de literatura, y enseguida supe que conocía formas más divertidas de engañar al tiempo. Durante esos días visitamos casas a las que nos sería imposible volver por dos motivos: no recordamos el camino, ni nos abrirían la puerta. Por lo general equivocábamos algún comentario, alguna actitud, y no había otra alternativa que huir, de ser posible rescatando una botella. Fueron buenos ratos, de los que siempre, sin aviso, regresa una señal. Hace unos meses recibí, en un sobre amarillo, que quizás partió blanco de Cuba, “El niño puede”, un conjunto de relatos desde donde nos mira la infancia, invitándonos a conquistar un caramelo o demoler el misterio de las puertas trabadas. Les convido uno, el que bautiza al libro, y perdón, Demis, si no te pido permiso, es tal vez una secuela de aquellas noches. por Demis Menéndez Sánchez El niño puede esperar a que le alcancen los caramelos o, simplemente, subirse en el banquito, luego sobre la meseta y alcanzarlos él mismo. Pero aguarda. Él pudiera, incluso, acelerar la ayuda con un grito que lo salvara de la espera. Ese tiempo muerto aún no le conviene. Él puede, si quisiera, acercar el bultito con la mirada, cualidades no le faltan para hacer milagros y quizá los caramelos caigan (la gravedad haría lo suyo) y se quiebren con el golpe y qué más da. El niño puede recorrer las habitaciones, la cocina, el comedor con la idea siempre utópica de encontrar algún dinero. Sí, con algunos centavos bastaría y si lo lograse, por qué no, saldría de la casa a comprárselos él mismo. Podría cruzar la calle, no sin antes mirar a ambos lados tres, cinco, como diez veces y hacerlo corriendo, doblar en la esquina y avanzar frente al colegio. Él puede, además, imaginar los próximos cinco años en esa escuela: la maestra lo mima por ser el mejor de su clase y de muy buenos modales; el más aventajado en la lectura, ese que pinta el primer corazón quebrado con flecha, cualquier angelito serviría y conocer a sus amigos de siempre: los del papalote, los de la playa, los del accidente. El niño puede Todos juntos. Y a las niñas, las de hacer los deberes las tardes de los sábados, las de intercambiar regalos y las de verles los blúmers cuando bajan al gimnasio. Él puede hasta pretender una lágrima que no sabe exhalar un suspiro de esos que rasgan la garganta, de los que crean alucinaciones tenues. El niño puede cerrar los ojos y sentir la sombra de su bigote y la cuchilla rasurando la barbilla o convocar más fuerzas y dejarse la barba. Sin exagerar, no tanto. Podría combinarla con sus ropas anchas y el pelo por los hombros, los tatuajes, las cicatrices que le dejó la infancia y conquistar alguna muchacha, olvidar a estas alturas, su deseo de comprarse los caramelos y entender el peligro de su nueva misión. Comenzar desde ahora la lista de fracasos. Él podría elegir mil posibilidades de paisajes para el nuevo suceso: un río, una azotea, el aula, esa misma donde se sientan en las mañanas. Y al otro día visitar las manchas, los olores de anoche y acariciarlas para recordarse inquieto, tembloroso, dubitativo ante cada paso y vivirlo nuevamente o casi por primera vez. Pero no. Él puede esperar a que una muchacha se acerque y le grite “quieres hacerlo en tal lugar o en este otro”, entonces tendría nuevas oportunidades. Ella también podría decidirse por la espera y hacerle líquidos la fiesta. El niño podría buscarse otra. Sus ropas largas, el pelo por los hombros, los tatuajes y las cicatrices que dejó la infancia lo hacen bello, casi perfecto y puede hacerse el importante. Eso vale. El niño podría convertir sus pretextos en eventos más tangibles: conquistar una chica diaria y otra, hasta conquistarlas todas. Él puede lla- página 25 reseñas marlas una por una, tomar sus manos, mirarlas a los ojos y mostrarles, “mis manos son más pequeñas que las de ustedes” y eso, el niño lo intuye, las chicas no lo soportan. Él puede llevarlas a sitios donde extirparles el himen sin escrúpulos y coleccionará los gritos, las uñas partidas. Él podría delimitar las fronteras e implantar las reglas. Y soportaría que todos sus amigos; los del papalote, los de la playa, los del accidente, se enfaden y un día de esos lluviosos, bien temprano, antes que los demás despierten, detrás de eso llamado el Muro de los Lamentos, lo esperen para darle golpes en la nuca, en las piernas y en los cojones so maricón. Él sentiría náuseas, contracciones que lo lleven a vomitarse encima, algo de sangre en la tela y los dientes, otro poco de alucinaciones vagas y podría, hasta intentar no llorar. El niño podría levantarse. Las nubes parecen eternos campos rosados rodeándolo, los árboles tratan de consolarlo con un silbido de ánimo y el suelo, no mortal sino azul, esperará por su impacto. El niño puede pensar que ha estado muerto porque la muerte es como la vida misma detrás de un vidrio plateado. Igual de mierda. Él puede caminar de vuelta a casa o esperar el sonido del timbre de un teléfono público y sea alguien preguntándole “¿qué le pasó, está usted bien?” y puede escuchar una voz interna diciéndole “te golpeabas a ti mismo” y otra, en tono más dulce y conocido “te estás volviendo loco”. El niño ahora podría mentir y convertirse en presidente o podría plagiar y hacerse escritor de bestsellers. Él podría olvidar y transmutarse en árbol. La vida le iría más calmada en el bosque, sin tanto estudio, sin tanto eso de las enfermedades sexuales, la desintoxicación, el balance en las comidas y la selección natural. Él podría meditar y creer lo de los unicornios, los universos paralelos y la reencarnación. Después, él puede convencerse de esperar a que le crezca el pelo y la barba pacientemente, no bañarse hasta apestar, dormir en una escalera y aceptar algún dinero de limosnas. El niño puede sacudir la cabeza para abortar los pensamientos absurdos y razonar: esperar pacientemente a que le crezca el pelo y la barba demora muchísimo. El niño podría esperar a que alguien le alcance los caramelos o podría, simplemente, subirse en el banquito, luego sobre la meseta y alcanzarlos el mismo. Demis Menéndez Sánchez (La Habana, 1980) Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Graduado del 5º Curso del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” y ganador de una de las Becas de Creación “Caballo de Coral” que otorga dicho Centro. Premio de narrativa “Pinos Nuevos” 2004 por el libro “¿Cómo le crecen los senos a las niñas?” (Editorial Letras Cubanas, 2005). VII Premio de Narrativa “Félix Pita Rodríguez” 2005 por el libro de relatos “El Niño Puede”. Sus trabajos aparecen recogidos en la selección de cuentos sobre rock “Escritos con guitarra” (Ediciones Unión, 2005) y en las revistas electrónicas “Esquife” y “La Jiribilla”. página 26 sótano “El pintor tiene que tener una calidad de oficio, de artesano” Golucho página 27 sótano Del rumor al bar J.M. Cámara En el viaje de ida comentábamos las cosas que conocíamos de él, nada más que rumores. Que si lo bueno de su pintura. Que si lo raro que decían que era. Que si lo escueto de sus respuestas. “Bien, “venid”, “sí”, “vale”, “me llamáis”. Que si de tan arisco nos iba a despachar en cualquier bar de cualquier manera. Que si era un artista consagrado. Que si lo raro que decían que era… Nos citó en medio de la calle y nos localizamos enseguida. Rodeados de una nube de gente de pueblo arreglada de domingo estábamos nosotros que lucíamos especialmente por el poco brillo de nuestras vestimentas. “Sabía que erais vosotros” dijo de pronto un tipo engalanado a nuestro uso, “vamos a mi estudio”. En ese momento se cayó del pedestal el tipo al que veníamos a ver y se sentó en el suelo con nosotros. Nos metió de lleno en su estudio. Nos acomoda. Se disculpa: “…coged sillas de donde podáis, no estoy acostumbrado a que venga gente y no sé cuántas tengo”. Preguntamos si podemos grabar. “Podéis hacer lo que queráis…”. Inmediatamente se pone a hablar de manera frenética. Le escuchamos embobados. En rápidas escapadas escudriñamos su estudio, lo fotografiamos, chupamos todos sus cuadros. Cuando ya hemos registrado su estudio y le hemos interrogado como si tuviéramos una orden judicial, decimos:“… bueno, no te molestamos más, tendrás cosas que hacer…”. De inmediato nos damos cuenta de que, a pesar de necesaria, la frase con contenta ni a él ni a nosotros. “Bueno, os acompaño y tomamos una cerveza…”, dice para romper la incomodidad. Encantados vamos al bar donde sigue contándonos cosas. Antonio López, la entrevista formal, el arte de hoy… Nadie quiere irse. Más cerveza. Lo más difícil de este encuentro fue hallar una manera de despedirse. Quiere dibujar con nosotros, seguir en contacto, publicar en la revista, tener un grupo con quien hacer cosas… Nos fuimos de allí temblándonos las piernas y pensando si no sería tan huraño el artista que había contratado a un relaciones públicas, a un impostor. página 28 sótano Transpiración, inspiración. cación -al mediocriarme allí, en esa época-. Más que por la calidad artística por el modelo de vida, el modelo bohemio a mí me interesa mucho… muy suicida también. C.T: ¿Cada pintor elige o hace lo que puede? Golucho: Hace lo que puede, si eliges el estilo, lo que vas a hacer es copiar. Al elegir hay modelos, y dices: ¡éste!, y ese ya pertenece a alguien. Si tú pintas y al tiempo te das cuentas que estas pintando igual al señor Van Gogh te ha elegido el estilo a ti. C.T: ¿Y tu camino? Se diferencia de otros realistas. Golucho: Si quieres que te diga la verdad, yo pinto esto porque me obliga el cuadro a que lo pinte. A mí me gustaría estar pintando paisajitos, pequeños, redonditos, naïf, en el campo, lloviéndote encima, con el sol. Esto es claustrofóbico, un dibujo por terriblemente tonto que sea te puede llevar tres meses. (Se levanta y acerca el cuadro "La soledad del límite ", en lápiz y aguada ) Si tú haces un dibujo como este, por ejemplo, es angustioso, es terrible, casi no merece la pena hacerlo. Entonces yo pretendo dejarme algún día estas cosas, e ir al campo, con los pajaritos, y hacer un arbolito redondo, sin más pretensiones que el colorico. C.T: Y rompes el papel, usas mucho la textura. Golucho: Sí. Ahora me han premiado uno, y es de ese estilo, está muy rasgado. C.T: ¿Y qué opinas de las nuevas tecnologías, de la utilización del ordenador? Golucho: Eso va a ser el futuro. Y es que hay una cosa, y me viene a la cabeza lo que tengo ahí escrito: un catálogo que estoy haciendo para un itinerante por Andalucía, y como no quiero los rollos esos que se hacen los críticos, que no sabes nunca de qué están hablando, ni de quién están hablando, que puedes cambiar el texto y la foto de sitio y el texto vale para todos; pues estuve hablando con unos amigos y grabando, y era del futuro de la pintura manual, de esa habilidad manual y mental para llegar a hacer una cosa. Pues yo no le veo ningún futuro, porque el ser humano tiene tendencia al mínimo esfuerzo; y si necesitas llegar a un punto con un gran esfuerzo, lo haces para que el espectador no lo haga, le tiene que (Una charla con Golucho) C.T: ¿Nos podés contar de ese París de los sesenta, donde nos decías que estuviste? Golucho: Hombre, fue una época en la que me metí más de lleno. Me cogió muy adolescente, pero me cogió a huevo. Era un buen momento aquél; el mayo del 68 y todo aquello. Fue poco tiempo, porque fueron cinco años nada más, y luego vine aquí y me dediqué a esto. Y ahora se vive muy en soledad, aquello es irrepetible. Vosotros estáis con este follón, y a lo mejor creáis una idea, y quizás dentro de cinco años esta cada uno por un lado, por circunstancias. C.T: También ahora se vive una soledad forzada por un momento histórico, es otro momento. Golucho: Si, es otro momento para el individuo y para la sociedad. Para mí es muy extraño encontrar grupos que hagan cosas, generalmente se hace muy poco. C.T: ¿Y las relaciones con otros pintores cómo se dan? Golucho: Bueno, el artista es un personaje bastante autista, está muy cerrado en su mundo. Aquí en Alcoi, por ejemplo, no hay. Salvo alguna amistad grande, de fuera, la relación es más de protocolo que otra cosa, es jodido, pero es así. C.T: ¿La pintura es más bien individual? Golucho: Si, porque se expresa mucho el yo, es constantemente un autorretrato. Lo que pasa es que vas cogiendo personajes, incluso aunque cojas un paisaje estás retratándote. Claro, y esa estética es muy egocentrista, y cuando chocas con otro es porque no hay vasos comunicantes. C.T: ¿Tenés, en cambio, relación con pintores del pasado? Golucho: ¿Pintores muertos? C.T: Sí. Golucho: Esa relación es rara, pero la que no se da con pintores vivos se da con pintores muertos. C.T: ¿Con cuáles te llevás mejor? Golucho: Con casi todos. Yo soy muy de la bohemia parisina, o la francesa. No sé si es por edu- la que ha podido derramar Velázquez no la ha derramado nadie, sin embargo la gente sigue sin verlo" " Más literatura de página 29 sótano llegar; no se tiene que ver el esfuerzo, y si se ve que sea bueno. Lo que pasa es que el espectador no tiene esa sensibilidad para verlo, si no lo ve a la primera no lo va a ver nunca. Más literatura de la que ha podido derramar Velázquez no la ha derramado nadie, sin embargo la gente sigue sin verlo, lo ven los mismos cuatro que hace cincuenta años. Entonces hay una tensión hacia romper ese esfuerzo, entonces se va a terminar más cerca de Andy Warhol que de Rembrandt, y con el Photoshop muchísimo más. En gran medida Warhol triunfó porque era una premonición de lo que venía. Si das en el clavo estás en la ola. Pero como cojas un camino muy distinto te va a costar, no va a triunfar tu pintura. Entonces el camino está en el Photoshop; yo no tengo nada en contra, siempre y cuando se haga una cosa maravillosa. Hoy día se está llevando mucho la fotografía, se está haciendo más foto que cuadro, las galerías admiten más fotografías que cuadros, y sin embargo ¿cuántos buenos fotógrafos hay? C.T: Eso es otra cosa, pintura no es. Golucho: Sí, es otra cosa, la pintura, el dibujo necesita manos, si no tienes las manos no lo haces. Y el Photoshop necesita manos, pero no necesita el esfuerzo de un cuadro. El pintor tiene que tener una calidad de oficio, de artesano. Tú fíjate Miguel Ángel, el esfuerzo que tuvo que hacer, aunque el sufrimiento es lo de menos: si tu no haces ese esfuerzo, por lo menos que te salga bien. Yo no tengo nada en contra del Photoshop, lo que sí que me molestan son las franquicias, el pret a porter: se expone, se tira por el suelo si es una instalación, y si es pintura es parecido, y dentro de diez años si te he visto no me acuerdo. Y es una determinada franquicia que se va exponiendo en el mundo, necesitan llenar museos muy rápido, sino un museo estilo Guggenheim no se puede llenar con monalisas. La sociedad tira para una hamburguesa artística. Yo no digo que todo el que se meta ahí sea un panoli, es que va a dar exactamente lo mismo que lo seas o no lo seas. En gran medida la instalación es un timo, se le está dando carácter de gran estilo y sin embargo es una experiencia artística que podemos tener todos, y está de puta madre, pero no es para difundirla por todos los museos del mundo. Y ese es el futuro, que tampoco tengo nada en contra, tengo eso, tengo el protocolo del arte; ocupan un lugar, culturalmente ocupan un lugar. Es simplemente eso, espacio hay uno. "Si tú haces un dibujo como este, es angustioso, es terrible, casi no merece la pena hacerlo" página 30 sótano C.T: ¿Dónde está la elite que comprendía a Velázquez para desmontar este arte efímero? Tiene que haber un contrapeso. Golucho: Es que no sabemos dónde va a dar. ¿tú crees que hay un contrapeso? C.T: Bueno, estoy en un taller que no está mal. Quizás no como una cuestión social, sino desde el individuo. Golucho: Si, es una cuestión de dinosaurio en vías de extinción. Nunca se sabe; además te contaba que a mí el estudio este me cuesta psicológicamente, porque en el fondo esto no es una cosa alegre, te tienes que pasar muchísimas horas. C.T: ¿Cómo te ponés frente a la tela en blanco? Golucho: Yo suelo hacer todo de inspiración, eso que dicen de la transpiración; ¿conoces el dicho? 90 por ciento de transpiración y el resto de inspiración; a mí es al revés, porque cuando la inspiración me coge transpirando me doy cuenta de que todo lo que he transpirado no me sirve para nada. Todo el inmenso trabajo no me sirve para nada. ¡La cantidad de cuadros que he roto por no estar parado! Me pongo, y cuando me viene la inspiración y digo: cojones, si no es esto; entonces me doy cuenta de que tengo que romperlo y empezar de nuevo, porque es mejor. Casi te diría que ganaría si me estuviera quietecito hasta que me llegara. C.T. ¿Qué relación tiene tu poesía con tu pintura? Golucho :Todo viene del mismo manantial. Fijate, una cosa tan distinta como las esculturas que hago, mira, esas de ahí o esa de ahí. Si me pudiera dedicar a ellas… lo que pasa es que necesitas un esfuerzo tremendo, necesitas hundirte en el garaje con el yunque, con el soplete, con tal y cual, pero está muy bien porque anímicamente es una cosa que necesito. O sea si te pones a pintar un cuadro realista –cada vez lo pinto menos realista, pero bueno- , ¿tú sabes lo bien que viene liarte a martillazos con un trozo de hierro? Es un desahogo, la poesía es un desahogo, puede que todo sea un desahogo de la pintura. A lo mejor no lo necesito en el momento que pinte los paisajitos. C.T: ¿Hay límites o hay fronteras difusas? Golucho: El concepto de la obra abstracta es el mismo que el de la obra realista. Lo único es que lo llevas a un extremo. En todo cuadro realista hay debajo la composición, y la composición siempre es abstracta. Tu te vas al clásico más clásico, si quieres de Rembrandt o Velázquez, o de Vermeer, y la composición es abstracta. Y si tienes en Vermeer un mapamundi, resulta que lo que tienes es una mancha. Puedes quitar todo el figuratirismo que tiene para llegar a la abstracción, y es lo que puede pasar con las esculturas. La cosa está bastante difusa, nunca sabes cuándo vas a hacer una cosa o la otra. C.T: Nos quedó saber algo de tu formación Golucho: Prácticamente me lo he montado yo sólo. Excepto en la etapa de París, que iba a la place de [¿?] a dibujar, que ibas muy a tu bola. En el fondo lo recapacitas y no ibas tan a tu bola: el ambiente te crea. Era por la noche, había algún profesor, estaba Matthieu, me acuerdo su nombre y todo, pero cada uno tenía su estilo. Mi formación técnica fue haciendo cosas y observando. página 31 Para suscribirse a “Cuadernos del Tábano” visite nuestra web, allí hay instrucciones pormenorizadas para ejecutar ese acto de heroísmo. Por sólo 12 euros podrá usted recibir en su domicilio, sin cargo alguno, los 4 números correspondientes a un año. Además, allí encontrará información de las distintas actividades del colectivo (aquellas que podemos difundir). Si se ha deslumbrado ante la noble ilustración que alborota la portada, si es usted sensible a la belleza y goza de un espíritu libre, consagrese a un paseo por www.rodolfofucile.com.ar www.eltabano.org PUNTOS DE VENTA C/Pozo, 94. Barrio San Antón. Alicante Universidad San Vicente C/Calderón de la Barca, 18. Alicante Tetería del Tábano Librería Compas Kiosco Menchu Librería del Plá Consell de la Joventut d’Alacant Domingos de 10 a 14.30 hs, Plaza Santa Faz, Alicante. C/Ingeniero Canales, 5. Alicante C/Labradores, 14 (Centro 14) Feria “Domingos de Mercado” ¿Colaborar con Cuadernos del Táb ano? Consulte antes con su médico o farmacéutico. Una actuación diaria para cincuenta personas, sólo ciento cincuenta noches al año. No es un teatro. Y mucho menos un restaurante convencional. Bajo este titular-adivinanza apareció, en la revista dominical de un conocido periódico, la histérica fotografía de quién es –según dicen- el mejor cocinero del mundo. El tal Adriá es una especie de sibarita fantasioso capaz de descubrir que “poniendo sal sobre el caviar de calabazas, éste se deshidrata y resulta más tierno y fácil de trabajar”. Sin duda, tras semejante hallazgo, el destino de la humanidad no será el mismo. A lo largo del reportaje, que ocupa diez páginas, se suceden imágenes y comentarios ante los que uno no sabe si llorar o suicidarse, a pesar de que Ferrán afirme, con su característica humildad, que su “mayor logro es haber propiciado la ilusión a la gente”… que entiende por “gente” nuestro cocinero es un asunto que dejo a la libre interpretación de filósofos, científicos, y chamanes. Como no puedo –sería aburrido, y hasta cruel- dedicar otra decena de páginas a esta cuestión, voy a confesar directamente mi sospecha: Ferrán necesita ayuda, no puede con tantas responsabilidades, y es triste contemplarlo, pulcro Quijote, al frente de su blanco escuadrón, conteniendo las ganas de ahogarlos a todos en aceite de macadamia porque jamás comprenden su afán creativo: “¡He encargado moldes de plastilina con los tamaños óptimos de los ingredientes para que nada, ni una frambuesa ni un profiterol de remolacha, se salga de la proporción adecuada!” Exclama nuestro héroe, y los demás callan, tiemblan, o toman una sartén por escudo. Llegará el día en que tus secuaces te comprendan, artista, pero mientras ese día viene podrías llenar tus cacerolas con arroz –no hace falta caviar deshidratado- y “propiciar ilusión” entre esos otros que acá, aunque tu exquisitez no nos perdone, llamamos “gente”, y que muchas veces se sientan a la mesa sin coartadas para el hambre. Nelo Curti

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